Genocidio en Gaza

A tres semanas del estallido del conflicto

La Franja de Gaza, devastada

En los últimos días acaban de tener lugar los bombardeos más intensos desde el 7 de octubre, en el inicio de este nuevo capítulo del conflicto. Las víctimas fatales en Gaza ya se acercan a las 6.000, la abrumadora mayoría civiles y la cual incluye 2.000 niños y más de 10.000 heridos. La propaganda sionista puso el grito en el cielo contra la muerte de civiles israelíes y el asesinato de menores con motivo de la operación militar de Hamas del pasado 7 de octubre, pero no reacciona de la misma forma cuando se tratan de los civiles palestinos. En este último caso se habla de “daños colaterales”, “inevitables”, “incontrolables” de los bombardeos que tendrían como blanco, según el relato desde Tel Aviv, objetivos militares, aunque el número de víctimas civiles ya es cuatro veces superior a la sufrida por la acción de Hamas. Como se ve, se usan dos varas muy diferentes.

Pero a esto hay que agregar que todo el pueblo de Gaza, sus dos millones de habitantes, están sometidos a un verdadero calvario como consecuencia del bloqueo dispuesto por el gobierno de Israel, sin reservas de agua potable, sin combustible, sin electricidad sin medicamentos y escasez extrema de alimentos. Estamos frente a una gigantesca crisis humanitaria. Las noticias recientes dan cuenta dramáticamente que 130 bebés están al borde la muerte porque no hay energía para que funcionen las incubadoras. El ingreso de convoyes con ayuda humanitaria proveniente de Egipto se ha efectivizado esta semana, luego de marchas y contramarchas, pero es a cuentagotas y escandalosamente exiguo en relación a las necesidades.

La tensión también se extiende a Cisjordania. Su población, y en especial la nueva generación, hierve de indignación contra la ocupación y la colonización sionista y el dolor al ver el sufrimiento de que están padeciendo sus hermanos de Gaza como consecuencia del asedio israelí. Los muertos en Cisjordania ya superan los 90 en estas últimas tres semanas en un marco creciente de protestas y enfrentamientos con las fuerzas armadas y de seguridad sionistas. El poder palestino encarnado por la Autoridad Palestina está desprestigiado porque en esta última década ha oficiado como una suerte de policía de su propio pueblo, con el aval del gobierno israelí. Se está creando la base de una nueva intifada. “Sondeos apuntan a un creciente apoyo social a la idea de la lucha armada” (La Nación, 22/10).

Junto con Gaza y Cisjordania, el tercer frente es el norte del Líbano, donde ya se registra intercambio de fuego, aunque todavía de baja intensidad entre Hezbollah, la milicia respaldada por Irán, con alto grado de adiestramiento, que ya en 2006 infligió una derrota al poderoso ejército israelí. La posibilidad de una escalada bélica está a flor de piel. Estados Unidos y otros países occidentales han pedido a sus ciudadanos que salgan del Líbano. Israel está evacuando pueblos en la zona norte del país.

La demora de la invasión

Estos factores deben ser tomados en cuenta para explicar de por qué se viene demorando la invasión. La concentración de fuerzas y el despliegue bélico en la puerta de Gaza nos hablan de la inminencia de la incursión terrestre. Algunos generales del alto mando israelí habrían dicho que la decisión estaría tomada. Netanyahu acaba de confirmar la decisión de hacerlo. Sin embargo, hay un temor fundado de que una invasión podría convertirse en un pantano. El ingreso a Gaza, en términos militares, es una operación compleja debido a las características urbanas de Gaza y a la preparación de Hamas, que se apoya en un sofisticado laberinto de túneles, refugios y vías de circulación muy desarrolladas. Hay expertos que señalan que en estos últimos años Hamas ha perfeccionado notablemente su capacidad militar y “temen que en sus reservas posea un arsenal de tecnología más avanzada y que sus líderes prefieran desplegarlo en respuesta a lo que consideran un previsible ataque terrestre israelí” (La Nación, 22/10). Esto podría terminar siendo una trampa letal para el ejército invasor. Está fresco en la memoria lo que fue la captura de la ciudad de Mosul bajo control del Ejército Islámico (Isis), que duró nueve meses y se convirtió en una verdadera sangría con más de 10.000 muertos civiles.

También existe un juego político de altas esferas que dilata la incursión. La semana pasada Estados Unidos vetó dos resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, una de ellas -presentada por Brasil- con formulaciones de consenso para habilitar el paso de ayuda humanitaria. Su argumento fue que no incluía el derecho de Israel a defenderse, precisamente lo que estaba negociando el presidente Joe Biden en Israel. Más tarde, voceros gubernamentales de China se hicieron eco y también levantaron el “derecho a la defensa israelí”, aunque ateniéndose a la legislación internacional. Estados Unidos envió asesores militares especialistas en combate urbano y mantiene desplegados sus portaviones en las costas de Palestina, además de refrendar el apoyo financiero. Los llamados a frenar la escalada, de momento, no tienen un correlato en un retaceo de ayuda por parte de Estados Unidos a Israel.

Así todo, las fisuras en Washington se ensanchan. El expresidente Barack Obama emitió una larga carta donde, como una “teoría de los dos demonios”, condena al bando palestino a la vez que emite críticas y denuncias muy duras contra Israel.

Una carnicería de esta magnitud, como ya está ocurriendo, terminaría por sensibilizar y provocar un giro de la opinión pública internacional en contra de Israel que inicialmente, al menos en parte, logró volcar a su favor cuando tuvo lugar la operación de Hamas del 7 de octubre.

Una invasión terrestre no solo amenaza con una insurgencia en los territorios ocupados sino que abre el riesgo de una regionalización. La amenaza de Hezbollah no se circunscribe al Líbano. Las milicias de esa organización también se encuentran en Siria, Irak y Yemen. Un dron atacó a tropas estadounidenses en Siria. En Irak fueron golpeadas dos bases que alojan fuerzas de Estados Unidos. Un buque estadounidense en el Mar Rojo interceptó misiles disparados desde Yemen hacia el norte. Israel, a su turno, efectuó bombardeos en el norte del Líbano y en Damasco. Por supuesto, esto ya ha asestado a un golpe a la política de acercamiento y normalización de las relaciones que venía enhebrando el gobierno israelí con los países árabes, que contaba con la bendición de Estados Unidos. Por lo pronto, ha entrado en stand by el acuerdo que estaba a punto de firmar Netanyahu con la monarquía saudita.

El día después

Pero las reservas mayores en el imperialismo respecto a la invasión tienen que ver con el después. Aún en la hipótesis de que resultara exitosa la invasión y se lograra asestar un golpe rotundo a Hamas, lo que está en discusión es quién y cómo va a pasar a gobernar Gaza luego del desenlace militar del conflicto. Todavía está presente en la memoria, en primer lugar en Estados Unidos, el fracaso de la ocupación en Irak y Afganistán y la retirada ignominiosa que se vio obligado a hacer en ambos países. El expremier Ehud Barak sugiere una intervención política en Gaza, no de parte de Israel, como alientan algunos aliados de Netanyahu, sino de un puñado de países árabes que abra el camino para el regreso al poder de la Autoridad Palestina. Pero esto tropieza con el desprestigio de dicha fuerza, que incluso cada vez se le hace más difícil de sostener en la propia Cisjordania. El remedio podría terminar resultando peor que la enfermedad, dando pie a una situación ingobernable. Esta propuesta estaría unida a un reflotamiento de la solución de los “dos Estados”, obligando al régimen sionista a renunciar a nuevas colonizaciones e incluso retrotraer las de los últimos años. La idea, sin embargo, de una convivencia armónica entre Israel y un Estado palestino independiente se ha probado inviable pues tropieza con la naturaleza del Estado sionista, cuya existencia se asienta en la expulsión y limpieza étnica del pueblo palestino.

La crisis para encontrar una salida quedó clara en la reunión de acaba de tener lugar en Egipto, que reunió a naciones árabes y algunos países de Occidente en la que, debido a los intereses encontrados, no pudo emitirse una declaración final común. Los participantes plantearon un alto al fuego y ayuda para Gaza. Pero esto parece, hasta ahora, empantanado. Las cuatro liberaciones de rehenes que acaba de hacer Hamas serían parte de una propuesta más amplia que incluiría la entrega de otro medio centenar de los 200 cautivos que tomó la organización. La condición planteada es que se alivien los bombardeos israelíes sobre el territorio, una demanda de difícil cumplimiento, dicen aquí las fuentes militares. Esos ataques, por el contrario, se han triplicado en las últimas horas. Obviamente habla de un impasse.

Crisis política y movilización internacional

A este panorama es necesario agregar la propia crisis política israelí. Suele ocurrir ante un ataque como el actual que el gobierno logre explotarlo para ganar mayor iniciativa política. No es lo que ocurrió en Israel con el primer ministro Benjamín Netanyahu. El cuestionamiento que existía antes del ataque terrorista de Hamas se incrementó posteriormente debido a las fallas de seguridad nacional que expuso ese gravísimo episodio. Se lo acusa de haber debilitado la custodia de los territorios fronterizos a Gaza porque se privilegió la presencia de las fuerzas militares en Cisjordania, respaldando la instalación nuevos asentamientos de colonos. Hay una mayoría de la población, de acuerdo con las encuestas, que plantea que Netanyahu debería dar un paso al costado. No hay que olvidar que, previo a la operación de Hamas, Israel había estado sacudida por protestas masivas frente al intento del gobierno de introducir una reforma judicial, dándole mayor libertad de acción al Poder Ejecutivo y limitando la intervención de la Justicia. Entre otras cosas, esta reforma es de interés para el propio Netanyahu para salvar su propio pellejo y no terminar en la cárcel de cara a las acusaciones de corrupción a las que está sometido.

A esta inestabilidad política y tensiones internas no han sido impermeables las fuerzas armadas y de seguridad israelíes, en las que se vivía una atmósfera de malestar y que muy probablemente afectó los sofisticados sistemas de vigilancia y defensa israelí.

De cara a este escenario, lo alentador es que crece la movilización mundial contra este verdadero genocidio. Junto a las masivas movilizaciones en el mundo árabe y en Europa, superando las prohibiciones y la censura, se debe destacar el ingreso al recinto del capitolio estadounidense por parte de una concentración masiva de judíos no sionistas que rechazan que la masacre en Gaza se efectúe en su nombre.

La movilización convocada por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia en nuestro país es parte de esta tendencia. A medida que la ofensiva aumenta, se van afianzado las señales de simpatía y solidaridad con la causa palestina.

Redoblemos la movilización. Cese de los bombardeos. No a la invasión terrestre. Todo el apoyo al pueblo palestino. Abajo el Estado genocida de Israel. Por el derecho al retorno. Por una Palestina única, laica y socialista en el marco de los Estados unidos socialistas de Medio Oriente.

SUPLEMENTO ESPECIAL DE PRENSA OBRERA IMPRESA SOBRE PALESTINA

https://prensaobrera.com/internacionales/cual-debe-ser-la-posicion-de-la-izquierda-frente-a-la-estrategia-y-los-metodos-de-hamas