Internacionales
8/7/2004|858
Irak: Manda la Casa Blanca
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Alas escondidas y por anticipado, por temor a la resistencia, asumió el nuevo gobierno “soberano” de Irak. De tal no tiene nada, porque no tiene mando sobre los 150.000 soldados norteamericanos, los 80.000 mercenarios y los varios miles de “aliados” estacionados en Irak, ni controla las prisiones (que siguen en manos norteamericanas) ni la economía.
“Las potencias ocupantes -informa Robert Fisk– han dejado atrás una estela de legislación de dudosa legitimidad. Gran parte de ella permite que las compañías extranjeras succionen las ganancias de la reconstrucción, asunto sobre el que los iraquíes no tienen opción” (Brecha, 2/7). Tampoco los europeos o los rusos. El monopolio del petróleo iraquí en manos norteamericanas y los intentos de la Casa Blanca de establecer un dominio indisputado sobre los riquísimos recursos de la vasta región que va del Mediterráneo a las fronteras de China es, precisamente, uno de los factores centrales de la crisis internacional. En esto, los norteamericanos no han cedido un centímetro.
“Antes de invadir Irak, el gobierno de Bush preveía que un futuro gobierno norteamericano en Bagdad reconocería diplomáticamente a Israel, pondría bajo presión a Irán y Siria, y se desharía del eje de Francia, Alemania y Rusia opuesto a la guerra” (Financial Times, 2/7). El fracaso estratégico de la ocupación norteamericana de Irak se mide en que no logró nada de esto.
¿Cómo salvar al nuevo gobierno “soberano”? “Ha emergido –dice un comentarista–, un raro y amplio consenso en Washington acerca de la necesidad de que Estados Unidos deje de manejar en forma directa Irak” y hasta de que “atempere sus objetivos estratégicos, frente a la necesidad de construir un apoyo popular para el primer ministro Allawi” (ídem).
Pero Estados Unidos no puede renunciar a los objetivos estratégicos que lo llevaron a invadir Irak; hay “escepticismo de que Estados Unidos esté dispuesto a pasarse al asiento trasero” (ídem)…
Algunos éxitos que se apuntó el imperialismo, como la aceptación por parte de Yemen y Jordania de enviar tropas a Irak o el progreso de los planes sionistas en Gaza, no alcanzan a dar vuelta la tortilla.