Internacionales
27/4/2017|1455
Francia: un primer balance de las elecciones
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Conocido el resultado electoral francés, el establishment respiró aliviado. El peligro de un “Frexit” (salida de Francia de la Unión Europea) quedó neutralizado. En el marco de realineamientos y desplazamientos bruscos del electorado, como se había constatado en las semanas anteriores, no era descartable que pudiera producirse una nueva sorpresa como la que aconteció con el Brexit o el ascenso de Trump. En medio de un escenario demasiado volátil e incierto, existía la posibilidad de que el balotaje terminara dirimido entre fuerzas que ponen en tela de juicio la permanencia del país en la UE. Marine Le Pen sostiene abiertamente esa alternativa mientras Jean-Luc Mélenchon, que tuvo un ascenso meteórico en la recta final de la campaña -y le pisó los talones a los candidatos favoritos- planteó la necesidad de revisar la continuidad del país en la UE.
El mundo financiero y de negocios celebró el triunfo del europeísta Emmanuel Macron (y los pronósticos que lo dan ganador en la segunda vuelta frente a Le Pen) con un aumento de la bolsa y del euro, que tuvo un ascenso como no se registraba en los últimos tiempos. La línea mayoritaria que prevalece en la burguesía francesa y mundial es defender la UE como base estratégica para sus esquemas de negocios y producción .
Derrumbe
Pero el festejo no alcanza a ocultar el derrumbe del régimen politico y de sus partidos. La elección francesa se da en medio de un tsunami de su clase dirigente, que termina de jubilar a algunos de los más ilustres líderes presidenciales y a sus formaciones politicas. Los dos grandes partidos de la Francia gaullista (el PS y los republicanos) han quedado por primera vez fuera del balotaje. Su lugar ha sido ocupado por fuerzas advenedizas que operan en los márgenes del tablero politico.
Los republicanos han quedado en estado de shock, luego de las elecciones, desgarrados por una guerra intenstina que se ha avivado aún más luego de este desenlace.
El PS, a su turno, cosechó el peor resultado de su historia con poco más del 6% de los sufragios. Una parte importante de sus votos fueron a parar a Mélenchon. Los planteos de Francia Insumisa (el nucleamiento con el que se presentó a los comicios) son de una completa postración y defensa del orden social vigente, que Mélenchon fue acentuando a medida que se aproximaban las elecciones y subía en las encuestas.
El líder de Francia Insumisa consideró “anacrónica” la distinción entre derecha e izquierda. Impugna a la clase obrera como sujeto histórico y lo reemplaza por el planteo (populista) de una “revolución ciudadana”.
A su vez, propuso una amplia política de cuño neokeynesiana, de subsidios y rescate del capital francés en oposición al capital extranjero.
Mélenchon hizo la mejor votación entre los menores de 30 años. Esa capitalización del voto joven, que incluye a la poblacion trabajadora, se vio favorecido por el accionar de la izquierda radical. “Portavoces y dirigentes históricos del NPA, como su figura más popular, Olivier Besancenot, escribieron y difundieron por la prensa que la ‘presencia de Mélenchon en la segunda vuelta crearía una nueva situación’ y que ‘ votar Mélenchon está bien’”.
Una parte importante del Secretariado Unificado y del núcleo histórico de la dirección del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) consideró que la candidatura de Philippe Poutou (su propio candidato) no tenía ninguna perspectiva y que más hubiera valido alinearse detrás de Mélenchon (véase Roberto Granmar, “Elecciones en Francia”). El NPA apenas cosechó el 1% de los votos y su campaña tuvo el centro de gravedad en la lucha contra la “casta política” y la corrupción y a favor de un intervencionismo estatal en materia económica al estilo K. Esta orientación está en consonancia con su estrategia de promover un partido de la izquierda “amplio”. Esta tentativa de carácter centrista no lo salvó, sin embargo, de la marginalidad política.
Impasse de fondo
El festejo de la burguesía tampoco puede disimular el impasse creciente en que se encuentra sumergida la UE y, como parte de ella, Francia. La UE ha sufrido en forma agravada el impacto de la bancarrota capitalista mundial.
Lejos de ser una fuente de progreso y cooperación, la zona euro ha terminado acentuando las rivalidades nacionales y enfrentamientos en su interior.
La proliferación y multiplicidad de sus regímenes fiscales, presupuestarios y bancarios ha agravado los antagonismos y desequilibrios entre sus propios integrantes. Las tendencias disolventes de la crisis capitalista mundial, que se ha hecho sentir más que en el resto de los países capitalistas desarrollados, se traduce en una depresión económica que ha ido de la mano de una deflación que se prolonga en el tiempo.
Esta depresión ha arrastrado a la crisis al sistema bancario que está en terapia intensiva, inundado de créditos y activos de dudosa o imposible cobrabilidad. Del defol bancario y corporativo hemos pasado al defol de los Estados, con deudas públicas gigantescas y que sobreviven agónicamente por el salvataje que viene implementando el Banco Central Europeo (BCE), cuya situación se ha vuelto más vulnerable que nunca.
En este contexto, el PBI de Francia no deja de retroceder desde comienzos de la década de 1980. Al mismo tiempo, se acentúan las tendencias a la desindustrialización. La “libre circulación de personas y mercancías” dentro de las fronteras de la UE ha sido utilizada por el capital para promover una deslocalización, apuntando a aprovechar la disponibilidad de mano de obra e insumos más baratos de otros países. Ni qué hablar que esto ha acentuado a niveles extremos la competencia ruinosa entre los trabajadores, impulsado la tendencia a la baja de los salarios y la precarización laboral.
Esto es lo que está en la base de una desocupación superior al 10 por ciento -que sería aún mayor si se tomaran en cuenta los subocupados y la franja de trabajadores desalentados que no buscan trabajo y, por lo tanto, no aparecen en los cómputos.
El rescate hecho por el Estado ha elevado la deuda a casi el 100 por ciento del PBI pero esto no ha servido para revertir el estado de situación. Al déficit fiscal en aumento se agrega, ahora, un creciente déficit comercial.
Los planes en danza
La política dominante de la burguesía francesa es descargar el peso de la crisis sobre los trabajadores. El objetivo es restablecer la tasa de ganancia en declinación. En sintonía con ello, Macron impulsa una reducción de impuestos (al estilo Trump) de las sociedades y los sectores de mayores recursos. Estos incentivos a la clase capitalista van de la mano de un recorte del presupuesto cuyo principal blanco serán los gastos sociales. Aunque Macron, demagogia mediante, ha tratado de disimular sus planes, marcha a una nueva confrontación con la población.
Macron deberá probar si tiene la capacidad de poder hacer prosperar sus objetivos y ganar esta pulseada. No olvidemos que todavía está fresca en la memoria popular la gran movilización contra la reforma laboral reaccionaria. Macron, sin embargo, a diferencia del presidente saliente, François Hollande, ni siquiera cuenta con un partido propio.
Todo indica que se prepara un escenario de gran fragmentación política que las legislativas, previstas para dentro de dos meses, volverán a confirmar. Lo que se avecina es una Asamblea Nacional atomizada, en medio de la cual Macron, un gobierno minoritario, posiblemente ensaye compromisos y “coaliciones a la carta”, al estilo de Mauricio Macri.
Perspectivas
Igual que en elecciones pasadas, la segunda vuelta unificará, contra la amenaza de la derecha, a todo el arco “democrático”, incorporando todos los colores de este espectro político en un gran frente popular. Entre tanto, los candidatos del sector “democrático” se van cada vez más a la derecha, adoptando la demagogia xenófoba antiinmigrante y ‘antiterrorista’ de Le Pen, empezando por el propio Macron. Obviamente, esta gran operación política se va a extender a las filas de la clase obrera, apuntando a reforzar la tutela y el sometimiento político e ideológico de los trabajadores a la clase capitalista. En 2002, buena parte de la izquierda (incluida la LCR) llamó a votar en la segunda vuelta al candidato burgués liberal (Jacques Chirac) contra el candidato nacional-fascista (Le Pen padre). Mélenchon plantea que Francia Insumisa va a decidir su conducta por medio de una consulta de sus seguidores por Internet -una forma indirecta de legitimar el respaldo a Macron, en medio de una fuerte presión politica sobre el electorado, que se irá agudizando con el transcurrir de los días. El NPA, por su parte, se ha manifestado en favor de la abstención.
Es necesario defender la independencia política de los trabajadores, y abrir paso a un reagrupamiento revolucionario de la izquierda y el movimiento obrero combativo, fundado en la estrategia del gobierno de trabajadores y el socialismo.