Internacionales
30/5/2024
Georgia en disputa
Qué implica la ley de agentes extranjeros y por qué hubo protestas.
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Una de las protestas contra el gobierno
La nación caucásica de cuatro millones de habitantes volvió a ser noticia estos días por la aprobación de una “ley de agentes extranjeros” que obliga a las organizaciones que reciben más de un 20 por ciento de su financiamiento del exterior a inscribirse en un registro y sortear controles más severos.
La norma fue, primero, aprobada por legisladores del oficialista Sueño Georgiano, luego vetada por la presidenta Salomé Zurabishvili (quien fue electa con el apoyo de ese partido pero hoy funge como independiente), y finalmente ratificada en segunda instancia por el parlamento. El primer ministro, Irakli Kobajidze, acusó de traición a la mandataria por su postura.
El partido opositor Movimiento Nacional Unido (MNU) y la presidenta alentaron manifestaciones para cuestionar la ley, a la que denuncian como un encargo de Rusia (donde en 2012 se aprobó una norma similar) y un alejamiento de Occidente. Y esta es, efectivamente, la gran pulseada que se juega en Georgia : tanto para Moscú como para Washington y la Unión Europea (UE), se trata de un territorio estratégico. El Kremlin lo considera parte de su radio de influencia, y para el imperialismo, a su vez, supone una pieza clave para cercar a Rusia.
El proceso está en pleno desarrollo: la presidenta llamó a votar contra Sueño Georgiano en las parlamentarias del 26 de octubre y animó a los manifestantes a juntar firmas (necesitarían recoger unas 200 mil) para convocar un referéndum sobre la orientación geopolítica del país. Argumenta que la mayoría de los georgianos es prooccidental.
Sueño Georgiano, un partido fundado por el oligarca Bidzina Ivanishvili (quien hizo su fortuna en Rusia en los 90), accedió al poder en 2012 y se mantiene hasta estos días. Ratificó el camino de acercamiento a la UE y a la Otan iniciado por las administraciones previas del MNU, pero también procuró recomponer lazos con el Kremlin, tras la guerra de 2008. Georgia depende energéticamente de Rusia y recibe también de allí gran cantidad de turistas.
La tensión que estamos viendo actualmente muestra que se reducen las posibilidades de mantener una política de equilibrio entre el imperialismo y Rusia, como la que venía sosteniendo el gobierno georgiano, en medio de un escenario general de confrontación, tras el estallido de la guerra en Ucrania. Es decir, fuerza a definiciones y, con ellas, a nuevas crisis.
Vale señalar, en cualquier caso, que por más voluntad de integración a la UE que esgrima la oposición prooccidental, la que viene poniendo obstáculos a la incorporación de Georgia es la misma Bruselas, que recién le concedió el estatus de candidato en diciembre de 2023, y para avanzar en una membresía le exige que barra con las protecciones a los grupos oligárquicos locales, en favor del gran capital extranjero.
En toda esta disputa, lo que ninguna de las fuerzas políticas dominantes toma en cuenta son los intereses de las masas. La clase trabajadora necesita un planteo propio, independiente de los bloques en pugna.