Gladys Marín (1941-2005)


El 6 de marzo, Gladys Marín, presidenta del Partido Comunista de Chile, de 63 años, murió víctima de una larga enfermedad. Durante dos días, medio millón de personas pasó por el ex Congreso Nacional para despedirla. El presidente Lagos declaró duelo nacional por dos días. Marín fue enterrada con variados honores el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora.


 


La compleja personalidad de Gladys Marín y la imagen que se fue formando de ella el pueblo chileno se vio reflejada en las 500.000 personas que transitaron ante sus restos. La encarnación femenina del proyecto de la UP fue llorada y homenajeada por un pueblo acongojado por su muerte.


 


Al igual que del gobierno de Allende, sobre ella debemos hacer un balance, en especial cuando hay 500.000 razones que lo exigen.


 


En un país polarizado desde hace décadas, la masa trabajadora ve en ella una luchadora que se bancó la dictadura y la desaparición de su marido, y que no integró, por lo menos no con un cargo público, el gobierno de la Concertación.


 


Sobre ella podríamos hacer un prontuario, pues apoyó a la burocracia de la URSS en la Primavera de Praga, abandonó el Frente Patriótico luego de haber participado de su creación, llamó a votar al democristiano Aylwin, y a Lagos en la segunda vuelta contra Lavín… Pero esto no ayudaría a las 500.000 personas a sacar una conclusión política.


 


Si la imagen de Marín es, sin embargo, la de los que no transaron con la Concertación, la cantidad de asistentes hablaría de un aguzado desgaste de un proyecto que continuó las políticas neoliberales de la dictadura militar y en algunos casos las profundizó, con la privatización de la salud o la flexibilización laboral llevada a un extremo, que tiene en la vida de las masas una enorme repercusión. Todas las esperanzas del retorno a la democracia, de la “alegría ya viene” y del “arco iris” terminaron en una nueva derrota para el proletariado chileno.


 


Esto en medio de una aguda crisis en la derecha chilena y el pinochetismo, que han sufrido en el último tiempo tres durísimos golpes: la detención de Paul Schaefer (Colonia Dignidad), uno de los preferidos de Pinochet, y eternamente apoyado por la UDI y RN hasta en campañas públicas; el escándalo por las cuentas de Pinochet, que implica a altos mandos militares, y el pedido de desafuero de Sergio Fernández, senador por la UDI y ministro del Interior durante el gobierno de Pinochet, por causas relacionadas con las violaciones a los DDHH.


 


El despunte de una tendencia a la izquierdización en Chile se manifestó en la masividad y combatividad de los actos de repudio a la visita de Bush el año pasado y en la enorme resistencia a los carabineros por parte de la juventud secundaria y universitaria en la lucha por el boleto escolar. 


 


“Podemos” (el ente electoral creado por el PC, junto con los humanistas y el resto de la izquierda democratizante) intenta explotar esta izquierdización y circunscribirla al terreno puramente electoral. Como expresó Tomás Moulián (precandidato del PC), se trata de ganar cupos dentro de la Concertación y no reeditar para nada el proyecto de la UP.


 


Se acercan grandes luchas para el proletariado chileno, por eso es primordial un balance concienzudo de la Unidad Popular que deje de lado la idolatralización de Allende y en este sentido también de Marín, que le permitirá al pueblo chileno no cometer otra vez los mismos errores.


 


Marín ingresa a las Juventudes Comunistas (JJCC) en 1956; en 1958 recibe su carnet del partido y dos años más tarde es elegida secretaria general de las JJCC. En 1965 es elegida diputada por el segundo distrito de Santiago, por el cual es reelecta varias veces. Su mandato sólo fue interrumpido por el golpe de Pinochet.


 


El rápido ascenso de la joven Marín en el PC va de la mano de su celo para perseguir y expulsar de las filas de las JJCC a las distintas tendencias críticas de la “línea oficial”, como los maoístas (expulsados luego de la ruptura entre Moscú y Pekín), y los “reynosistas”, una tendencia filo-foquista que reclamaba “la independencia del PC chileno respecto del PCUS”.


 


La derrota de la tercera postulación de Allende (1966) lleva a una discusión al interior del Frap (Frente de Acción Popular), que integraban el PC y el PS. Contra las tendencias izquierdistas que se manifestaban entonces en el PS (y particularmente en su juventud), el PC reafirma su política de coalición con los que denomina “sectores progresistas” de la burguesía (frente popular) y su respeto principista a las instituciones constitucionales. De esta matriz saldrá la Unidad Popular, de la cual Marín, diputada y secretaria general de las JJCC, deviene rápidamente una de sus caras públicas.


 


En 1971, cuando la Unidad Popular llega al gobierno, Allende –con el respaldo explícito del PC- firma el llamado Estatuto de Garantías Democráticas. La UP se compromete a defender el régimen de la propiedad privada, mantener la separación de los poderes del Estado, la constitucionalidad y la intangibilidad de los mandos de las Fuerzas Armadas y de la Justicia. El Estatuto establecía, además, el mantenimiento de la educación religiosa y, con relación a las nacionalizaciones, que debían ser aprobadas por el Senado, con indemnización. Este programa sería el que la UP aplicaría hasta su último día de gobierno.


 


En su defensa, no dudó en atacar de manera sistemática la tendencia de la clase obrera y de los explotados a imponer sus propias reivindicaciones por medio de la movilización. En defensa de la “institucionalidad”, la UP atacó las ocupaciones de empresas y de tierras y combatió a los “cordones populares”, organismos de base creados por los trabajadores a mediados de 1972 para enfrentar la conspiración en curso de la derecha. El PC estuvo a la cabeza de estos ataques contra los que calificaba como “provocadores” y “quintacolumnistas”.


 


El 11 de septiembre de 1973, Pinochet, designado poco antes jefe del Ejército por Allende, dio el golpe largamente anunciado. Ese día, Marín fue la única dirigente del PC (y de toda la UP, con la excepción del propio Allende) que apareció en público hablando por Radio Magallanes. Su mensaje, que reforzaría en la memoria popular su carácter de figura principal del PC en la UP, no fue un llamado a la resistencia sino a la pasividad. Llama a “mantenerse alertas y vigilantes (…) cada cual en su puesto de combate”. “Llamamos a nuestro pueblo y la juventud a mantener la unidad, la organización y la vigilancia. Estar alertas a las instrucciones que la Central Unica de Trabajadores y nuestros partidos entregarán en las horas que vienen.”


 


No hubo nuevas instrucciones. Pinochet gobernó diecisiete años.


 


Clandestinidad


 


Marín pasa a la clandestinidad. Su nombre figura en el Bando Nº 10 de la Junta Militar, entre las 100 personas más buscadas. En noviembre se asila en la Embajada de Holanda. Allí permanece ocho meses; luego se asila en Moscú, donde reside por cinco años.


 


En 1976, mientras se encontraba en Costa Rica, cayó detenido su esposo, Jorge Muñoz, miembro de la Comisión Política del Partido Comunista. Hasta hoy, Muñoz permanece desaparecido.


 


A comienzos de 1978 regresa a Chile en condiciones de rigurosa clandestinidad, en las que milita durante los siguientes doce años. Comienza entonces una etapa que la convertiría en la principal dirigente del PC.


 


Marín, ya entonces la principal dirigente del PC del “interior” (es decir, residente en Chile), intenta una salida a la impasse política en que se encontraba el PC desde 1973. Se delinea así la denominada “rebelión popular de masas” o “tarea militar del PCCh”, cuya culminación sería la formación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) a comienzos de la década del '80. El FPMR recluta a una parte importante de las JJCC, que buscaban una “salida a la izquierda”. Pero no tardaría en revelarse que esta versión del foquismo no representaba la manifestación de un giro a la izquierda del viejo aparato del PCCh.


 


La campaña militar del FPMR se desarrolla cuando empieza a manifestarse la crisis de la dictadura pinochetista y, en especial, la crisis del conjunto de las dictaduras latinoamericanas. Luego de un largo inmovilismo, el imperialismo norteamericano intenta encontrarle una “salida” a la dictadura pinochetista (a esa altura, una anacronía continental), mediante el plebiscito de octubre de 1988. El PC lo califica como “una trampa” y llama a no inscribirse en los registros electorales. No obstante, el plebiscito se efectúa y el gobierno militar es derrotado; se convoca a elecciones presidenciales para diciembre de 1989.


 


Con el cronograma electoral en curso, Marín encabeza el retorno del PC a la “vía pacífica”. El FPMR se estremece. El “rodriguismo” es disuelto. El desconcierto es enorme y se genera una escisión por la izquierda. Los que rechazan la orden forman el FPMR Autónomo, que denuncia el “cese del fuego” como “alta traición”.


 


El FPMR sucumbirá ante la represión de la democracia. El asalto al retén de Los Queñes y el ulterior asesinato de los comandantes José Miguel y Tamara significan el final de la guerrilla iniciada y luego abandonada por Marín. Lo ataca la resurrecta democracia ya instalada en La Moneda, los servicios represivos de la dictadura aún vigentes y, según denuncia el “rodriguista” Pedro Ortiz (“No todos los muertos son buenos”), el propio aparato comunista. El presidente Aylwin, con apoyo del PS, organiza La Oficina, para la compra o asesinato de frentistas… Bajo el gobierno de Aylwin y de la Concertación, noventa y seis militantes fueron asesinados en procedimientos policiales; se registraron 140 denuncias de torturas (Informe del Codepu, 1990/94).


 


La era de la Concertación


 


En las elecciones de 1989, las primeras después del golpe, el PC no presentó candidatos. Votó por Aylwin, de la Democracia Cristiana (el partido que fue la cobertura civil del golpe pinochetista), y los candidatos a diputados y senadores de la Concertación. Hasta sus últimos días, Marín reivindicó el voto por Aylwin y la DC.


 


Luego de la ruptura de los “autónomos”, el PC sufre nuevas escisiones, esta vez hacia la derecha. Los disidentes, llevando a fondo la línea que desarrollaba entonces Gorbachov (y que había sido adelantada por el “eurocomunismo”), reclaman el abandono de toda referencia al “comunismo”. Reivindican el “socialismo escandinavo”, y se vuelcan al partido por la Democracia (PPD), que ingresará en la Concertación.


 


En el XX Congreso del PCCh (1994), Marín es elegida secretaria general del Partido. Dos años más tarde es encarcelada por el delito de injurias y calumnias, tras una querella presentada por el propio Augusto Pinochet. Finalmente es liberada y le devuelve la mano al dictador, interponiendo en enero de 1998 la primera querella criminal en su contra, que permitió juzgarlo por primera vez en Chile después de su regreso de Londres, donde ya había estado detenido.


 


En 1997 Marín se presenta como candidata a senadora por la Región Metropolitana poniente pero, pese a obtener la octava votación más alta a nivel nacional, el sistema binominal le impide ser electa. Posteriormente, para lograr una bancada parlamentaria sin “desatar” la Constitución establecida por Pinochet, el PC intentó conseguir un cupo dentro de las listas de la Concertación, una variante que el actual candidato presidencial del frente propiciado por el partido, Tomás Moulián, caracteriza como “muy hipócrita” (El Mostrador, 18/11). Al año siguiente, es candidata a la presidencia, obteniendo, en las elecciones de 1999, el 3,19% de los votos.


 


En los meses que siguieron, las disputas internas mostraron una fuerte oposición a Marín dentro del PC. Fue en este contexto que se realizó el XXII Congreso del Partido Comunista, entre los meses de octubre y noviembre de 2002, donde enfrentaba la imposibilidad de ser reelecta en su cargo por tercera vez. No logra imponer el sistema de “designaciones”, se somete a “votaciones” y las pierde. Se recurre entonces a una cirugía plástica de urgencia: se crea el cargo de presidente del partido, que le permite seguir efectivamente al frente del PC. En ese momento se margina Jorge Pavez, a la sazón jefe del magisterio, quien funda Fuerza Social.


 


Stalinismo


 


Una constante de la vida política de Gladys Marín fue su incondicional fidelidad a la burocracia soviética.


 


En 1959, cuando triunfa la Revolución Cubana, Marín denuncia al Movimiento 26 de Julio como “aventurero” y a Fidel Castro como “pequeño burgués”; incluso llega a acusarlo de ser infiltrado de la CIA. Reflejaba de esta manera la posición de la burocracia stalinista, que había mantenido ministros en el gobierno de Batista. Dos años más tarde, después de los acuerdos de Castro con el PC cubano y Moscú, se convierte en su apasionada defensora.


 


En 1968 se produce el levantamiento antiburocrático checo conocido como la Primavera de Praga. Cuando la burocracia stalinista envía sus tanques a aplastar la rebelión, Marín organiza una gigantesca marcha en Santiago en apoyo a Moscú, al grito de “¡Checo comprende, el ruso te defiende!”.


 


En 1986 Gorbachov asume la secretaría general del PC de la URSS y el PCCh declara abiertamente su apoyo a la “perestroika”. Pero la descomposición imparable de la ex URSS divide a la burocracia. Marín alinea al PC chileno con los opositores burocráticos a Gorbachov en la URSS. El PC organiza entonces un acto público en un teatro de la calle San Diego en repudio a Gorbachov; algunos carteles lo denuncian como “guatón traidor”. Naturalmente, apoya el fracasado golpe de la KGB que intenta derrocarlo en agosto de 1989.


 


Podemos


 


Después del fracaso de la alianza con los socialistas, Marín orientó al PC a un frente -Juntos Podemos- que reúne a la mayoría de las organizaciones de la izquierda chilena (entre ellas el MIR y el humanismo). En las municipales de 2002, el frente obtuvo casi el 10% de los votos.


 


“Podemos” es un puente hacia el PS y, sobre todo, un factor de contención política de la potencial tendencia a la radicalización de la clase obrera y la juventud explotada de Chile, como consecuencia del fracaso de la Concertación, el derrumbe de la derecha y el retroceso del PS. Tomás Moulián, precandidato a presidente sostenido por el PC, afirma tajantemente que “no estamos planteando ni el gobierno ni el programa de la Unidad Popular” (ídem). Moulián refleja, así, el balance histórico del PC acerca de la Unidad Popular: para el partido de Marín, la UP fue “demasiado izquierdista”.


 


* * *


 


Gladys Marín encarnó, a la vez, la catástrofe de la Unidad Popular, la resistencia a la dictadura, la política contrarrevolucionaria internacional del stalinismo, y la subordinación política de la izquierda a la democracia proimperialista.


 


Su desaparición conmovió a los trabajadores chilenos porque significó la muerte de la principal representante, aún viva, de la Unidad Popular. Fue, de alguna manera, una “segunda muerte de Allende”, al que políticamente Marín estaba ligada en forma indisoluble en la memoria popular. Es una indicación de que los explotados chilenos continúan entronizando a los dirigentes que participaron, directa o indirectamente, de la UP. Es decir que no la han superado políticamente.


 


 


(Santiago de Chile – Buenos Aires)