Huelga general y corte de rutas

La Central Obrera Boliviana (COB) cumplió una huelga general de 24 horas en repudio a la prolongación del estado de sitio y en apoyo a los campesinos que bloquean las rutas en el interior del país. Con la prolongación del estado de sitio, el gobierno pretende ir a fondo en la represión de los campesinos plantadores de coca, para cumplir con las imposiciones del imperialismo norteamericano para que sean erradicadas 5.400 hectáreas de cultivo de coca. Tropas del ejército —especialmente entrenadas por los norteamericanos— ingresaron en los campos cocaleros para cumplir las órdenes yanquis, quienes, a su vez, realizan un “seguimiento satelital”.


La burocracia de la COB tiene una enorme responsabilidad en continuidad de esta política de represión y entrega. En mayo levantó la muy combativa huelga de los docentes —que entonces ya había cumplido dos meses de duración— entregando las reivindicaciones de los maestros y aceptando el mantenimiento del estado de sitio y la detención y confinamiento de cientos de dirigentes sindicales y huelguistas.


Lucha campesina


La erradicación forzada de los cocales equivale a condenar a la miseria a las familias campesinas. En los campos de El Chapare (departamento de Cochabamba), recomenzaron, por este motivo, los cortes de ruta y los choques con las tropas. La represión gubernamental fue salvaje: Waldo Arancibia, de la Asamblea por los Derechos Humanos, denuncia que “con el estado de sitio, el gobierno quiere tapar las desapariciones y asesinatos en El Chapare” (Página/12, 19/7). Pocos días después de esta denuncia, falleció el dirigente Campesino Gustavo Callisaya, como consecuencia de las heridas sufridas en la represión gubernamental. De todos modos, los cortes de ruta continuaron e incluso se extendieron, y no sólo entre los cocaleros. Los campesinos del departamento de Cochabamba decretaron el “bloqueo alimentario” de la ciudad.


La agitación campesina se ha extendido a las ciudades. En Cochabamba, el gobierno reprimió con extrema violencia tres marchas de campesinos, trabajadores y estudiantes. En La Paz, familiares de los campesinos confinados iniciaron una huelga de hambre por su liberación.


Al mismo tiempo, en todos los departamentos del país, el gobierno enfrenta movimientos regionales por una mayor autonomía (“movimientos cívicos”) y paros y manifestaciones aisladas de los docentes (en particular los rurales, contagiados de la agitación que se vive en el campo) y de los mineros.


La “democracia” boliviana es apenas la máscara de una dictadura civil, incapaz de gobernar sin la cotidiana violación de los derechos políticos y democráticos más elementales.