Huelga general en Rusia

Desde hace diez días, más de 16.000 obreros de la princi­pal planta de energía eléctrica del Lejano Oriente ruso están en huelga en reclamo del pago de los salarios atrasados desde abril. La huelga ocurre poco después de una huelga minera en julio pasado —también por salarios atrasados—, que “aca­bó con las reservas de com­bustible de la región” (Fi­nancial Times, 17/9). En conse­cuencia, las ciudades de la costa del Pacífico sufren cortes de luz de más de doce horas diarias. Aunque los gobierno local y cen­tral anunciaron el pago de los salarios ‘en la próxima sema­na’, los trabajadores decidieron seguir en huelga hasta ver el dinero. La huelga puede, inclu­so, extenderse a todos los traba­jadores de la región, ya que los maestros, los médicos, los cho­feres del transporte público y los trabajadores de la industria de la defensa amenazaron con sumarse si no se pagaban sus salarios atrasados.


Además de las del Lejano Oriente ruso, hay huelgas en plantas automotrices y en plan­tas de procesamiento de mine­rales. Los trabajadores de las plantas de la defensa naval, por su parte, realizaron la semana pasada una serie de huelgas y manifestaciones en instalacio­nes militares de todo el país, desde San Petersburgo hasta Vladivostok. “Numerosas ins­talaciones fueron paraliza­das… los sindicatos mani­festaron que en Vladivostok (la gran base naval rusa sobre el Pacífico) la huelga paralizó a todas las instalaciones de la flota destacada allí” (Ámbito Financiero, 20/9).


En Vorkuta, un gran empla­zamiento minero dentro del círculo polar ártico, “la pobla­ción entera de la ciudad decla­ró su intención de apoyar la huelga nacional minera lla­mada para el 1°de octubre” (Financial Times, 23/9), en recla­mo de salarios impagos desde mayo. Los sindicatos indepen­dientes, que denuncian que el monto total de los salarios atrasa­dos supera los 8.500 millones de dólares, anunciaron un paro ge­neral para el próximo 10 de octu­bre.


Descomposición


Este cuadro de ‘explosión so­cial’ es un reflejo exacto de la descomposición nacional provoca­da por la restauración del capita­lismo en Rusia.


Ocurre que el atraso salarial amenaza, directamente, la inte­gridad del aparato estatal. Sólo no cobran los obreros, tampoco co­bran los soldados y, en consecuen­cia, también éstos están dispues­tos a ir a la huelga. Las huelgas y manifestaciones que han comen­zado por los trabajadores de la industria naval (fábricas de muni­ciones y de armas, plantas de re­paraciones de naves de guerra) podrían extenderse rápidamente a las unidades militares propia­mente dichas. Un “respetado es­pecialista en temas militares” previno que “si no se hace algo drástico, existe la posibilidad de que veamos motines milita­res (individuales), es decir, di­visiones y brigadas yendo a la huelga” (The Wall Street Jour­nal, 25/9).


El atraso en los pagos desnuda el espantoso saqueo de los traba­jadores a manos de las camarillas burocráticas que ejercen el poder. Ocurre que, según distintas esti­maciones, tan sólo ¡el 30%! de los fondos girados para el pago de los salarios va a parar al bolsillo de los trabajadores. El resto se ‘pierde’ en los bolsillos de los buró­cratas.


Los salarios impagos ponen, también, al descubierto la quie­bra general de la economía rusa. Los trabajadores son el último eslabón de una larga ca­dena de deudas impagas, que enlaza a toda la industria, los bancos y al Estado. Las fábricas de automóviles, por ejemplo, no logran vender su producción y por lo tanto no pagan a sus pro­veedores de chapas de acero, los que a su vez no pueden pagar a sus proveedores de hierro y car­bón, los que a su vez no pueden pagar a… la cadena es infinita. Todo esto pone en evidencia la completa impotencia de los restauracionistas.


Finalmente, el atraso sala­rial saca a la luz las poderosas tendencias a la desintegración territorial de Rusia como conse­cuencia de la crisis económica provocada por la restauración capitalista. El jefe del gobierno regional del Lejano Oriente acu­só al gobierno de Moscú de ‘arruinar’ la economía de la re­gión al prohibirle la importación directa de carbón de sus ‘veci­nos asiáticos’ y obligarlo a consumir carbón ‘nacional’, mu­cho más caro a causa de su costo­sísimo transporte desde la leja­na Rusia europea. En otras pala­bras, las camarillas burocráti­cas del Lejano Oriente ruso pre­ferirían una ‘asociación direc­ta’ con Japón y los ‘tigres asiá­ticos’… antes que con Moscú.


Las huelgas, sin embargo, no se limitan a ‘retratar’ la crisis social y política de enor­mes proporciones que atraviesa Rusia; señalan por sobre todo que la clase obrera ha co­menzado a intervenir en esa crisis en defensa de sus pro­pios intereses.