Guerra en el Golfo Pérsico: Crisis mundial

La tensión que se fue acumulando durante todo el mes de julio entre Irak y Kuwait y con el conjunto de las naciones árabes y del Medio Oriente culminó con la ocupación fulminante de Kuwait por parte del ejército iraquí. La larvada crisis internacional estalló de inmediato.

Lo que superficialmente puede parecer “un conflicto regional”, constituye en realidad una manifestación de una crisis de alcances mundiales. Irak, como la inmensa mayoría de las naciones del “tercer mundo”, se encuentra financieramente en bancarrota como consecuencia de su enorme deuda externa. Esta hipoteca se vio “generosamente” agravada por la guerra con Irán la cual sirvió maravillosamente en su momento a los traficantes de armas, a la industria militar, a los bancos y a los monopolios petroleros. La posibilidad de salir de esta bancarrota por medio de la exportación de petróleo, estuvo cerrada para Irak debido al descenso de los precios del crudo, fomentado por una situación de sobreproducción en el mercado mundial Los bajos precios del petróleo contribuyeron para que los países industrializados pudieran encarar la crisis que les creó el derrumbe de las bolsas en 1987 sin desatar una inflación. Con la ocupación de Kuwait, Irak pretende controlar la producción mundial de petróleo y manejar los precios, para lo cual debe mantener la amenaza de una ataque militar a Arabia Saudita. La ocupación iraquí ya provocó un alza del precio del petróleo y un derrumbe en la cotización de las acciones y de los títulos públicos en los principales mercados de valores del mundo.

En cierto modo, la acción iraquí se parece a la de Galtieri con Malvinas, pues en ambos casos se ha procurado superar la crisis de un régimen con una acción bélica internacional. Irak afirma incluso tener reivindicaciones auténticamente nacionales sobre Kuwait, el cual es un reino dominado por una sola familia y que fuera criatura estatal del imperialismo inglés. También la acción de Galtieri estuvo ligada a la crisis de la deuda externa, que se desató precisamente en 1982.

El otro aspecto que le da un alcance mundial a la crisis en el golfo es la rápida caída del régimen kuwaití. Esto pone de relieve la fragilidad de las monarquías de la región, en el marco de la radicalización provocada por la intifada palestina. No solo está en juego, entonces, el precio del petróleo y los problemas que esto crea en la economía mundial y en la sobrevivencia del régimen iraquí como de los otros muchos que están en la misma situación en el “tercer mundo", sino que está en juego la precaria estabilidad del medio oriente y el estallido de una guerra contra el sionismo israelí. Es cierto que, por el momento, la invasión iraquí le conviene a Israel, esto porque ha dividido a las naciones árabes y porque ha reaproximado al gobierno de Bush con el gobierno derechista israelí.

El gobierno iraquí se ha quedado con los pozos de Kuwait a mayor velocidad que los pulpos internacionales y nativos con las áreas de YPF. Pero además de esto, el gobierno de Irak ha quedado como dueño de inmensas riquezas monetarias en oro y diamantes. La ocupación ha dejado asimismo vacante un enorme capital accionario invertido por Irak en grandes monopolios ingleses, italianos y alemanes.

La ocupación iraquí de Kuwait puso al desnudo la enorme debilidad política del imperialismo mundial, que no tiene las condiciones militares para repeler la invasión. Le queda como alternativa el bombardeo de Irak hasta producir la rendición de este país, al estilo de Hiroshima de 1945. La posibilidad de llegar a un acuerdo entre el imperialismo e Irak en torno al precio del petróleo parece difícil, precisamente porque fracasó este intento en julio en el marco de la OPEP. El boicot económico a la exportación de petróleo iraquí acentuará la crisis mundial, aunque hay stock para 100 días y puede provocar la invasión de Arabia Saudita para abrir la llave de los oleoductos.

La invasión de Irak no tiene un carácter progresivo porque se trata apenas de una disputa por el reparto de la torta petrolera mundial. Es la acción desesperada de un régimen que fue varias veces agente del imperialismo y masacrador del pueblo y de la izquierda. La intervención imperialista tiene, sin embargo, un carácter completamente reaccionario y llevaría a un mayor sometimiento aun de los pueblos del oriente medio.

La URSS de Gorbachov ha hecho causa común con los EEUU, lo cual constituye una señal contundente de que el gobierno de la perestroika es una semicolonia del imperialismo. La URSS está aquejada, al igual que Irak y el “tercer mundo”, por el endeudamiento externo provocado por la manipulación capitalista del mercado mundial y por la caída del precio del petróleo. Gorbachov ha dejado de lado hasta los más elementales intereses nacionales soviéticos al apoyar a los Estados Unidos en la declaración de un bloqueo militar y económico que preanuncia un ataque imperialista.

Cualquiera sea la evolución de la crisis, no digamos ya de un desenlace, los hechos ponen de relieve un enorme debilitamiento mundial del imperialismo, que deberá acentuarse con cualquier alternativa. La recesión y la crisis económicas han recibido un impulso fundamental con este principio de guerra internacional.


El castrismo a la deriva

El gobierno de Fidel Castro se sumó al coro internacional de condena de la invasión iraquí y se abstuvo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas cuando se votó el bloqueo económico y militar a Irak. Esto significa que Cuba no ha denunciado ni condenado la intervención militar imperialista en el Oriente Medio, que cuenta con el respaldo de Gorbachov.

Esta posición significa que Cuba ha sacrificado su independencia internacional a los acuerdos Bush-Gorbachov y es una admisión de principios del nuevo orden internacional de la “posguerra fría" que están armando el imperialismo y la burocracia. El significado de este acuerdo es impulsar la restauración capitalista en los Estados Obreros. La invasión de Irak a Kuwait no puede ni debe ser apoyada, porque significa un callejón sin salida para los pueblos. Pero de ningún modo puede justificarse la invasión imperialista o una posición neutral frente a ella. Esta intervención imperialista lleva a la esclavitud colonial.

Esta crisis internacional muestra el lado reaccionario de la tesis castrista de "Cuba está ahora sola", pues justifica cualquier oportunismo internacional en nombre de la defensa de la seguridad nacional, la que no dependería de la alianza con los obreros y pueblos oprimidos del mundo.