Irak: Bush impulsa la guerra civil

El ascenso del gobierno electo no ha resuelto ninguno de los problemas que enfrenta la ocupación norteamericana en Irak. Ni la fuerza expedicionaria de Bush ni la del “nuevo ejército” iraquí han tenido el menor éxito en derrotar a la resistencia. A pesar de todas las masacres, bombardeos y torturas a los miles de detenidos, la insurgencia continúa operando en Irak. En el último mes, sus ataques causaron más de 600 muertos. Con una ironía envenenada, un editorial del Financial Times (30/5) pregunta: “Si esto es la derrota, ¿qué cabría esperar si los insurgentes estuvieran ganando?”.


El diario británico advierte que Irak está “al borde de una guerra confesional”, que “involucraría a los países vecinos” y “haría parecer insípida la guerra civil libanesa de 1975/90”. La insurgencia (mayoritariamente sunita) ha tomado como blanco a las milicias integradas al “nuevo ejército” y los funcionarios gubernamentales (mayoritariamente shiítas) y sus líderes religiosos. Ante los ataques, las milicias shiítas han comenzado a responder asesinando a los sospechosos de pertenecer a la insurgencia.


“Hay pocas cosas más importantes en el mundo hoy que impedir que esta guerra ocurra”, advierte el editorialista sin ocultar su preocupación. “En el mundo hoy” se ha hundido la Constitución Europea, en dos meses cayeron dos presidentes latinoamericanos en medio de puebladas, el Asia Central es un polvorín y las disputas entre Estados Unidos y China amenazan con desatar una catástrofe financiera, o algo más. Para el editorialista del principal diario financiero internacional, nada de esto se compara en importancia con la ne cesidad de evitar la guerra civil iraquí.


La preocupación es plenamente compartida por el alto mando del Pentágono. Bush acaba de lanzar una ofensiva con 50.000 soldados para cazar insurgentes, casa por casa, en los barrios sunitas de Bagdad. La presencia norteamericana se limitará al “apoyo aéreo y blindado”. Es decir que el combate efectivo lo desarrollarán los milicianos shiítas que integran el “nuevo ejército”. Por eso, hay quienes afirman, como Craig Roberts, ex secretario del Tesoro de Reagan, que “la ofensiva en Bagdad es el comienzo de la guerra civil” (ICH, 2/6).


El objetivo político del imperialismo, según informan distintos medios basándose en informaciones iraníes, consistiría en dividir Irak en tres “entidades étnicas”. La credibilidad de esta información radica en que este plan, nunca oficialmente reconocido, aunque apoyado por varios “asesores” de la ultraderecha neoconservadora, coincide, punto por punto, con el “plan para Irak” formulado por Oded Yinon, un alto funcionario de la cancillería sionista. Este plan prevé la instalación de “un conjunto de mini-Estados, artificialmente construidos, dirigidos por líderes completamente disociados de la población” y “enfrentados y guerreando entre sí” (ICH, 2/6). Su credibilidad aumenta porque, además, coincide con la política impulsada por los norteamericanos para dividir el Líbano en diferentes “cantones confesionales”.


Semejante “plan” sólo podría ser impuesto mediante una guerra civil y mantenido con dictaduras sanguinarias.