Italia en las vísperas

Este fin de semana se realizarán en Italia elecciones generales para renovar las cámaras de Diputados y de Senadores, luego de la agudización de la crisis que llevó a la renuncia del “gobierno técnico” de Mario Monti, a fines del año pasado. Las últimas encuestas publicadas muestran que la centroizquierda de Pier Luigi Bersani sigue en primer lugar, pero perdiendo terreno. A la vez, crecen la centroderecha -de Silvio Berlusconi- y el “movimiento Cinco Estrellas” -del cómico televisivo Beppe Grillo. Mario Monti, el premier saliente, se ubica en un lejano cuarto puesto, con apenas algo más del diez por ciento. La ley electoral italiana asegura la mayoría en Diputados a la primera minoría, pero no ocurre lo mismo en el Senado, donde el “premio” de mayoría se reparte por regiones, lo que otorga ventaja a la alianza Berlusconi-Liga del Norte. Se cierne la perspectiva de “ingobernabilidad”, en el marco de una crisis bancaria, fiscal e industrial sencillamente enorme. La “salida” que pergeñan los “de arriba” es catastófrica: una alianza del centroizquierda oriundo del “comunismo” con el comisario de la banca europea, el renunciado ministro Mario Monti, reclutado de las filas de Goldman Sachs -al igual que su “colega” del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi.


Agotamiento político


El adelantamiento electoral acortó la vida del gobierno de Monti, que había sido entronizado, a fines de 2011, por medio de un semigolpe orquestado por la Unión Europea y por Obama, piloteado por el presidente Giorgio Napolitano. El ex comunista Napolitano vivió su momento bonapartista cuando impuso a Monti a un Parlamento con mayoría berlusconiana.


Las esperanzas en un gobierno de “tecnócratas” se han esfumado: el brutal ajuste que fue implementado agravó la crisis de la deuda pública y sumió a Italia en una colosal crisis industrial. Luego de haber pulverizado al gobierno parlamentario, se pretende retornar a él cuando las condiciones que determinaron su relegamiento se han acentuado. Llueven los escándalos de corrupción: el presidente de la aeronáutica Finmecánica, de la Liga del Norte, fue a parar a la cárcel; y lo mismo ocurre con los banqueros del Monte Paschi de Siena, vinculado al Partido Democrático.


Beppe Grillo, un ex cómico televisivo que nadie tomaba en serio hace un año, se ha convertido en la figura más destacada de la campaña electoral. Las concurridas actividades públicas de Grillo, en un invierno lacerante, contrastan con los paseos de Monti, Bersani o Berlusconi por la televisión o reducidos locales cerrados. El discurso “antipolítico” de Grillo ha estado acompañado de planteos reaccionarios contra la existencia de sindicatos y simpatía hacia el fascismo. A la izquierda de Bersani se ha formado un bloque “civil”, encabezado por un juez, Ingroia, adonde fue a recalar Refundación Comunista.


Bersani no pierde oportunidad de presentarse como el adalid de las “reformas estructurales” reclamadas por la Unión Europea, y anunció su disposición a formar una coalición de gobierno con Mario Monti como ministro de Economía. Para eso sería necesario que los votos de Monti le brinden una mayoría en el Senado. En caso contrario, habría que reabrir las urnas. La bancarrota capitalista, como se ve, viene acompañada por una verdadera borrachera electoral. En poco tiempo más, Italia deberá elegir a un nuevo presidente del país.


Bancarrota capitalista


La bancarrota capitalista tiene contra las cuerdas a la economía italiana. El tejido industrial del país sigue quebrándose: las “relocalizaciones” de grandes empresas que se llevan la producción al exterior implican la quiebra de un enorme entorno de pequeñas y medianas empresas. El resultado es una profundización de la recesión, el desmantelamiento industrial y el desempleo. Uno de los más destacados columnistas del Financial Times pontificó, recientemente, que Italia no tiene salida dentro del euro, lo cual provocó una polémica con “tutti quanti”. El apoyo de Sergio Marchionne, el CEO de Fiat, a la candidatura “europeísta” de Monti obedece a que la ex nave insignia de la burguesía italiana opera como una filial de Chrysler, a partir de una plataforma de producción internacional, deslocalizando sus fábricas a Europa oriental o China. La crisis mundial ha convertido a Fiat en antiitaliana: vivimos tiempos apasionantes.


La resurrección de Berlusconi -un desahuciado político que desmintió varias veces su candidatura- es el resultado de la recuperación de un discurso nacionalista, que su ex ministro Tremonti -candidato por la Liga del Norte- ha convertido en una cruzada verbal contra el BCE y contra la alemana Merkel. Es que además de perder empresas nacionales a manos de extranjeras, Italia enfrenta la certeza de que su mercado del automóvil pase a ser copado por VW. Los “nacionalistas” italianos siguen, sin embargo, reivindicando una condición europeísta; quizá con la expectativa de que aparezca un nacionalismo continental. Son muchos los “europeístas” que están haciendo campaña para devaluar el euro.


¿A los Bersani-Monti que, como la Alianza en 1999, pretenden sostener a toda costa una moneda sobrevaluada con recetas de ajuste y endeudamiento, les ha salido un Duhalde?


La crisis en perspectiva


La crisis mundial ha agudizado en Italia la disgregación política -“a la griega”. Se ha disuelto el régimen de alternancia; casi un 40% de los votantes elegirá una opción distinta al PDL y al PD. Un editorialista de La Repubblica advirtió que “el resultado será un Parlamento ingobernable y, por ende, una legislatura que durará pocos meses y después volveremos a votar”.


Esta crisis sacudirá las fibras políticas del proletariado de Italia.