India: la rebelión campesina continúa

La lucha de cientos de miles de campesinos en la India, una gesta sin precedentes, se encuentra a punto de cumplir dos meses desde su explosión. Una parte significativa del campesinado, que constituye más del 50 por ciento de la población nacional,  ha venido llevando a cabo una verdadera batalla contra la ofensiva gubernamental comandada hoy por el ultraderechista Narendra Modi.

Los agricultores se oponen a una ley de reforma del sector agrícola, votada por el parlamento en septiembre del pasado año, que da lugar a un proceso de privatización en beneficio de la burguesía imperialista y de la burguesía nativa (pone fin a la compra de la cosecha de los campesinos por parte del Estado a precios sostén y se los obliga a vender directamente al sector privado, lo que podría conducir a la ruina de millones de ellos). En la vereda de enfrente, el gobierno se halla en estos momentos intentando desgastar la bronca popular a través de prolongadas mesas de conversación, sin lograr, por el momento, apaciguar la crisis.

La lucha campesina

Las acciones de lucha han involucrado a más de medio millón de manifestantes, con su epicentro en la capital Nueva Delhi. Los agricultores están sorteando los problemas acuciantes del frío, e incluso algunos de ellos han perecido en accidentes de ruta. El nivel de organización de las protestas se ha venido elevando, cuya forma cristalina se puede apreciar en la instalación de clínicas –y el uso de ambulancias-, ollas populares, bibliotecas y la elaboración de un periódico propio (BBC, 13/1). Los agricultores han conquistado, hasta el momento, dos reivindicaciones: continuarán recibiendo el subsidio estatal de electricidad para irrigar las granjas, y, por otra parte, el gobierno no los castigará por quemar cultivos.

La rebelión campesina coexiste con un cuadro de reavivamiento de la lucha de clases a nivel nacional; el último gran episodio de esta ha sido el paro general acontecido el 27 de noviembre del pasado año contra la reforma laboral de Modi, que involucró cerca de 250 millones de huelguistas. También han sucedido varios conflictos, aunque parciales, como la ocupación de la fábrica Wistron (fábrica de montaje de Iphone), entre otros. Incluso contingentes de obreros se han sumado a la movilización de los agricultores, como los trabajadores de Toyota, que enfrentan a una patronal cuya intentona de aumentar los ritmos de trabajo detonó un conflicto que duró más de un mes.

Uno de los principales escollos que enfrenta el movimiento campesino es el de las direcciones sindicales ligadas al Partido Comunista (PC) y al Partido Comunista Marxista (PCM), que si bien intervienen en algunos de los conflictos como animadores de la movilización campesina –en estados sureños, por ejemplo-, vienen operando como un factor de contención de masas y en la línea de un relevo gubernamental en manos del nacionalismo burgués indio, o sea, el Partido del Congreso (CNI). Tanto el secretario general del PCM, Sitaram Yenchury, como el director del PC, D. Raja, han señalado que la agitación del movimiento campesino debe permanecer “apolítica”, y, asimismo, que apuntan al “diálogo” con el gobierno. Los estalinistas emitieron declaraciones conjuntas con el CNI, que ha sido hasta hace un tiempo el partido de gobierno de la clase dominante, y con el Congreso de Sindicatos Nacionales, alineado a esta última organización.

Arbitraje judicial

Con el objetivo de llegar a un acuerdo, algunos de los líderes de las protestas campesinas han participado de diversas reuniones con funcionarios del gobierno. Hasta el momento van 9 de estas y nada ha cambiado. El movimiento de lucha quiere la derogación total de las leyes anti campesinas.

Una de las últimas novedades del escenario político nacional ha sido la intervención de la Corte Suprema india sobre la ley agrícola, dictaminando su suspensión temporal hasta encontrar una “solución” entre las partes. Esta vendría de la mano de la conformación de un comité de expertos, designado por la corte, al que algunos analistas ya han caracterizado como “pro-mercado” (The New York Times, 12/1).

El arbitraje de la Corte expresa una crisis política aguda, pues quiere decir que los métodos que viene utilizando el gobierno para sacar a las masas de la calle –las mesas de negociación y, en otro extremo, la represión violenta- son insuficientes y requiere de otro de los pilares del Estado capitalista para satisfacer las pretensiones de la clase social a la que tributa.

Tablero político

India se encuentra en medio de los huracanes de la bancarrota capitalista mundial, agravada por la pandemia, debido a la cual, han fallecido más de 150 mil personas. La tentativa de llevar adelante una privatización del sector agrícola y la reforma laboral (profundiza la precarización del trabajo, cercena el derecho a huelga, entre otros) aprobada hace dos meses suponen el intento de avanzar hacia un rescate generalizado de la clase capitalista en crisis. El gobierno del oficialista Bharatiya Janata Party (BJP), asimismo, ha anunciado planes para privatizar un segmento importante del sector público; gran parte de la industria del carbón, la red ferroviaria y el sector bancario están en la mira.

La burguesía se está jugando a fondo en la perspectiva de reestructurar la agricultura india, pero temen que un recule del gobierno en esa dirección sea el aliciente para una intervención mayor de masas que pueda derrotar la agenda de la clase capitalista en su conjunto. “Si el gobierno retrocede, sería una señal de que cualquier esfuerzo de reforma en India puede ser saboteado por la oposición de algún grupo de interés” señaló en diciembre el Times of India.

Modi, asimismo, acusa sus rivales de la región, China y Pakistán, cuyos gobiernos han tenido en el último tiempo choques bélicos con la India, de fogonear la rebelión campesina, calificándolos de “fuerzas antinacionales” al servicio de la agitación social. En este marco, los paquistaníes denunciaron que un soldado de sus filas ha muerto en un enfrentamiento el jueves pasado a manos de tropas del Ejército indio en la región de Cachemira. Ambos países se vienen acusando entre sí de ataques no provocados en la región del Himalaya (Cachemira), y denunciándose de la misma manera de orquestar movidas de “terrorismo transfronterizo”. India es un país aliado de Estados Unidos, del cual este se vale para avanzar en su ofensiva estratégica contra China. Modi viene de reforzar los lazos de seguridad militar con Estados Unidos y sus socios regionales de Asia, Japón y Australia.

Los desafíos de la rebelión campesina

Está planteada la tarea de reforzar la movilización de los campesinos y de los trabajadores para derrotar la política ajustadora del gobierno de Modi. Para el 26 de enero los principales sindicatos agrícolas planean movilizar hasta dos millones de agricultores en todo el país. Las centrales sindicales deben convocar a la huelga general para acompañar esta movida. Solo una economía planificada en función de los intereses de las mayorías populares puede abrir curso a un desarrollo de las fuerzas productivas beneficioso para los campesinos indios, y esto solo podrá ser obra de un gobierno de trabajadores.

China en su laberinto (prensaobrera.com)