Internacionales
6/11/2024
¡Fuera Milei! La lucha en los sindicatos
Debates en el III Evento Internacional León Trotsky.
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Foto: Federico Imas @ojoobrerofotografía
Los ya más de 10 meses de gobierno de Milei han dejado claro que su régimen político de guerra contra la clase obrera es aplaudido a rabiar por el conjunto de la burguesía y del imperialismo, motivo por el cual es un patrimonio que defienden no solo los liberfachos y el PRO sino todos los partidos de la oposición patronal (radicales, coalición cívica, pichetistas, etc.),y muy especialmente el peronismo.
Como nunca, el empobrecimiento de la clase obrera ha afectado no solo a trabajadores desocupados e informales sino al conjunto de la clase obrera que, ante una canasta de pobreza de $964.620 a septiembre, recibe salarios promedio de $427.917 (Infobae, 18/09). El 52.9% de pobreza del primer semestre no solo ha crecido, sino que en sectores amplios de la clase obrera trepa a niveles de hasta el 60% y 70%. Despidos, cierre de hospitales, vaciamiento de la salud y la educación, profundización de la reforma laboral, tarifazos, jubilaciones de pobreza e indigencia, desfinanciamiento universitario, congelamiento de montos y de planes sociales, desabastecimiento de comedores populares, etc., en medio de la crisis capitalista mundial, expresan la necesidad del capital de arrasar con todas las conquistas obreras.
Como nunca, el papel de la burocracia sindical peronista se ha revelado como estratégico para el capital, paralizando y maniatando a los sindicatos, dividiendo y aislando las luchas obreras que en forma creciente han salido a enfrentar esta ofensiva (docentes, docentes universitarios, hospitales –como el Garrahan y el Bonaparte-, aeronáuticos, el movimiento piquetero, el Sutna contra los despidos y por la paritaria salarial, la rebelión de los jubilados).
En medio de los debates acerca de cómo intervenir en el movimiento obrero que se desenvolvieron en el III Evento Internacional León Trotsky, también como nunca resaltó la vigencia de la caracterización de Trotsky del papel de los sindicatos en la época del imperialismo: o engranajes de la opresión imperialista o “un instrumento del movimiento revolucionario del proletariado” (Los sindicatos en la época del imperialismo, L.T.), y las profundas divergencias entre el Partido Obrero y el resto de las organizaciones trotskistas, incluso con todas las que constituimos el FIT-U.
Sus posiciones
Trotsky es categórico en señalar que, en la era del capital monopolista, el imperialismo no tolera ningún planteo contrario a sus imposiciones de parte de nada ni de nadie, lo que incluye a regímenes políticos y organizaciones sociales. Esto significa el fin de la democracia burguesa (del democratismo) y de la libertad de los sindicatos. Por lo tanto, el posicionamiento de la izquierda frente a la regimentación de los sindicatos y la burocracia sindical –de un lado- y ante la descomposición de la democracia política –del otro- es crucial.
Todas las corrientes de la izquierda provenientes del morenismo, y exintegrantes del MAS, tienen frente a estos dos pilares que define Trotsky posturas contrarias, que tienen un punto de inflexión en la caracterización oportunamente desenvuelta por Nahuel Moreno en 1982.
Efectivamente, en 1982, el MAS caracterizó a la caída de la dictadura genocida y al ascenso de Raúl Alfonsín como el comienzo de una “revolución democrática en la Argentina”: una revolución burguesa que el proletariado debía acompañar. “Este voto a Alfonsín es la expresión electoral de las grandes luchas que, por las mismas aspiraciones, viene realizando el pueblo trabajador desde hace un año y medio” (Solidaridad Socialista, N° 48, 10/11/83). Este posicionamiento implicó la adaptación al democratismo burgués (socialismo con democracia) y por lógica a los partidos patronales, particularmente al peronismo, y en los sindicatos la subordinación detrás de la burocracia sindical. Solo algunas de las consecuencias de esta política fueron el apoyo a los 26 puntos de la CGT y los 23 puntos del Frepu, frente de conciliación de clases junto al estalinismo y sectores peronistas. Ambos, un claro programa común del morenismo con el nacionalismo burgués.
Muchas de las posiciones actuales de las corrientes en las que se ha dividido el antiguo MAS, de adaptación al nacionalismo burgués y de democratismo y/o electoralismo, y de subordinación a la burocracia sindical, provienen de este tronco común.
En el plano de la intervención en los sindicatos, en la subordinación a la burocracia sindical, propugnan el reclamo de que los jerarcas sindicales terminen “la tregua” y se pongan a la cabeza de la lucha que estas mismas corrientes reconocen que frizaron. En líneas generales, que “la CGT y las CTAs se pongan a la cabeza de las luchas” es una política de derrota para esas luchas, propia del perro que se muerde la cola.
El posicionamiento más frontal contra una intervención independiente en el seno de los sindicatos fue la del PTS. Su orador en la mesa principal del movimiento obrero y la lucha contra Milei, Raúl Godoy, planteó que no hay que hacer fetiche de los sindicatos, declaró “para qué queremos secretarios generales”, y reivindicó “construir desde abajo instituciones de democracia directa y de autoorganización de los sectores en lucha que obliguen a la burocracia de los sindicatos a ponerse a la cabeza”.
En el plano político, esas posturas se expresan en apoyos (parciales) o críticas (también parciales) al peronismo, y en la ausencia de un planteo político de salida a la realidad del gobierno de Milei, fuera de la intervención electoral del FIT-U.
Los editoriales de la izquierda expresan además una diferenciación del peronismo respecto del resto del entramado de la oposición patronal, en una expresión de acercamiento político al nacionalismo burgués que vehiculiza esa adaptación al régimen democrático.
Izquierda Socialista plantea que “hay que señalar que incluso el peronismo kirchnerista, que aparece como más “opositor” y que no le ha votado leyes a Milei, también tiene sus responsabilidades, porque no ha hecho nada por organizar la pelea contra el ajuste. Toda su apuesta es a 2025, en lo electoral” (El Socialista, 31-10), es decir, ¿le reclama al peronismo que se ponga políticamente a la cabeza de las masas?
El MST señala que “la dirección burocrática de la CGT no escuchó a las bases que piden un plan de lucha. Se la pasaron explicando por televisión que iban al Congreso a reunirse con senadores y que en particular articulaban con Unión por la Patria. Pero estos senadores peronistas tampoco le pidieron a la CGT que acompañe la sesión con un paro nacional, porque unos y otros, desde su lugar, impulsan una línea de no confrontación hasta el final. Una línea de denuncia que no quiere derribar el plan Milei, solo desgastarlo” (Alejandro Bodart, Alternativa Socialista N° 852). ¿Habría que reclamarles que sean más consecuentes?
Finalmente, el PTS rescata que, frente a la reivindicación de Isabel Perón de parte de la vicepresidenta Victoria Villarruel, prácticamente todo el arco político patronal tendría una postura contraria: “una idea ciertamente compartida coincide en calificar a la presidencia de Isabel Perón (julio de 1974-marzo de 1976) como una verdadera calamidad para la historia argentina. Hasta el 17 de octubre de 2024 solo la había reivindicado institucionalmente desde el Poder Ejecutivo el entonces presidente Carlos Menem, mérito que desde ese día también comparte la actual vice, Victoria Villarruel, con el resonado encuentro íntimo en Madrid y el posterior busto inaugurado en el Senado. Por fuera de ambas figuras, ninguna otra referencia política de volumen se animaría a validar su gestión, ni siquiera en tiempos donde las derechas avanzan a caballo de nostalgias de ese tipo. Y el peronismo, ya sea como movimiento o bien como partido, y aún con las fracturas internas que dispersan liderazgos, le esquiva a Isabelita como un distraído jugando al huevo podrido” (ID, 4-11). En tiempos de blanqueos, un blanqueo político rotundo del pejota-kichnerismo que, bajo el menemato, fue sostenedor sin fisuras de Menem y de Domingo Cavallo. En esa sintonía, refiriéndose a por qué no hay un estallido social frente al brutal ajuste de Milei, en su editorial del 31-10, Fernando Rosso señaló : «La sociedad argentina tiene el nivel de ‘estallido’ que las direcciones conservadoras de los trabajadores o del movimiento popular le permiten tener. Si ante este escenario, no transara cada uno por su lado y se unificara, podríamos tener no un ‘estallido'» (porque tampoco los estallidos ‘ciegos, sordos y mudos’ son la panacea de la protesta); quizá podríamos tener algo mejor: un plan de lucha, una huelga nacional (que incluya y contenga a todos los afectados, como los precarios) y que ponga en jaque a Milei” ( ID, ídem). La huelga general no sería para derribar a Milei sino para ponerlo en jaque. Tampoco se propicia un levantamiento popular. Pero “el plan de lucha” solo podría suceder subordinado “a los que transan”.
La intervención políticamente independiente de la clase obrera ocupada y desocupada (movimiento piquetero, protagonista del 2001) está completamente ausente.
Nuestra posición
En el planteo que presentó el PO en el III Evento Internacional León Trotsky, en el apartado “Tareas y Desafíos”, en su quinto ítem, se plantea “echar a las burocracias procapitalistas de los sindicatos y organizaciones de masas, para recuperar éstos en defensa de los intereses de los trabajadores y como instrumentos de lucha por la revolución socialista”.
Justamente, en Los sindicatos en la era del imperialismo, Trotsky coloca a la lucha en los sindicatos como un aspecto estratégico en la intervención del partido revolucionario, una lucha para recuperar las organizaciones obreras de manos de la burocracia sindical. Textual: “es preciso adaptarse a las condiciones concretas existentes en los sindicatos de cada país con el objeto de movilizar a las masas, no solamente contra la burguesía, sino también contra el régimen totalitario dentro de los mismos sindicatos y contra los dirigentes que refuerzan este régimen” ( L.T., ídem). Bastante lejos de la consideración de “para qué queremos secretarios generales”.
No querer secretarios generales del clasismo, del partido revolucionario, es dejar de lado la tarea de recuperar las organizaciones obreras en manos de la burocracia, lo cual es una adaptación a los jerarcas sindicales pero fundamentalmente al régimen político burgués.
Por el contrario, la tarea de los revolucionarios es la de convertir a los sindicatos en “el instrumento del movimiento revolucionario del proletariado”, y avanzar en la “independencia completa e incondicional de los sindicatos frente al Estado capitalista. Esto significa una lucha cuyo objetivo es convertir a los sindicatos en órganos de las amplias masas explotadas y no en órganos de la aristocracia obrera. La segunda consigna es: democracia sindical. Esta segunda consigna surge directamente de la primera y presupone para su realización la completa libertad de los sindicatos del Estado colonial o imperialista” (L.T, ídem).
Trotsky agrega que ello implica dotar de un programa a los sindicatos, “el programa de reivindicaciones transitorias (El Programa de Transición) adoptado por el último congreso de la IV Internacional que no solo es el programa para la actividad del partido, sino que es en sus características fundamentales, el programa para la actividad de los sindicatos” (LT, ídem).
Para avanzar en esta política en los sindicatos desde el PO ponemos en pie agrupaciones sindicales clasistas en todos los gremios, con el objetivo estratégico de escindir, de arrancar a los trabajadores del dominio de los partidos patronales, del nacionalismo burgués, al que se encuentra integrada la burocracia sindical y, por esta vía, de la subordinación al aparato del Estado.
Luchamos por agrupaciones clasistas en todos los sindicatos, por la recuperación de sindicatos de manos de la burocracia y por la unificación de los sindicatos recuperados en un frente común, con un programa de independencia de clase, como el que dio origen en 2018 al Plenario del Sindicalismo Combativo, definido por “una nueva dirección combativa y antiburocrática del movimiento obrero basada en la democracia sindical y la independencia política de los trabajadores. Por la derogación de la Ley de Asociaciones Sindicales, que ampara el dominio de la burocracia. Por la Independencia política de los trabajadores. Reivindicamos una salida obrera integral para que la crisis la paguen los capitalistas, mediante un plan económico bajo dirección de los trabajadores”, lo que implica organizar el país bajo nuevas relaciones sociales.
Esta lucha al interior de los sindicatos y de las organizaciones obreras es crucial para desenvolver la consigna que levantamos frente al régimen antiobrero: ¡Fuera Milei!, organizando “la huelga general para echarlo y defender el salario y las condiciones de vida del pueblo en la perspectiva de un gobierno de trabajadores. Esperar un año, a las elecciones de fines de octubre del 2025, es darle un hándicap importante para que lleve a un aplastamiento histórico y desmoralización de las luchas de las masas” (La vigencia del leninismo-trotskismo, en la época de la crisis capitalista, guerras y revoluciones, Partido Obrero, octubre 2024).