Huelgas y manifestaciones de masas en Alemania

La crisis mundial golpea con una inusitada violencia al capitalismo alemán. La recesión –“más aguda y prolongada de lo pronosticado” (Financial Times)– está provocando una abrupta caída de los beneficios y una decidida tendencia a la quiebra en el conjunto de la economía.


La Volkswagen –el mayor pulpo industrial alemán– “no es suficientemente rentable” (Le Monde, 1/4), a pesar de una ‘restructuración’ que implicó el despido de miles de trabajadores y una brutal superexplotación, que redujo de 32 a 14 horas el tiempo promedio de la fabricación de un automóvil. La Mercedes Benz acaba de registrar pérdidas por primera vez en su historia y, por primera vez en mucho tiempo, sólo una compañía alemana de autopartes se encuentra entre las 20 que registran mayores beneficios en Europa (Financial Times, 23/5); de las cien mayores compañías de autopartes alemanas, tan sólo 12 lograron obtener beneficios en 1995.


La rama de la construcción naval está en ruinas, como lo demuestra la quiebra del astillero Bremen-Vulkan, el mayor de Europa. El peor golpe, con todo, lo está sufriendo la construcción, que sufre “la crisis más dura desde la posguerra” (Le Monde, 16/5). BTP, el principal pulpo constructor alemán, registró pérdidas por primera vez en su historia; pero esto es sólo la ‘punta del iceberg’: se pronostica que más de 6.000 empresas, el 25% de las existentes, irá a la quiebra en la presente crisis (Le Monde, 28/4).


La crisis mortal de la construcción ilustra el hundimiento del conjunto del capitalismo alemán, ya que las constructoras fueron las principales beneficiarias de la ‘reconstrucción’ de Alemania oriental. Han pasado sólo seis años de la ‘fiesta’ de la ‘anexión’. Que la gigantesca masa de beneficios provocada por el copamiento (subsidiado) de los mercados orientales y la eliminación (también subsidiada) de los ‘competidores’ orientales por los grandes pulpos occidentales, no haya alcanzado para elevar de una manera sostenida la tasa de beneficio, es una demostración inapelable de la envergadura de la crisis del capitalismo alemán.


Una salida capitalista


El carácter agudo que presenta la crisis capitalista en Alemania explica el fenomenal ataque que lanzaron las patronales y el gobierno contra las condiciones de vida de los explotados alemanes. Hasta el presente, nadie ha descubierto otra manera de elevar los beneficios capitalistas que aumentar el número de desocupados, superexplotar a los trabajadores, reducir sus salarios y prolongar las jornadas de trabajo.


El ataque capitalista se desarrolla en dos frentes. El primero es el de la renovación de los convenios colectivos, donde las patronales —tanto privadas como públicas— exigen el congelamiento de los salarios y el alargamiento de las jornadas de trabajo. El segundo frente de ataque es el ‘paquetazo’ que Kohl envió al parlamento: reducción de los salarios que se pagan durante los días que el trabajador está enfermo; reducción del seguro al desempleado y de los subsidios familiares; elevación de la edad jubilatoria; flexibilización de las condiciones de despido en las Pymes; reducción de las partidas para la salud pública.


El ‘paquetazo’ no pretende reducir el ‘déficit fiscal’  —como afirma Kohl— sino elevar  los beneficios capitalistas: por eso, establece también la reducción de los impuestos a los beneficios y a la herencia, es decir, los que pagan los explotadores. De conjunto, la burguesía alemana intenta imponer, mediante la acción despótica del Estado y el chantaje de la desocupación, un alza fenomenal de los beneficios a costa de los trabajadores.


La política de la burocracia


La burocracia sindical ha hecho todo lo posible por hacer pasar los planes capitalistas contra los trabajadores. Los convenios que acaban de firmarse en gráficos, en la construcción, en textiles y en la industria química son elocuentes: establecen la abolición de las horas extras (el tiempo trabajado más allá de la jornada normal será ‘compensado’ con vacaciones), la jornada de trabajo flexible, aumentos salariales inferiores a la inflación y que, además, pueden ser pospuestos por las ‘empresas en dificultades’ (Financial Times, 13/4).


La ‘matriz’ de estos convenios es la ‘alianza por el empleo’ propuesta por el mayor sindicato alemán, la IG Metall: ‘a cambio’ de la renuncia a los aumentos salariales y la aceptación de la ‘flexibilización’, la burocracia esperaba obtener la promesa patronal de ‘crear empleos’. Fracasó: no se creó un solo nuevo puesto de trabajo y la promocionada  ‘alianza’ sólo sirvió para que un conjunto de grandes pulpos (Mercedes, BMW, Porsche, entre otros) impusieran sus propios ‘contratos por empresa’. Pero la burguesía no se contenta con ‘cosmética’: necesita imponer una reducción todavía más drástica y violenta de las condiciones de vida y de trabajo. Frente a la ofensiva descargada por las patronales y el gobierno, la burocracia se quedó sin política.


Las negociaciones por la renovación del convenio de los empleados públicos, por ejemplo, llegaron a un punto muerto después de que la patronal —el Estado— se limitara a ofrecer un aumento del 0,5% a cambio de la extensión y la flexibilización de la jornada de trabajo. Los trabajadores salieron a la calle y protagonizaron ‘huelgas de advertencia’ … pero la burocracia intenta salir del atolladero aceptando un “arbitraje” que la obligaría, como primera medida, a suspender las ‘huelgas de advertencia’. Esto explica que, a pesar del “colapso de las negociaciones”, el Financial Times (23/5) pronostique que “más tarde o más temprano se alcanzará un acuerdo”. La burocracia de la central sindical, la DGB, por su parte, convocó a una ‘semana de acción’ … pero le ha puesto un límite muy preciso: “Los dirigentes sindicales no intentan provocar una huelga general para desestabilizar al país” (Le Monde, 22/5).


La ‘cuestión obrera’ en el centro de la escena europea


Sintomáticamente, varios corresponsales han hecho hincapié en el carácter espontáneo y relativamente independiente de la burocracia que tuvieron las manifestaciones que siguieron a la ruptura de las negociaciones por la renovación del convenio colectivo de los estatales. “Sin esperar directivas, los trabajadores salieron entonces espontáneamente a las calles”, dice la corresponsal de Clarín (24/5) en Alemania.


El corresponsal de Le Monde (22/5), por su parte, informa que en las manifestaciones los trabajadores agitan regularmente banderas francesas. Para quien quiera ver, estas banderas son toda una consigna y hasta un programa  —salir a la calle a golpear todos juntos y al mismo tiempo—, porque “las manifestaciones de diciembre de 1995 contra el ‘plan Jupé’ están en la memoria de todos los (trabajadores) alemanes”. Es prematuro decir si Alemania marcha hacia una manifestación política de masas como la que vivió Francia a fines del año pasado … pero las manifestaciones semi-espontáneas de los últimos días parecerían marcar esta tendencia. Unas ‘jornadas francesas’ en Alemania tendrían un carácter todavía más general y explosivo, porque allí, a diferencia de Francia, el ‘corazón’ del movimiento sindical se encuentra en la industria metalúrgica —la IG Metall— y porque el ‘paquetazo’ de Kohl afecta brutalmente a los obreros de las empresas privadas.


Las manifestaciones y la huelgas que están teniendo lugar en Alemania empalman con un conjunto de huelgas y manifestaciones en Europa, en particular en Francia (ver aparte). Se plantea así, por primera vez en décadas, la posibilidad de manifestaciones políticas de masas de los trabajadores a uno y otro lado del Rin, en el corazón de Europa. La crisis capitalista está poniendo, cada vez más, a la ‘cuestión obrera’ —es decir, a la clase obrera— en el centro de la escena política.