¿Golpe de Estado en Taiwan?

La burocracia restauracionista china ha asumido una posición tan reaccionaria con respecto a Taiwan, que en las elecciones del domingo pasado apoyó al candidato, derrotado, del Kuomintang, el partido de Chiang Kaishek, enemigo histórico de la revolución china. El Kuomintang, a diferencia del ganador partido de la Independencia, sostiene el principio de “una sola China”, lo que a los ojos de Pekin significa, en principio, la posibilidad de la reunificación.


La burocracia china pretende una reunificación a la Hong Kong, es decir, garantizando el monopolio social y político de los capitalistas taiwaneses. Pero, a diferencia de lo que ocurrió con la incorporación de Hong Kong, China está dispuesta a reconocerle a una Taiwan reincorporada “un status internacional” (Los Angeles Times, 9/3). Es decir que, por encima del cambio jurídico, el régimen final no sería muy diferente al que ya existe.


Pero hasta cierto punto. Porque Taiwan es ya hoy el principal inversionista extranjero en China continental, lo que significa que sus capitalistas no quieren saber nada con declarar la independencia de la isla. En medio de las amenazas bélicas del último mes, Taiwan y Pekin tuvieron tiempo de firmar un acuerdo secreto, “de miles de millones de dólares”, que prevé el entierro en China de “más de 200.000 barriles de desechos radiactivos” de Taiwan, “a cambio de ayuda técnica para la industria de energía nuclear” de Pekin (The New York Times, 13/3). La importancia del acuerdo en términos estratégicos está indicando un nivel absolutamente extraordinario de entrelazamiento entre los dos regímenes.


La victoria del partido independentista amenaza con hacer fracasar estos proyectos, lo que podría provocar un golpe militar en Taiwan, algo factible en un país que sólo tuvo elecciones libres en 1996, casi medio siglo después de su captura por el Kuomintang. La victoria independentista reconoce como factor principal las reivindicaciones democráticas de los taiwaneses, claro que sobre bases capitalistas. De cualquier modo, la incorporación de Taiwan a China significaría que un régimen de naturaleza restauracionista pasaría a ocupar el rol de defensor político-militar de las relaciones sociales capitalistas de Taiwan. Esto sería contrarrevolucionario, pues reforzaría en grado extremo las bases internacionales de la restauración capitalista en China. Nos oponemos a esta restauración, pero no desde el punto de vista de la independencia capitalista de Taiwan, sino de una China socialista.