Fuera el imperialismo de los Balcanes

El enclave de Bihac, en el noroeste de Bosnia, se encuentra a punto de caer en manos de las fuerzas serbias, con la consiguiente perspectiva de una nueva “limpieza étnica”, expulsiones en masa y asesinatos, y la pérdida definitiva de la independencia de Bosnia. La anexión de la mayor parte de Bosnia a una Federación serbia traería aparejadas infinitas violencias contra las poblaciones sometidas y un régimen político terrorista, y tambien con mucha probabilidad una extensión de la guerra en los Balcanes, que involucraría a Croacia, Albania, Grecia y Bulgaria —aunque no se podría excluir a Turquía y a otros países musulmanes.


La Onu y la Otan se habían hecho garantes de la seguridad militar de Bihac y de la independencia de Bosnia, pero ante el giro de los acontecimientos coincidieron en proponer la formación de una Federación serbia con la inclusión de gran parte de Bosnia, lo que significa una completa violación de sus compromisos. Como meses atrás, por iniciativa de los Estados Unidos, la Onu había aceptado la formación de una federación croato-musulmana, con lo cual el nuevo planteo significa la desaparición de Bosnia. La política de “estabilización” de los Balcanes, que el imperialismo mundial desea para desarrollar la penetración capitalista en Europa oriental y Rusia, ha significado la aceptación de las consecuencias de las violencias políticas desarrolladas por las camarillas burocráticas de la ex Yugoslavia. Desde un punto de vista económico, los estados que emergieron de la partición del país son todos vasallos del capital alemán, dependiendo financiera o comercialmente del marco.


La masacre del enclave de Bihac no constituye, sin embargo, el último capítulo de esta guerra infame, en la cual están abiertamente involucradas todas las grandes potencias. La fracción serbia de Bosnia no acepta la condición de la Onu de devolver una parte de los territorios bosnios a la federación croato-musulmana, mientras que los serbios que habitan la región croata de Krajina se niegan a aceptar la exigencia de reintegrarse a Croacia. Ambas cuestiones pueden escalar la guerra en la ex Yugoslavia y lo más significativo es que Alemania se ha manifestado dispuesta a apoyar una guerra de Croacia para recuperar su territorio.


Los últimos acontecimientos han acentuado la división entre las grandes potencias encargadas de establecer la política de la ONU. Estados Unidos y Alemania arman, a pesar del bloqueo oficial, a los bosnios musulmanes, a través del territorio de Croacia. Al mismo tiempo, sin embargo, levantaron el bloqueo que pesaba sobre el Estado serbio, valiendose del pretexto de que el gobierno de éste había dejado de apoyar a los serbios de Bosnia. Francia, Inglaterra y Rusia han denunciado el apoyo clandestino que brindan Alemania y Estados Unidos a Bosnia como un factor que agrava la guerra en la región. Se ha dicho que las relaciones entre Estados Unidos y Gran Bretaña pasan por su peor momento desde 1956, cuando los norteamericanos ordernaron a la fuerza expedicionaria anglo-franco-israelí a cesar la invasión a Egipto.


Esta división traduce las contradicciones crecientes que van oponiendo a Alemania, de un lado, y a Francia e Inglaterra, del otro, con relación a la unidad europea. La primera pretende encabezar una Federación Europea merced a su mayor poderío económico, su mayor penetración financiera y su mayor masa de población; las otras dos resisten desesperadamente esta absorción y en esta resistencia buscan incluso el apoyo ruso. La hegemonía alemana, sin embargo, no tiene posibilidades de desarrollarse sin el apoyo norteamericano, el cual pretende realizar por esta vía su propia hegemonía mundial. La alianza yanqui-germana es la clave de un éxito de la restauración capitalista en Europa del este y Rusia. Estados Unidos apoya los planteos de integración europea de Alemania y ésta apoya las exigencias norteamericanas de integración militar de Europa del este a la Otan. Pero como este planteo excluye a Rusia, los rusos lo denuncian como un retorno a una variante de la “guerra fría”. La situación que se ha creado de esta manera, significa la muerte de los acuerdos ruso-alemanes que permitieron la absorción de la ex Alemania oriental, porque esos acuerdos preveían un apoyo privilegiado del capital alemán a la reconversión de la industria rusa. Esta fractura de fondo entre las grandes potencias capitalistas, explica la enorme división de la Onu con relación a la ex Yugoslavia.


Es por todo esto que la guerra yugoslava podría extenderse a todo el oriente de Europa. Los restantes conflictos regionales, como los de Macedonia-Grecia, o los de Armenia o Chechenia, tienen puntos de contacto con la crisis yugoslava, en la medida en que reflejan la lucha por un nuevo reparto mundial entre las fuerzas imperialistas, la cual es un resultado de la desesperada necesidad de mercados por parte del imperialismo mundial, por un lado, y de la descomposición de los regímenes burocrático-stalinistas, por el otro.


Existe, sin embargo, un factor de características generales que exacerba el cuadro de crisis mudial y de posibilidades de guerra: la debilidad económica y política de todos los Estados imperialistas, con altos déficits de presupuesto, bancarrotas económicas, desocupación en masa, gobiernos débiles, fuerte resistencia democrática contra los atropellos totalitarios o fascistizantes y aparición intermitente de grandes reacciones de masa de la clase obrera y de la juventud.


Esta apreciación de conjunto dicta nuestra posición política: fuera el imperialismo de la ex Yugoslavia; defensa de la integridad nacional de Bosnia; fuera los regímenes burocráticos y sus militares, por la unidad socialista de Yugoslavia y los Balcanes; por la defensa de la autodeterminación nacional y de la independencia nacional de las ex repúblicas soviéticas y de las repúblicas rusas; por la guerra civil contra la burocracia restauracionista de la ex URSS y por la unión libre y socialista de todas sus naciones.