Internacionales
30/9/2014
ISIS en las puertas de Bagdad
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Obama anunció la creación de un frente mundial para destruir al EI (Estado Islámico) en Siria e Irak. Se trata de una demostración de la envergadura de la nueva crisis que se ha desatado en el Medio Oriente. Lo que el afro-americano de la Casa Blanca no aclaró es su política: los republicanos y los sionistas, por ejemplo, lo incitan a aprovechar la situación para poner fin al régimen sirio de Bashar Al-Assad. Él mismo caracterizó que su permanencia era incompatible con cualquier salida para la crisis devenida en guerra en gran escala. El objetivo estratégico de la guerra permanece confuso
Obama sabe, sin embargo, que Rusia, China e Irán, indispensables para la guerra contra el EI, se oponen firmemente a cualquier tentativa de ese tipo – dijeron lo mismo, incluso, Argentina, Brasil y Venezuela. Con estas prevenciones, Obama pone en aviso al gobierno sirio cuando lanza un ataque en ese territorio y al mismo tiempo ha reforzado la asistencia militar a las guerrillas que combaten al dictador de Siria. El Congreso norteamericano aprobó un proyecto de ley para financiar, armar y entrenar a los opositores sirios (Al Arabiya, 21/9), aún admitiendo que “dada la atomización de los grupos rebeldes es difícil distinguir quiénes son los moderados y quiénes no” (El País, 20/9); 85 de los 200 congresistas demócratas votaron en contra del proyecto, por la perspectiva de embarcarse en una guerra sin salida. El Pentágono presiona para que retornen los Marines a Irak. Según el Jefe de Estado Mayor, Martin Dempsey, ni los bombardeos ni el armado de grupos sirios, kurdos o sunitas, será suficiente. “Entre 12 y 15 mil soldados son necesarios para recapturar el territorio dominado por el EI”. Los bombardeos norteamericanos y británicos están provocando numerosas muertes y una enorme destrucción humanitaria, encima de las ya producidas desde 2001.
Mercado persa
En el mercadeo internacional para repartirse las zonas de influencia, Obama intenta persuadir a Irán para que abandone a Siria, a cambio de un acuerdo nuclear, algo que insurje al Estado sionista, por un lado, y a Hezbollah y la milicia chiita libanesa, por el otro. Israel abatió un avión militar de Siria, cuando éste se adentró apenas unos metros en las colinas del Golán, las cuales pertenecen históricamente a la propia Siria. El gobierno de Francia, por el contrario, no acompaña a EEUU en la acción en Siria, porque denuncia que ella es un apoyo a Bashar, cuando de lo que se trata es de derrocarlo.
La posición de Turquía no hace las cosas más sencillas a los yanquis. Ocurre que la pelea que dan los kurdos contra EI, en el norte de Irak, y el desplazamiento de la guerrilla kurda del PKK para defender a sus connacionales en el norte de Siria, han indispuesto a Turquía contra la coalición de Obama, toda vez que Turquía es una opresora nacional del Kurdistán. El escenario bélico se ha trasladado, además, aunque en forma parcial, a Argelia y Libia. Hay una enorme línea de guerra en esta parte del planeta. Solamente un poco más allá se encuentra Ucrania, donde las milicias rebeldes pro-rusas han infligido una derrota decisiva al ejército de Kiev y la OTAN, con la posibilidad de extender su avance hacia los confines de Crimea, que ya es territorio ruso. No hace falta subrayar, entonces, que se desarrolla una gigantesca crisis mundial de carácter político-militar. Sin reconocer los derechos al autor, Obama ha pronosticado que Estados Unidos enfrenta “una guerra prolongada”.
Estado Islámico
¿Qué pasa del otro lado, mientras tanto? Los contingentes militares del EI han derrotado repetidamente al ejército de Irak, entrenado por Estados Unidos durante varios años y diez veces más numeroso. La milicia fascista está mucho más motivada que sus adversarios. En este momento se encuentra a ocho kilómetros de Bagdad. Si la coalición norteamericana no supera sus contradicciones, la toma de la capital de Irak por parte de EI sería un golpe estratégico descomunal. Laurent Fabius, el canciller francés, quisquilloso con el lenguaje, se vería obligado a admitir que la milicia fundamentalista se habría convertido en Estado. El apoyo de la mayoría de los sectores sunnitas vinculados a Saddam Hussein en el pasado reciente, han desoído los cantos de sirena de Estados Unidos y mantienen el apoyo a EI. El “pro-occidental” Frente Revolucionario Sirio tiene acuerdos con el EI en algunos suburbios de Damasco; el Ejército Libre Sirio ha denunciado los bombardeos norteamericanos al grupo islamista Al Nusra, con el cual colabora en algunos frentes. Incluso los pases de combatientes de un bando al otro serían constantes (Zaman AlWasl, 26/9). El EI tiene una estrategia política más clara que sus adversarios, lo cual le ha permitido avanzar con apenas 30 mil hombres armados.
Las andanzas de EI han alimentado la suspicacia de que sea una creación del sionismo, o incluso de Estados Unidos, porque funciona como un pretexto para acabar con el gobierno de Siria y promover el despliegue aéreo (y más tarde terrestre) de Norteamérica. EI no ha proferido ni una palabra respecto a acabar con el ‘enemigo sionista’. Es difícil asegurar, por ahora, si esto es una prueba de alianza, o una astucia islámica para avanzar en la creación de un estado sirio-iraquí.
El gobierno iraquí, apadrinado por la Casa Blanca, propugna una salida de unidad nacional de chiítas, sunítas y kurdos. Esta misma estrategia fue utilizada por EEUU en 2003, cuando constituyó “consejos populares sunitas” para luchar contra la infiltración de Al Qaeda, que terminaron como centros de reclutamiento para los islamistas. Las contradicciones salen a la luz por todos lados. El nuevo primer ministro de Iraq recluta ex-baathistas y promete contratos legales y amnistía para todo ex militante del EI que se una a la nueva fuerza (Iraq Oil Report, 18/9), pero en el pueblo de Diyala, dichas milicias, coordinadas por Bagdad, han abierto fuego contra los ‘aliados’ kurdos (ídem). El Irak unificado y antisectario muere sin siquiera haber nacido.
El imperialismo se encuentra en un impasse estratégico. Las reconfiguraciones políticas de la región se han demostrado históricamente inviables. Sólo poderosas revoluciones sociales en los principales estados que se disputan el nuevo reparto de la región, pueden poner fin a esta catástrofe y ofrecer una salida.