Kosovo: Fuera la Otan

Las negociaciones para un acuerdo de paz en Kosovo, celebradas en el castillo francés de Rambouillet, no han arrojado ningún resultado. Los albaneses-kosovares rechazaron el ‘plan de paz’ presentado por las potencias de la Otan porque dejaba en el limbo el futuro status político de Kosovo; los serbios lo rechazaron porque establecía su ocupación militar por la Otan. Sólo una jugada de último minuto, que comprometió a ambas partes a una nueva conferencia de paz a mediados de marzo, evitó el completo desastre de la diplomacia imperialista.


Desde entonces, recomenzaron los combates y las masacres, lo mismo que las presiones imperialistas. El gobierno norteamericano mandó a Kosovo a un nuevo ‘enviado especial’, Bob Dole, miembro activo del ‘lobby albanés’ de Washington. Según las últimas informaciones, Dole habría conseguido que la dirección del Ejército de Liberación de Kosovo respalde el ‘plan de paz’ norteamericano, lo que sería oficialmente anunciado durante la visita del ELK a Clinton, en Washington, en los próximos días. Todo esto es el resultado de la “lucha por el poder dentro del ELK” (Financial Times, 3/3) que, bajo la directa presión norteamericana, llevó al desplazamiento de los dirigentes hostiles a la firma del ‘plan de paz’ yanqui.


Empantanamiento


El ‘plan’ establece la ‘autonomía’ de Kosovo (más limitada de la que gozó en la vieja Federación Yugoslava) por un período limitado de tres años, al cabo del cual sería discutido su status político. La verdadera esencia del ‘plan’, sin embargo, es la ocupación militar de Kosovo por la Otan ya que sólo así se podía asegurar su cumplimiento. El ‘plan de paz’ para Kosovo es tan artificial como el de Bosnia, que sólo se mantiene porque está militarmente ocupada por la Otan.


Un analista norteamericano retrata la impasse de la política imperialista. “Estados Unidos –dice– debería elegir entre dos extremos desagradables: apoyar la independencia de Kosovo o comprometerse en derrocar el régimen de Milosevic para alcanzar la democracia en Serbia y una genuina autonomía en la provincia” (Jim Hoagland, en The Washington Post, 28/2). Puesto en la disyuntiva, sugiere la segunda alternativa: de esta manera, dice, Estados Unidos podría evitar “el peor de los mundos posibles”: la caída de Milosevic como consecuencia del enorme descontento popular acumulado en Serbia contra el hambre y la miseria … lo que llevaría, a su vez, a la independencia de Kosovo. Pero ocurre que el ‘reemplazo’ de Milosevic no daría una ‘salida’ a la cuestión de Kosovo porque todas las direcciones políticas serbias son mortalmente hostiles a su autonomía. Esta impasse es, precisamente, la que pone en primer plano la ocupación militar de Kosovo por el imperialismo.


Más allá de Kosovo


La ocupación militar de Kosovo —después de la de Bosnia y de Macedonia— es vital para el imperialismo porque la continuidad de la crisis yugoslava amenaza a la Unión Europea y a la Otan, es decir la penetración del capitalismo en Rusia y la restauración en toda Europa Oriental.


“Europa —dice otro analista— ha quedado dividida en una Europa occidental católica-protestante y una Europa oriental, de religión ortodoxa, más pobre, políticamente inestable. Grecia es todavía miembro de la Otan, pero si la situación de seguridad en los Balcanes se deteriora, podría ser empujada a una no reconocida –aunque sicológicamente real– alianza de los países de religión ortodoxa (encabezada por Rusia)”. “Pero Kosovo –continúa– es crucial por una razón mayor. Cicatrizar la emergente división de Europa significa incorporar a la Otan al menos uno de los países de religión ortodoxa (como Rumania o Bulgaria). Pero esto es imposible mientras Kosovo permanezca en lucha (…) Las elites rumanas y búlgaras están decidiendo inclinarse hacia Estados Unidos o hacia Rusia, dependiendo de cuál de los dos parezca tener un mayor poder en la región”. Más aún, “con el Medio Oriente crecientemente frágil, necesitaremos las bases y el derecho de vuelo sobre los Balcanes para proteger el petróleo del Mar Caspio (donde las petroleras norteamericanas y británicas han realizado multimillonarios acuerdos de inversión con las ex repúblicas soviéticas de la región)” (The Washington Post, 28/2).


Pero aunque lo que está en juego en Kosovo es el destino de la restauración capitalista en Europa Oriental y la ‘seguridad’ de Europa en su conjunto, la Unión Europea sólo puede intervenir, como antes en Bosnia, bajo la tutela norteamericana. Antes de haberse unido, Europa ya es un protectorado yanqui. La crisis en Kosovo es, por lo tanto, un episodio de un enfrentamiento de carácter general, donde se está dirimiendo qué potencia imperialista hegemonizará Europa y la restauración en el Este.


Para los pueblos balcánicos, el ‘plan’ de la Otan significará más hambre, menos independencia, más violencia y más opresión. Frente a esta perspectiva de barbarie, la única salida progresiva para los pueblos balcánicos es la lucha común contra el imperialismo y su unidad socialista en una entidad estatal única. Sólo en este cuadro, el de la unidad de los pueblos contra el imperialismo, será posible garantizar los derechos nacionales de cada uno de sus componentes.