Italia: Bonapartismo senil y estado de excepción

La bancarrota capitalista está haciendo estragos en los regímenes políticos establecidos -en especial, en Europa. Un episodio relevante de este derrumbe ocurrió cuando, en Italia y en Grecia, el gobierno parlamentario fue sustituido, en 2011, por ‘gobiernos técnicos’ -que los parlamentarios y los partidos de esos parlamentarios aceptaron sin chistar. Este principio de cambio de la organización política por la vía de los hechos consumados, sin intervención del electorado, fue impuesto por la banca internacional, representada por la llamada ‘troika’, para evitar la quiebra del euro y una quiebra generalizada del capitalismo. La ‘troika’ está compuesta por el Banco Central Europeo, el FMI y la Comisión Europea. Fue una suerte de golpe de Estado ‘singular’ dentro de la carcaza del parlamentarismo. Para muchos, un simple paréntesis que debía restablecer la ‘normalidad’. Nada de eso. En Grecia, el gobierno de coalición encabezado por los conservadores se ve incapacitado de llamar a elecciones, porque según las encuestas serían ganadas por Syriza, una fracción de centroizquierda que aún resulta ‘sospechosa’ para esa ‘troika’. En Italia, las cosas resultaron peores. El ‘gobierno técnico’ llevó el derrumbe de Italia más lejos de lo que ya estaba, lo que produjo un desprestigio colosal a la representación parlamentaria y los partidos políticos que lo apoyaron. De modo que, cuando convocaron a elecciones para salir del ‘paréntesis’ del ‘gobierno técnico’, los partidos tradicionales perdieron una cantidad considerable de votos, ninguno consiguió mayoría propia y, sobre el derrumbe de ellos, apareció un tercero en discordia, el Movimiento 5 estrellas (M5E), que rechaza cualquier alianza política y se llevó a la cuarta parte del electorado.


La formación del ‘gobierno técnico’ había producido un principio de cambio en el régimen político. Italia, una república semi-parlamentaria, se había convertido en un régimen de gobierno presidencial, pero con un presidente que no tiene capacidad de gobierno. El gabinete ‘técnico’ gobernó más de un año por medio de decretos o votaciones de confianza. Ahora se va más lejos en esa dirección. Giorgio Napolitano, el presidente saliente, ya se ha convertido en el presidente entrante para arbitrar la formación de un gobierno que no depende de él, pero que ni el parlamento ni los partidos han podido formar. En Italia se ha establecido un bonapartismo senil, no solamente por la edad del presidente -88 años, con un nuevo mandato de siete- ni por las limitaciones a su capacidad de acción política: es el conjunto del sistema político el que se acoge a la jubilación.


El dato más importante de la crisis es que su desenvolvimiento ha diezmado al partido mayoritario, el PD (el crío dejado por la izquierda cristiana y el partido comunista). En lugar de buscar la mayoría parlamentaria para formar gobierno mediante nuevas elecciones, el PD se sometió a la salida de pactar la formación de un gobierno con Berlusconi, lo que el partido rechazaba. Para sortear el obstáculo de la oposición a formar un gobierno parlamentario de ‘gran acuerdo’ con la derecha, transfirió los trámites de un acuerdo con la derecha al terreno de la elección del presidente, cuyo mandato finalizaba a mediados de mayo. Cuando tampoco pudo imponer esta opción a sus parlamentarios, recurrió a la instancia última de pedir la continuidad del presidente saliente. Que los parlamentarios ‘pedistas’ acabaran aceptando una salida que conducía al mismo resultado político -o sea: el gobierno con la derecha- desnuda de un modo brutal el carácter ficticio de la rebelión interna del PD y, por sobre todo, el terror que produjo en la pequeña burguesía de centroizquierda el vacío político de no tener presidente ni gobierno. El bonapartismo senil es la emergencia del temor a la nada. Lo más importante es, sin embargo, otra cosa: el fracaso en reelegir a Napolitano podría haber conducido a una alianza de una parte considerable del PD con el M5E, lo cual habría comportado la posibilidad de la formación de un gobierno partidario de la salida del euro. La re-elección de Napolitano es una tentativa final de salvar la permanencia del euro. Este es el contenido de fondo de la opción por el bonapartismo senil. Su fracaso sellará la suerte del euro y abrirá en Italia y en Europa una situación prerrevolucionaria.


El ‘flamante’ presidente se ha esforzado, en vano, por disimular sus propósitos. Afirma ahora que no quiere promover un ‘gobierno técnico’, sino un ‘gobierno político’. Pero aunque designe a un político, con seguridad del PD, para formar ese gobierno, éste no podrá gobernar con métodos parlamentarios. Si antes el PD no tenía mayoría en las dos cámaras, ahora no la tiene en ninguna, porque está definitivamente dividido. Advertido de esta contradicción, Napolitano ha sancionado un programa gubernamental elaborado por "siete sabios", el cual es una copia del programa del ‘gobierno técnico’ precedente.


La crisis política y el impasse histórico de Italia y Europa han penetrado en todos los partidos, antiguos o nuevos. El ‘antipolítico’ M5E ha trenzado en la presente crisis con todos los partidos habidos y por haber, para -se justificó- evitar ‘el vacío político’. Partidario de la salida del euro, promovió una candidata partidaria del euro, la ex comisionada Emma Bonino, y muchos de sus parlamentarios votaron en las rondas para elegir presidente a Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea. Bepé Grillo, el jefe único del M5E, anunció que repudiaría las trenzas de la izquierda con la derecha con una “marcha sobre Roma”, de la que reculó apenas trascendió la intención. El PD, por su lado, se encuentra en disolución, a la expectativa de un golpe de mano sobre su dirección de un representante en ascenso del centroizquierda derechista y proimperialista, Matteo Renzi, intendente de Florencia.


La izquierda obrera y socialista de Italia deberá decir con mucha claridad cuáles son sus planteos para enfrentar esta ca-tás-tro-fe.