Internacionales

18/10/2019

Fuera Turquía y el imperialismo de Rojava

Por el triunfo de la resistencia kurda.

El 9 de octubre pasado, con la aprobación del presidente estadounidense Donald Trump, el gobierno de Turquía lanzó una invasión militar sobre el norte de Siria, más precisamente en Rojava, el área bajo control de los kurdos. El objetivo de esta ofensiva, denominada Operación Manantial de Paz, es anexionarse territorios fronterizos a costa de feroces matanzas.


El ejército turco, miembro de la Otan, ha bombardeado poblados y blancos civiles. Además, reclutó como fuerza de choque a tropas mercenarias y ex yihadistas. Los testimonios coinciden en fuertes denuncias de violaciones a los derechos humanos. Su paso ya se cobró decenas de muertos, en especial civiles, y cientos de miles de desplazados. El avance del gobierno turco, que pretende reducir el norte de Siria a un campo de asentamientos, al estilo de los de Israel en Gaza y Cisjordania, activa las alarmas contra una práctica de limpieza étnica y genocidio.


La resistencia es feroz. Está encabezada por las Fuerzas Democráticas Sirias, una coalición liderada por las milicias kurdas, que cuentan con gran arraigo popular. Los kurdos -una minoría nacional históricamente oprimida y atomizada en cuatro Estados, como consecuencia del reparto imperialista de Oriente Medio- lograron formar un gobierno autónomo al norte de Siria.


La burguesía kurda había actuado apoyada y en conjunto con Estados Unidos contra el Estado Islámico (Isis). Ahora, fue traicionada por un reacomodamiento de Trump, que retiró las tropas que hacían de colchón entre los kurdos y el ejército de Erdogan, privilegiando un entendimiento con Turquía en desmedro de a sus antiguos aliados.


Frente a una masacre inminente, el domingo 13 de octubre los kurdos sellaron un compromiso con Rusia y el gobierno sirio de Bashar Al Assad, que seguramente condicionará su autonomía política. El ingreso de estas fuerzas en la contienda puede re escalar la guerra civil en Siria, que ya ingresó en su octavo año. Al anunciarse la derrota del Isis, señalamos que no era el inicio de un periodo de paz, sino el preámbulo de nuevas guerras espoleadas por la crisis capitalista mundial.


Por la derrota de Erdogan y del imperialismo


Esta avanzada militar es el correlato de la política represiva que el presidente turco Recip Erdogan aplica hacia el interior de sus fronteras. La vulneración de los derechos democráticos y la opresión a las minorías nacionales, incluyendo miles de presos políticos, va de la mano con la regimentación del movimiento obrero. La política de masacre contra los kurdos en Turquía, que Erdogan quiere extender al norte de Siria, incluye la injusta persecución al partido PKK y a sus colaterales, mayoritario entre los kurdos, como “terroristas”, instrumentando los medios para aniquilarlo.


La iniciativa de la guerra contra los kurdos pretende reforzar al gobierno de Erdogan y sus embates contra los trabajadores turcos. Es una iniciativa política para salir de su impasse. El partido islamista de Erdogan (AKP) viene de una derrota electoral en las principales ciudades a manos del CHP, el partido de la burguesía turca occidentalista, abiertamente apoyada por Trump. Al igual que este, el CHP ha avalado la operación militar, en una muestra de ‘unidad nacional’.


El imperialismo, al igual que en otras latitudes, actúa con pragmatismo: luego de apoyar el golpe contra Erdogan en 2016, se ha avenido a un acuerdo. Finalmente, se trata de un pagador serial del FMI, con quien pretenderá meter una cuña en las ricas reservas de gas y petróleo del norte de Siria, a la vez que aleja a Turquía de su alianza con Rusia e Irán. Las amenazas de sanciones económicas y las bravuconadas de Trump, que no incluyen vetos militares, tienen la función de condicionar al gobierno turco y de recordarle quién es el verdadero dueño del circo.


En el mismo sentido deben interpretarse las protestas de los gobiernos de Francia y Alemania contra Turquía, incluyendo su pedido de expulsión de la Otan, mientras dejan actuar militarmente al ejército turco en territorio sirio.


El movimiento kurdo ha pagado un precio muy alto por su alineamiento con Estados Unidos, en estos últimos años. La expectativa de su dirigencia de que la Casa Blanca era un salvoconducto de sobrevivencia se reveló infundada. Una vez más, en medio de la actual masacre en curso, Trump volvió a condenar al movimiento kurdo de “terrorista” y de ser “peor que el Estado Islámico”.


Frente a este escenario, el triunfo de la coalición liderada por las milicias kurdas y la derrota de Turquía, que actúa como brazo militar del imperialismo y los intereses estadounidenses, sería un golpe a la política imperialista en la región. Además, aceleraría un derrumbe de Erdogan y, probablemente, una crisis revolucionaria en Turquía.


Por otra parte, el retiro de las tropas estadounidenses, que abrió la caja de Pandora de la guerra y reactivó al terrorismo del Isis, mostró también que la derrota militar del Estado Islámico está lejos de significar el fin del fascismo islamista en la región. La lucha del pueblo kurdo debe ser apoyada por los revolucionarios de todo el mundo.


Donald Trump y Vladimir Putin


Trump, que asumió con amenazas hacia los países de Oriente Medio, ha fracasado en su política. Se ha comprobado un completo empantanamiento de las aventuras militares del imperialismo en Afganistán, en Irak y, ahora, en Siria.


Así, estas incursiones, costosas en términos económicos y políticos, están siendo evitadas para atender los ‘problemas domésticos’, bajo la conciencia de que pueden afectar las posibilidades de reelección. Trump necesita exhibir un éxito diplomático que lo legitime en su frente interno.


En este sentido, el giro hacia Turquía expresa una voluntad de recuperar terreno apoyándose en una “tercerización” del control imperialista. También, un intento de recomposición de su sistema de alianzas, dañado por el rumbo incierto de Arabia Saudita frente a la crisis con Irán y la guerra en Yemen, y de Israel y su nuevo gobierno.


Mientras tanto Putin, que acaba de realizar una visita oficial a Arabia Saudita, se presenta como el Bonaparte capaz de conciliar todos los intereses. Rusia se fortalece en el “gran juego” de Oriente Medio. Su injerencia, que Trump deja correr, es contrapuesta a las aspiraciones de las viejas potencias europeas, que vienen de magros resultados en sus intervenciones en la región.


Organicemos la solidaridad internacional


Desde el inicio de la invasión turca, miles se manifestaron en todo el mundo contra la matanza y en solidaridad con los kurdos. Las movilizaciones deben contribuir a impedir la masacre y defender los derechos humanos más elementales. Pero también, su arraigo popular será determinante contra las futuras extorsiones y compromisos impuestos por Rusia y el gobierno sirio.


A la vez que rechazamos cualquier tipo de sumisión a Estados Unidos y de apoyo a un bando imperialista, nos pronunciamos en defensa de Rojava y por la derrota de la invasión turca. Sin borrar las diferencias estratégicas con la dirección política kurda, promovemos el frente único contra el imperialismo. Un triunfo de la causa kurda será un paso adelante en favor del derecho a la autodeterminación de los pueblos, de la expulsión del imperialismo de Oriente Medio y de la emergencia de gobiernos obreros, en el marco de la unidad socialista de la región.