¿Israel es una Sudáfrica?

Es superficial, y por lo tanto inexacto, afirmar —como hacen diversas corrientes “trotskistas”, incluídos los morenistas— que la colonización sionista de Palestina es similar a la de Africa del Sur, realizada por la minoría holandesa-boer (e inglesa más tarde), cuyo régimen racista dió lugar al “apartheid”.


En los “territorios ocupados” por el Estado sionista en la guerra de 1967, y aún dentro de las fronteras del Estado forjado después de la “partición” de la ONU de 1948 y los “agregados” que se sucedieron a la expulsión masiva posterior, rige, claro está, un régimen de “esclavización” del pueblo palestino (que pretende ser preservado y profundizado por los “acuerdos de paz”).


Pero la colonización sionista de Palestina: a) no tuvo las mismas causas que llevó a Holanda primero, y a Inglaterra después, hacia Africa del Sur; b) ni se produjo en el mismo período histórico (en el caso de Sudáfrica de ascenso del capitalismo —los primeros colonos arribaron allí en 1652—, en Palestina en el período inverso, fundamentalmente después de la primera guerra); y c) ni se nutrió nunca (y este fue el mayor fracaso del sionismo como “ideología”) de una inmigración masiva que por “propia voluntad” fuera a construir un “Hogar Judío” (como propagaba el sionismo).


La inmigración judía a Palestina se produjo a través de diversas “olas”, la mayoría de ellas pactadas a espaldas de sus protagonistas. El imperialismo y más tarde la burocracia rusa, a través del sionismo, arrastraron a minorías judías oprimidas de sus lugares de orígen, forzadas por imperiosas necesidades sociales (y de segregación racial, que en último término siempre se explican por las mismas razones). Nunca pasó nada de esto en Africa del Sur.


 


La colonización después de la segunda guerra mundial


La “ola” mas importante de inmigración judía a Palestina se produjo inmediatamente después de la segunda guerra y durante la fundación del Estado sionista. Antes de ella la comunidad judía de Palestina representaba la mitad de la población árabe del país (bajo “mandato británico”) que sumaba aproximadamente 1,5 millones.


El imperialismo yanki (y ni hablar de los decadentes imperialismos “aliados” de Europa) cerró sus fronteras a las víctimas de los campos de concentración nazis y fomentó su inmigración a Palestina, chocando relativamente con el imperialismo inglés (que pretendía preservar su “mandato” sobre aquélla), para evitarse tener que importar una masa de “desvalidos”. En 1946, un informe oficial americano revelaba que en “los campos de refugiados (de Europa central)… las tropas británicas trataban a los desplazados de manera que no difería mucho de como lo hacían los nazis, con la diferencia de que no existía el proceso de exterminio”. El historiador prosionista, de Harvard, que escribe esto, demuestra con documentos de la época que “la prosecusión de una política para los desplazados no había sido uno de los principales objetivos sionistas por más que algunos historiadores se empeñen en insistir en que sí” (“La rivalidad anglo-estadounidense y la partición de Palestina”, en “Israel” de J. Perelmuter).


Esta fue la “segunda ola” de “colonización”, que obnubiló a toda la izquierda mundial manipulada por el stalinismo, que equivocadamente identificó la “salvación” del pueblo judío con los objetivos reaccionarios del sionismo. Hasta los “trotskistas” del SU “compraron” el “verso” staliniano (la “rebelión judía” (contra Inglaterra), dice Nathan Weinstock, en su libro “El sionismo contra Israel”- “efectivamente debilitó materialmente y moralmente al colonialismo británico, favoreciendo así indirectamente la lucha por la emancipación de los pueblos árabes”).


Mientras la burocracia soviética “bendecía” al Estado sionista, la misma que había ocultado durante la guerra el genocidio sistemático contra los judíos, y pertrechaba en 1949, vía Checoslovaquia, al ejército sionista que expulsaba en masa a los palestinos, esa misma burocracia asesina del “judío” León Trotsky (en los textos oficiales soviéticos así era presentado el lider de la revolución de Octubre) desencadenaba una brutal campaña antisemita en todo el Este (Leopold Trepper, el dirigente de la “Orquesta Roja” y uno de los cientos de miles de víctimas de esa campaña, describe crudamente este período, cuya expresión más terrible fue el famoso “complot de los médicos”).


 


La colonización antes de la segunda guerra


La inmigración judía a Palestina que tuvo lugar desde fines de siglo, fue impulsada por los banqueros Rotschild e Hirsch, que creyeron que iban a evitar así el trance del antisemitismo en occidente.


La alta burguesía judía de Occidente, que había alcanzado un nivel de integración en el mundo liberal-burgués, se ocupó de la “filantropía” hacia sus “hermanos” del Este, no por razones “humanitarias”, sino por motivos bien clasistas. Esta burguesía judía no quería que las migraciones tan características de este período, que tenían su origen en la descomposición de los viejos regímenes precapitalistas, “hirieran” la susceptibilidad de sus verdaderos hermanos de clase, los burgueses de occidente, y de paso… se las alejaba de la propaganda “disociadora” de las fuertes corrientes socialistas que se implantaban entre los obreros rusos y judíos. No nos olvidemos, que la “Declaración Balfour” del 2 de noviembre de 1917, mediante la cual Inglaterra se compromete vagamente a “facilitar el establecimiento” judío en Palestina, fue dictada —según el embajador británico en Petrogrado— para ver si así “la juventud judía ya no seguirá a los bolcheviques” (ver artículo de Rafael Santos, en PO Nº 425).


Fueron estos inmigrantes judíos de esta “primera ola” los que fundaron el Partido Comunista Palestino a principios de los años ’20, el primero del Medio Oriente, sobre una base igualitaria entre árabes y judíos, defendiendo un programa de autodeterminación nacional de Palestina, concordante con las posiciones sobre los países coloniales de la IIIª Internacional. (Este PC, que fue sometido, no sin resistencia, a los “virajes” del stalinismo a fines de los ’20 y durante los ’30, protagonizó grandes combates políticos contra el sionismo en el seno del movimiento obrero judío y palestino bajo el “mandato británico”, logrando muchas veces quebrar la “segregación” que propiciaban los sionistas a través de los sindicatos “judíos” y su central la Histadrut. Los comunistas de Palestina no hicieron en esos primeros años lo contrario de lo que hacían los franceses en Argelia en los 40 y 50, que defendían la “centralización” de los sindicatos argelinos en la CGT de la metrópoli, en manos de los stalinistas, pretendiendo someterlos a la política de su burguesía imperialista y negándose a luchar por la “autoderminación nacional”).


 


La inmigración posterior a la instalación del Estado Sionista


Después de instalado el Estado sionista en 1948/49, los judíos que engrosaron su población no provinieron, en ningún caso significativo, de comunidades judías de la “diáspora” de occidente (donde se encuentran el 70% de los judíos del mundo). La mayoría de los intentos de inmigración desde occidente, fundados en el sionismo “jalutziano” (“pionero”) fracasaron estrepitosamente (incluida la de los judíos argentinos que fueron a Israel, que luego reformaron, al igual que los pocos que lo hicieron desde los EE.UU.).


Los grandes “aliados”  de la inmigración sionista a Israel, en los últimos 45 años, fueron “curiosamente” , por un lado, los régimenes totalitarios árabes, que expulsaron masivamente a las comunidades judías. (Sintomáticamente, los sectores judíos adinerados de muchos de esas comunidades, a pesar de estar a “pocos kilómetros” de la “Tierra Prometida”, se fugaron a países lejanos; es el caso de la comunidad judía del Líbano que antes de la guerra civil emigró en masa… a la Argentina). Esos sectores oprimidos del mundo árabe, que constituyen hoy día en Israel la comunidad “sefaradí”, engrosan mayoritariamente a los sectores más explotados de las masas judías. Atenazados por el “odio” que traían de sus países de origen y la miseria que sufrían en Israel, fueron la “carne de cañon” del triunfo de la derecha partidaria del “Gran Israel”  —Beguín,Sharon— a fines de los 70.


Es falso que los movimientos de liberación nacional de la región repudiaban al judaísmo, como minoría nacional o religiosa, —como se desprende de las posiciones de Moreno a favor del “racismo árabe”. La “fobia antisemita” en el mundo árabe es un producto deliberado de sus burguesías para apartar a las masas de sus verdaderas preocupaciones. Muchas de las acciones de la resistencia judía en Palestina contra el “mandato británico” concitaron verdaderas manifestaciones de solidaridad en el mundo árabe, como fue el caso del proceso que se les siguió en “El Cairo” a los combatientes de una brigada judía que asesinó allí a un ministro y lord inglés, lo que provocó “manifestaciones (antiimperialistas) de estudiantes” (citado en el libro mencionado arriba). Por otro lado, allí donde se expresó un movimiento de liberación nacional en el mundo árabe, éste adoptó claramente una posición antirracista. Fue el caso de la revolución argelina, que incluso a través del FLN se pronunció categóricamente contra el odio antisemita (véase “Historia del conflicto judeo-árabe” de A.R. Abdel-Kader).


La otra gran fuente de inmigración, particularmente en los últimos 6 años, ha sido la rusa. Casi 500 mil judíos rusos, en el cuadro de la miseria de la descomposición soviética, fueron  “condenados” por la burocracia stalinista (y el imperialismo norteamericano que les impide emigrar allí) a marchar a Israel en la condición de “explotados”. Sólo esta última “ola”, ha podido contrarrestar la tendencia creciente de muchos judíos al “retorno” a sus países de origen, que hasta 1989 se había expresado en un decrecimiento neto de la población judeo-israelí durante varios años. La explicación de esto se debe a la aguda crisis social del Estado sionista de los últimos 15 años (el “plan”Cavallo fue probado antes allá —lo que ratifica su cuño imperialista—, y al igual que acá ha provocado una descomunal desocupación masiva también entre los trabajadores judíos).


Sólo los trotskistas defendieron la autodeterminación nacional Palestina (y, en consecuencia la destrucción —política— del Estado sionista)


Como se puede ver, la colonización de Palestina tiene muy poco que ver con su homóloga sudafricana. Moreno apeló a la analogía para “fabricar” una tesis, aunque es igualmente nefasta para Sudáfrica: “Nuestra consigna es…”  fuera yankis de Guantánamo, la misma que tenemos en Israel” (Correspondencia Internacional, 9/82). En junio de 1948 “Quatriéme International” planteaba: “¡Abajo la partición de Palestina! Por una Palestina árabe, unida e independiente, con plenos derechos de minoría nacional para la comunidad judía! Fuera del país todas las tropas extranjeras, los ‘mediadores’ y ‘observadores’ de las Naciones Unidas. Por el derecho de las masas árabes a disponer de ellas mismas! Por la elección de una Asamblea Constituyente con sufragio universal y secreto! Por la revolución agraria!”.


El PO fue la única organización trotskista de este país, por lo menos, que desde 1967 retomó esa vieja caracterización marxista que habían abandonado todos los pablistas (morenistas incluídos), cuando consideraron “consumada” la “partición”.