Japón: nuevo gobierno, viejos problemas

El parlamento japonés eligió como nuevo primer ministro este lunes a Fumio Kishida, quien se había convertido a su vez en los días previos en el presidente del Partido Liberal Democrático (PLD), la fuerza política dominante del país del sol naciente. Reemplaza a Yoshihide Suga, quien decidió alejarse del poder tras apenas un año de gestión, golpeado por la pandemia y el retroceso económico.

Kishida aspira a lograr un buen desempeño en las elecciones parlamentarias del 31 de octubre, de modo de lograr una base política firme de gobierno. Actualmente, el PLD, de derecha, gobierna en alianza con los budistas del Komeito. El principal partido opositor, el Partido Democrático del Japón, de centro, se fracturó hace unos años.

El flamante líder decidió mantener en el cargo a los funcionarios de las carteras estratégicas de Exteriores y Defensa, y en el caso de Finanzas, ocupará la misma el cuñado de quien estuvo al frente del ministerio durante los últimos nueve años. Varios de los ministros son cercanos a Shinzo Abe, el dirigente que marcó la última etapa del Japón con sus “Abenomics” y que renunció en 2020 por un problema de salud. En los comicios internos del PLD, Abe le dio el apoyo a Kishida en la segunda ronda; en las bases partidarias, en cambio, prevaleció el respaldo a otra figura, Taro Kono (Descifrando la Guerra, 2/10).

La pandemia agravó en Japón los problemas económicos previos. En 2019, pese a las tasas de interés negativas y los planes de compra de bonos por parte del Banco Central, la economía apenas había avanzado un 0,3%. En 2020, ya bajo el Covid, el PBI se contrajo un 5%. Las autoridades niponas recurrieron a un nuevo y gigantesco paquete de estímulo para tratar de activar la economía: inyectaron más de 300 billones de yenes (unos 2,4 billones de euros), equivalentes al 60% del PBI nacional (El País, 9/12/20). Pese a que este año se está produciendo un rebote, las perspectivas indican que el crecimiento no compensará lo perdido el año anterior.

Los “Abenomics”, una combinación de medidas de estímulo a la burguesía y de reformas antiobreras, instrumentadas desde 2012 por Abe, no consiguieron sacar al país de su prolongado estancamiento, a pesar de su cuantía. Fracasaron en llevar la inflación al 2% anual y, en cambio, elevaron la cifra de la deuda pública a más del 250% del PBI, una de las más altas del mundo.

La falta de recetas alternativas por parte del establishment japonés se verifica en el hecho de que el titular del Banco Central, Haruhiko Kuroda, en el cargo desde 2013, ratificó que bajo el nuevo gobierno continuarán las mismas políticas. En el fondo de todo el proceso de crisis está la caída de la tasa de ganancia empresarial, que se redujo un 20% entre 2008 y 2020 (Michael Roberts, Sin Permiso, 8/9/20).

Relaciones exteriores

Otro aspecto importante del nuevo gobierno será la política exterior. Kishida, quien en el pasado ocupó el puesto de canciller, ya mantuvo una comunicación telefónica con Joe Biden y ratificó la alianza con Estados Unidos. Como parte de este reforzamiento de los lazos, se reactivó en las últimas semanas el llamado Quad, un grupo de defensa integrado por Estados Unidos, Japón, la India y Australia (por su parte, Washington lanzó “Aukus”, junto al Reino Unido y Australia).

Asimismo, Kishida avanzará en la política de reforzamiento militar, iniciada por Abe, pese a los límites marcados por la Constitución. A propósito de esto, yanquis y japoneses realizaron en estos días entrenamientos conjuntos en el Pacífico, como prolegómeno al uso de aviones caza F-35B por parte de Tokio, a partir de 2024.

El principal adversario de Japón (y de Estados Unidos) en la región es China, con la complejidad de que es al mismo tiempo el mayor socio comercial. Uno de los focos de la disputa son las islas Senkaku-Diayou, reclamadas por ambos países. Como indicio del crecimiento de las tensiones, Tokio ha expresado su disposición a integrar a Taiwán al Acuerdo Transpacífico, lo que ha desatado la ira de Beijing. Apostilla: el país del sol naciente también sostiene una disputa con Rusia, por las islas Kuriles.

El recrudecimiento de las tensiones entre las potencias tiene en el Pacífico y el Mar de la China Meridional a su escenario más caliente.

Las masas

Pese a una tasa de desempleo baja, del 2,5%, las masas trabajadoras japonesas se encuentran sometidas a dos males: el subempleo de algunas franjas y la superexplotación de otras. A tal punto llega la extenuación laboral que existe un término para la muerte por agotamiento, “Karoshi”, trabajar hasta reventar: infartos y derrames cerebrales. En 2015, los medios hablaban de un promedio de 200 de estos casos por año (La Nación, 9/2/15). Ese exceso de trabajo conduce también a la depresión grave y el suicidio.

Aunque Japón no ha estado entre los países más afectados desde el punto de vista sanitario por el Covid (totaliza 18 mil muertes y 1.8 millones de casos, con una población de 120 millones de habitantes) el empecinamiento del gobierno de Suga en la realización de los Juegos Olímpicos este año desató protestas. Tras la competencia deportiva, la pandemia se descontroló y alcanzó un pico de 25 mil contagios diarios a fines de agosto. Esta fue una de las razones de la caída en desgracia de Suga.

Frente al continuismo que expresa el nuevo gobierno de Kishida, los trabajadores necesitan desarrollar una salida política, con un planteo de independencia de clase.