Haití y República Dominicana: el coronavirus, otra pandemia que agrava las ya existentes

La historia de Haití está signada por el sometimiento a naciones coloniales e imperialistas: una deuda con el imperialismo francés que terminó de pagar en 1947 y que la obligó a endeudarse con bancos alemanes, ingleses y norteamericanos. Desde 1915 hasta 1934, los marines norteamericanos la ocuparon e impusieron el control del banco haitiano por parte del City Bank. Como resultado del sometimiento al imperialismo, la economía haitiana está hundida históricamente, carece de desarrollo industrial y su agricultura minifundista ha sido arrasada por la importación de productos extranjeros (por ejemplo, el arroz de Arkansas) y por las expropiaciones forzosas de tierras a favor del capital imperialista. Una nación golpeada por huracanes, maremotos y terremotos, el último de los cuales dejó 300.000 muertos, más que por el sismo, por el atraso nacional y el saqueo imperialista, que lo ha privado de una red de carreteras y de infraestructura adecuada para socorrer a las víctimas. Diez mil muertos de cólera en 2004 como resultado de la intervención de los cascos azules (parte de los cuales eran argentinos y fueron mandados por Néstor Kirchner, en una profesión de fe proimperialista) que defecaron en los ríos haitianos, y de la ausencia de agua potable, con el añadido de violaciones de niñas por parte de esas fuerzas. El 60% vive por debajo de la línea de la pobreza, el 40% es cuentapropista y no puede cumplir con la cuarentena. Las viviendas son miserables y condenan al hacinamiento, un caldo de cultivo para el contagio del coronavirus, en una geografía en la que el sida convive con la población al compás del hambre y la desnutrición infantil. El jabón es un producto inexistente entre una población sumergida en la miseria más extrema. Es tan frágil su economía y tiene tal magnitud el sometimiento que importan el 70% de los medicamentos. Con una población de 11 millones de habitantes, tienen un plantel de solo 911 médicos, 3.018 enfermeros, 115 hospitales con 7.375 camas. Esto es una condena segura.


Sin embargo, hasta el momento de escribir esta nota había en Haití un registro de 28 infectados por el coronavirus y ningún muerto. ¿Realidad o apariencia? En rigor, es asombroso leer esta cifra, siendo que el pronóstico de todos los especialistas habla de una calamidad a corto plazo, como resultado de la combinación del coronavirus y el cuadro que hemos descripto. Ocurre que en un contexto de ausencia de medicamentos, médicos que brillan por su ausencia, y por lo tanto falta de tests para constatar la existencia del virus (los laboratorios cobran 84 dólares para hacer el test), la mortandad alta de la población, una costumbre haitiana, disimula con un alto grado de probabilidad una cantidad enorme de infectados por el Covid-19. El gobierno de Jovenel Moise (un gran empresario de la industria del plátano) y su antecesor, Michel Montelly, han malversado fondos por miles de millones de dólares destinados al área social y de Petrocaribe (de Venezuela) hacia negocios personales y de su equipo de funcionarios, lo cual ocasionó durante fines de 2018 y todo 2020 enormes movilizaciones a favor de su renuncia, con un odio atizado por el aumento de los combustibles debido a un acuerdo con el FMI. Es en este cuadro que se presenta la pandemia del Covid-19, que es un agravante de la crisis endémica haitiana y de su régimen político semicolonial.


¿Y la República Dominicana?


Los registros del coronavirus en esta parte de la isla es el más alto del archipiélago caribeño y ocupa el segundo sitio en América Central, siendo también uno de los más altos en América Latina: 1.100 contagiados, 51 muertos (cerca del 5%). Con 11 millones de habitantes (similar a la vecina Haití) la supera en número de médicos, camas y hospitales (15.170 médicos, 191 hospitales, 8.000 camas), todo lo cual constituye una proporción inferior a la recomendada por la Organización Mundial de la Salud en cada ítem por cada mil habitantes. Cabe agregar, es necesario, que hay 122 clínicas privadas. Esto, porque el gobierno de Danilo Medina Sánchez no ha tomado la determinación de centralizar el sistema de salud para atacar la pandemia. Lejos de eso, las mismas se benefician con su alquiler para esa finalidad. Lo mismo ocurre con laboratorios especializados que se benefician con el pago estatal de los análisis y tests realizados. Es un detalle que tipifica al gobierno como rabiosamente antiobrero.


Cabe añadir que los médicos dominicanos carecen de guantes, medicamentos y mascarillas (lo cual ha sido denunciado por Mildred Sánchez, directora del Plan Social de la República Dominicana de San Francisco de Macorís, provincia de Duarte, donde la pandemia ha impactado en forma masiva).


Podemos decir que la pandemia hace colapsar a los hospitales, y que el gobierno lo remedia con el ejército para impedir una estampida, un verdadero retrato de la debacle sanitaria y política existente. Es que el cuadro económico y político preexistente a la pandemia constituye la base sobre la que se apoya esta verdadera crisis humanitaria: el país está endeudado en 44.000 millones de dólares (más del 50% de su producto bruto), en especial con bonistas y fondos buitre. Un régimen entregado al capital imperialista y acusado de actos de corrupción millonaria en dólares por parte de la fuerza aérea, el Ministerio de Obras Públicas y la oficina de servicios de autobuses con Odebrecht y Embraer en contratos obtenidos por coimas, en el marco de la devaluación monetaria y la inflación creciente, ha hecho explotar en febrero de 2020 grandes movilizaciones populares cuyo detonante fue el fraude electoral para perpetuar a Danilo Medina en la presidencia. Los bajos salarios (200 dólares promedio), la desocupación de un 5,5%, que oculta el trabajo informal mal remunerado (40% de la fuerza de trabajo), pero que en la juventud alcanza el 56%, son el marco social en que ha estallado la crisis, ahora agravada por el coronavirus, uno de cuyos factores claves son los obreros haitianos que habitan en Santo Domingo (trabajadores de la construcción) que han perdido sus trabajos y expulsados de sus alojamientos para ser arrojados a la calle en medio del toque de queda. Ningún partido opositor quiere agitar las aguas en esta coyuntura crítica; por eso han llamado a la unidad nacional para enfrentarla, intentando no ofrecer un canal a la insurgencia popular, hoy latente.


La grave situación por la que atraviesan las masas populares de América Latina encuentra una síntesis en las dos naciones que ocupan la vieja isla La Española. Enfrentar la miseria, la opresión, el sometimiento y el saqueo supone enfrentar unificadamente la crisis cuyo origen y características son comunes: estatizar la salud bajo control de los trabajadores, no pagar la deuda externa, prohibir los despidos y los desguaces de las viviendas, imponer un impuesto de emergencia a las grandes fortunas, aumentar los salarios al nivel de la canasta familiar. Fuera Moise de Haití y Medina de la Dominicana. Fuera el imperialismo. Por un gobierno unificado obrero y socialista en la Isla. Por la unidad socialista de América Latina.