Internacionales
4/2/1991|322
Gorbachov en terapia intensiva
Seguir
La crisis política y económica en la URSS se acelera a un ritmo vertiginoso. La caída y desorganización de la producción industrial no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, en medio de un desabastecimiento alimenticio que amenaza desencadenar la hambruna en importantes franjas de la población.
El fracaso de las cosechas no ha sido tan gravitante como el total colapso del sistema de distribución de comida hacia las ciudades, que se encuentra totalmente bloqueado por la fantástica ampliación del mercado negro. En los últimos años Gorbachov prometió inminentes reformas en el agro basadas en el estímulo a las ganancias, la “liberalización” de tos precios y la “privatización” de la tierra. Precipitó de esta forma el acaparamiento masivo de alimentos en los mercados paralelos donde se cotizan a precios varias veces superiores a los vigentes oficialmente. Los burócratas que controlan el abastecimiento de productos de primera necesidad lucren con el desastre que padece el grueso de la población. La desarticulación de la comercialización agrícola acentúa a su vez el dislocamiento nacional, ya que las Repúblicas que tienen alimentos han montado verdaderas aduanas interiores para impedir su distribución al resto de la URSS.
La falta de comida tiende a agravarse porque la publicitada “ayuda de Occidente” está a punto de cortarse. No se trata en realidad de ningún “auxilio”, sino de simples ventas — financiadas con créditos— de excedentes de cereales almacenados y super-abundantes en los mercados internacionales. Estados Unidos y Europa se disputaron al cliente soviético, pero ahora se retraen porque la URSS se encuentra al borde de la cesación de pagos y crece la desconfianza en su solvencia como deudor. El imperialismo ha puesto en la congeladora no solo las inversiones que prometieron desde el inicio de la “Perestroika” sino también los préstamos de corto plazo atados a la exportación del sobrante agrícola.
Caos monetario, “reforma” inservible
La catástrofe alimenticia es apenas una expresión del desorden económico general que ha creado el intento de introducir la “economía de mercado” en el estado burocratizado. La generalización de los “mercados negros”, el acrecentamiento de la fortuna personal de tos burócratas involucrados en “privatizaciones”, el acaparamiento de grandes masas de medios de pago para el manejo de “empresas descentralizadas” ha sido financiado durante los seis años de “Perestroika” a través del endeudamiento público, la emisión monetaria y el déficit fiscal. Solamente en el transcurso del año pasado la deuda interna se triplicó y se registró lo que el “Financial Times” (29/1) ha denominado una “orgia de emisión”. Como además los planes de eliminación de subsidios, “liberalización de precios” que formularon sucesivamente los distintos economistas gorbachovianos se suspendieron antes de aplicarse, el excedente de dinero —en relación a la masa de bienes existente— alcanzó un nivel espectacular, que presagiaba últimamente la inminente devaluación del rublo y el estallido inflacionario. La cotización del dólar alcanzó en el mercado paralelo un precio 40 veces superior al vigente en el mercado oficial.
Gorbachov acaba de disponer una “reforma monetaria”, mediante un cambio compulsivo de billetes. Pero ninguna reforma monetaria puede resolver la desintegración económica a la que somete la acción imperialista y de la propia burocracia. Esta conversión monetaria es efectiva para confiscar ahorros a trabajadores, jubilados y profesionales, pero resulta totalmente inútil para controlar el mercado negro que manejan los burócratas con las divisas, mercancías y alimentos que han acaparado. La reforma tampoco frena la desintegración territorial como lo demuestra su rechazo en varias repúblicas (Rusia, Armenia, Báltico) que se niegan a implementarla.
La gestión burocrática es incompatible con la “estabilidad monetaria” ya que requeriría en primer lugar la expropiación del dinero que vienen acumulando los propios burócratas para llevar adelante la política de desestatizaciones que alienta la “Perestroika”. La reforma monetaria es inservible porque la política restauracionista que la produjo provoca el retroceso de la producción, la caída de la productividad, el desempleo y desabastecimiento general. El “nuevo” rublo no puede alterar este panorama de degradación económica, así como el peso ley, el peso argentino y el austral no bajaron la inflación.
La reforma monetaria carece además de toda apoyatura política porque se implementa en medio de la ‘ desintegración del equipo gorbachoviano. Quienes la propugnaban como parte de un “shock de confianza” para acelerar el proceso de privatizaciones se han abierto del gobierno, y han impuesto en cambio por el momento un parate en el proceso de desmantelamiento de la planificación burocrática con la pretensión de frenar la tendencia hacia la desintegración económica y política para relanzar la política restauracionista.
Declinación de Gorbachov, ascenso de las masas
El caos económico, la división burocrática y la sublevación incontenible de las nacionalidades están llevando a los principales voceros del imperialismo a proclamar que Gorbachov es un cadáver político y a postular un recambio. Con la brutalidad y el cinismo que lo caracteriza, el semanario inglés “The Economist” (ver “El economista”, 25/1) lo dice abiertamente: “Gorbachov no es, a menos que pruebe a la brevedad lo contrario, el salvador potencial de la Unión Soviética y por lo tanto no es un hombre al que el mundo libre deba apoyar…”, “Su utilidad para Occidente, bien que no ha terminado, ha disminuido significativamente”. “La Perestroika es un caso de hospital, después de casi seis años de fracaso de Gorbachov en dar un salto rumbo a la economía de mercado”. El vocero imperialista plantea directamente que “Occidente debería buscar a otro hombre a quien ayudar” y que “…ninguna ayuda debe ser dada a un gobierno que siga la ruta de Gorbachov en el actual momento…”. Declara además su predilección por Yeltsin como sucesor y señala que la oportunidad del cambio debería quedar sujeta a la finalización de la guerra contra Irak. “Desde agosto Gorbachov viene siendo inmensamente útil en la construcción de la coalición contra Saddam Hussein. Ese auxilio todavía es bienvenido para fortalecer al sector árabe de la coalición en medio de la lucha, pero no es indispensable, y cuando la lucha termine no será en absoluto necesario”. Un reciente editorial del “Wall Street Journal” formula un [cortado en el original]
La crisis está pulverizando por completo al hasta hace poco aplaudido “Premio Nobel de la Paz” y el imperialismo busca un sustituto para continuar la política de penetración capitalista. Pero está demostrado que con Gorbachov o con Yeltsin esta política requiere un acentuamiento de todos los rasgos dictatoriales y represivos de la opresión burocrática, especialmente contras las nacionalidades sublevadas. El imperialismo apoya este giro hacia un “gobierno fuerte”, tendiente a reforzar la integridad del Estado contrarrevolucionario soviético en el marco de la “Perestroika” y por eso avaló la ocupación militar de las naciones bálticas como contrapartida del apoyo de la burocracia a su agresión a Irak. Aunque apela a la demagogia anticentralista, para diferenciarse de Gorbachov, Yeltsin es otro exponente de esta burocracia y de su política opresiva y pro-capitalista, que pasa por un reforzamiento inmediato de la acción policial, medidas “de excepción” y cercenamiento de las libertades públicas. La agresión militar contra Lituania fue acompañada en las últimas semanas por una arremetida general de la KGB en todo el país y se habla ya de la reinstauración de la censura de prensa y el fin de la “glasnot”.
La URSS es un polvorín a punto de estallar. Luego del atropello militar contra Lituania las protestas se han generalizado. En la capital de esta República, más de medio millón de personas se reunieron para acompañar los funerales de las víctimas del asalto burocrático. En Ucrania, Georgia y Moldavia y en la propia Rusia, también se registraron manifestaciones de repudio. Pero un informe de la prensa extranjera destaca que estas protestas empalman con un nuevo ascenso de la movilización obrera. “Los mineros de Kuzbas, en Siberia Occidental, anunciaron una huelga general por tiempo indeterminado reclamando la renuncia de Gorbachov”. También en 25 empresas de Moscú y en 500 fábricas e institutos de Leningrado, “los trabajadores cruzaron los brazos en protestas de hasta dos horas en rechazo a la intervención militar al Báltico”.
Gorbachov está en terapia intensiva.