La agresión militar sionista contra Siria y la “guerra contra el terrorismo”

El bombardeo israelí de un campo supuestamente perteneciente a la Jihad Islámica ubicado en Siria, a sólo 15 kilómetros de su capital Damasco, constituye un nuevo avance de la crisis desatada en Palestina y en toda la región. El ataque fue seguido por una movilización de masas de las fuerzas de la reserva militar dentro de Israel. Claramente, esto no fue una respuesta al reciente atentado suicida en Haifa, como afirma el gobierno israelí (de acuerdo a ciertas fuentes, el blanco fue una base abandonada del Frente Popular para la Liberación de Palestina), sino una acción calculada por parte del gobierno de Sharon y el imperialismo norteamericano para escalar su presión sobre Arafat y los regímenes árabes, con el objetivo de obtener su completa capitulación. El ataque en Siria es una ampliación del concepto de “guerra contra el terrorismo” desarrollado por los imperialistas después del 11 de septiembre, que no es más que una pantalla de humo ideológica de la campaña imperialista para apropiarse de los recursos naturales de la región e imponer por la fuerza su control político, tanto a través de medios directos (la ocupación militar de Irak), como indirectos (a través de sus Estados clientes, y sobre todo la entidad colonial sionista).


La reciente crisis de gabinete en la Autoridad Palestina que siguió a la renuncia del primer ministro Abu Mazen, un gobierno injertado por encima de los palestinos de Cisjordania y Gaza por los imperialistas con el e xpreso propósito de imponerles la llamada “hoja de ruta”, revela la incapacidad del gobierno de Sharon, en el tercer aniversario del estallido de la actual Intifada, para desarmar a las milicias palestinas por medios “políticos” junto a la continuada represión militar. El nuevo gabinete palestino es extremadamente inestable: dos de sus ministros (interior, para el que fue designado Nasser Yussef, y Salud, para el que fue designado Jawad Tibi) rechazaron concurrir a la toma de juramento y, de acuerdo a fuentes oficiales, el nuevo primer ministro palestino Ahmed Queia le habría declarado el jueves al presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, que desea abandonar su puesto. La legisladora palestina Hanan Ashrawi calificó esto como “una crisis constitucional”.


La escalada de asesinatos de militantes palestinos, la destrucción de propiedades y el creciente empobrecimiento de las masas en los Territorios, junto con la construcción del Muro del Apartheid, han producido el efecto opuesto al buscado: el fortalecimiento de la resistencia de los grupos palestinos y un masivo movimiento en defensa de Arafat, a quien Israel quiere liquidar tanto política como físicamente. Cuanto más Israel declara que Arafat es irrelevante, más las masas toman las calles para proteger a la Autoridad Palestina y a su presidente. En todo caso, la política de Arafat es una “irrelevancia” histórica, no porque haya servido a la causa palestina por medio del apoyo a la resistencia armada contra el sionismo, sino porque fracasó, como representante del régimen burgués títere palestino, en controlar a las masas y a las organizaciones políticas opuestas a los Acuerdos de Oslo. Es el deber elemental de cualquier revolucionario defender a Arafat contra los agresores sionistas e imperialistas, sin otorgarle ningún apoyo político a los podridos intereses burgueses que representa.


El hecho de que los sionistas están desarrollando acciones terroristas contra los palestinos fue denunciado incluso por un grupo de pilotos israelíes en una reciente carta pública, en la que establecieron su rechazo a llevar a cabo ciertos asesinatos selectivos en los que podría verse involucrada la población civil. Estos pilotos no son soldados comunes como los refuseniks (1) encarcelados durante los últimos tres años, sino que son parte de las fuerzas de élite del Ejército. Debemos defender a los refuseniks y a los pilotos, incluso aunque tengan un programa sionista, contra los ataques del Estado israelí y de sus cómplices en las organizaciones civiles, por su valiente posición, que muestra que las fisuras en las filas del Ejército israelí se amplían a medida que la crisis actual continúa desenvolviéndose.


Los ataques suicidas


Nuestra posición como marxistas es la defensa incondicional de los oprimidos contra los opresores, cualquiera sea la forma que tome la resistencia de los oprimidos. Los ataques suicidas palestinos no son el producto del fundamentalismo palestino o de cualquier otra causa ideológica. Los ataques suicidas palestinos son la reacción de la población, que vive en un gran campo de concentración, a las condiciones de extrema opresión política y económica. Una causa no poco importante de la degeneración de la lucha palestina, que comenzó como una serie de manifestaciones de masas, en una política de ataques suicidas, es la falta de solidaridad mostrada por las organizaciones obreras de masas de Israel, que nunca condenaron la represión a la s masas palestinas por parte del Estado israelí. Pero incluso bajo estas infernales condiciones, las organizaciones palestinas están dispuestas a cesar los ataques suicidas, como demostraron en el último cese del fuego, intencionalmente hecho estallar por la política del gobierno israelí de liquidación de dirigentes políticos, que ha llevado también al asesinato indiscriminado de la población civil (sus “blancos” han sido bombardeados, en la mayoría de los casos, en el medio de áreas urbanas superpobladas).


En este escenario de pesadilla, los marxistas locales no deben perder la cabeza y sobre todo deben evitar dejarse arrastrar por la histeria de la “denuncia del terrorismo” alimentada por los medios de prensa burgueses. Su tarea es, antes que nada, usar la frase del gran filósofo Spinoza, frecuentemente citada por Trotsky: “Ni llorar ni reír, sino comprender”. Claramente, los ataques suicidas no pueden poner fin a la ocupación y a la opresión sionista. Habitualmente, no sólo tienen como resultado el asesinato de civiles inocentes sino también de palestinos que viven en Israel. Por ejemplo, como resultado del último ataque suicida en el restaurant Maxim de Haifa, murieron 19 personas, de las cuales cuatro eran árabes. Además, están llevando a la liquidación física de toda una generación entera de militantes, cuya dedicación y talento son necesarios para construir una nueva sociedad socialista sobre las ruinas del régimen actual. Sólo la perspectiva estratégica de una Palestina laica y socialista bajo la dirección de las masas árabes y judías puede dar una salida al actual baño de sangre.


La crisis del gobierno de Sharon


El gobierno israelí de criminales de guerra, como sus contrapartes en Estados Unidos y Gran Bretaña, enfrenta una profunda crisis como consecuencia de la “victoriosa” guerra contra Irak, que se está convirtiendo en un nuevo Vietnam. El gobierno de Sharon enfrenta una creciente ola de huelgas, debido a la depresión económica sin precedentes, la peor desde la fundación del Estado, en 1948. Los trabajadores se han empeñado en una serie de luchas y huelgas durante la última semana contra el plan económico dictado por el imperialismo y los patrones locales. La Histadrut (central obrera israelí, N. del T.) está dirigiendo una serie de medidas de fuerza que involucran a 50.000 empleados públicos. Esto incluye las oficinas del gobierno, los municipios, los puertos y aeropuertos. Los trabajadores huelguistas en el puerto de Haifa se han trenzado en batallas callejeras contra los desempleados instigados por las organizaciones de los empleadores. El conflicto en el puerto es muy instructivo porque los ministerios de Economía y Transporte han violado un reciente acuerdo con los sindicatos del sector al privatizar el puerto de Ashdod, y además, buscan privatizar los puertos de Haifa y Eilat en el futuro cercano. Estas medidas, abiertamente respaldadas por el lobby industrial, dejarán cientos de desocupados y buscan quebrar a los sindicatos del sector.


El plan económico y el presupuesto para el 2004 son la continuación de los sucesivos planes contra los trabajadores implementados por el gobierno de Sharon en los últimos dos años. Uno tras otro, todos han demostrado ser un fiasco en lo que hace a la reactivación de la economía. El déficit creció, la tasa de crecimiento del PBI es negativa, la tasa de desempleo aumentó junto con el número de familias por debajo de la línea de pobreza. En conjunto, los recortes presupuestarios alcanzan 34.000 millones de shekels, incluyendo grandes recortes en bienestar social (pagos del seguro nacional) y grandes despidos en la administración pública (un adicional de 1.500 a los 650 que la Histadrut aceptó en mayo de este año). El principal objetivo de esta reducción presupuestaria es el Ministerio de Salud, del que serán despedidos 714 trabajadores. El plan también incluye la privatización o semi-privatización del correo, el servicio meteorológico, los puertos, las refinerías de petróleo, los hospitales (ya han sido cerrados dos en Haifa), el departamento de vialidad nacional, etc. Otros puntos incluyen la elevación de la edad jubilatoria a 67 años para los hombres y a 65 para las mujeres, y la intervención estatal en los conflictos laborales por medios legales. El nuevo presupuesto, por supuesto, no toca un simple shekel de los asentamientos y de los subsidios a las empresas que construyen nuevas plantas, pero aumenta la matrícula para los estudiantes universitarios, en violación de acuerdos previos.


El plan de lucha de los sindicatos que siguió a la resolución del gobierno de violar los últimos acuerdos e introducir recortes adicionales contra los trabajadores y en beneficio de los capitalistas, fue precedido por la huelga de las madres solteras. Como denunció una de las principales líderes de este movimiento, Vicki Knafo, Sharon y Netanyahu utilizaron el hundimiento de la hudna (tregua) y el relanzamiento de los atentados para liquidar la lucha, llamando a los trabajadores judíos a unirse con sus patrones contra su “enemigo común” (los palestinos). Pero la huelga de las madres solteras fue aislada por la Histadrut y la dirección del movimiento, que rechazaron extender la lucha y unirla con la de otros sectores oprimidos. La Histadrut mostró otra vez que no está llevando la lucha a fondo. Por ejemplo, permitió a los portuarios cargar productos agrícolas para “evitar la pérdida de cosechas israelíes”. Esta es una prueba adicional de que los trabajadores, judíos y árabes, necesitan construir dentro de la presente lucha su propia dirección, independiente de la burocracia de la Histadrut y de los partidos sionistas y burgueses.


La necesidad de la hora es el llamado a la huelga general y a un comité conjunto de coordinación de la lucha, que incluya a todos los sectores de la clase obrera y a todas las capas empobrecidas de la población. La huelga general debe ser preparada involucrando activamente a todos los trabajadores y comités de fábrica. ¡Por una organización independiente de los trabajadores y la izquierda, contra el sionismo y las burguesías árabes! ¡Por comités conjuntos de lucha contra la política del gobierno y los patrones! Los trabajadores, la juventud, los estudiantes, y todas las capas empobrecidas, árabes y judías, tienen que poner fin a este gobierno, frenar su bárbaro plan económico, reclamar el inmediato retiro del Ejército israelí de Gaza y Cisjordania, y aniquilar los planes militares sionistas e imperialistas contra los pueblos de Medio Oriente.


La perspectiva estratégica de los revolucionarios en Palestina


Para alcanzar estos objetivos, los activistas y las masas árabes y judías deben construir su propio partido político, un partido de la clase obrera. Este partido sólo puede desarrollarse en el contexto local como parte del ala más radical del movimiento de liberación palestino, que reclama la puesta en pie de un único Estado en todo el territorio de Palestina y la plena implementación del derecho al retorno de los refugiados. Una reconstrucción socialista de la sociedad es inconcebible sin movilizar a los estratos más oprimidos, que en este caso son los refugiados y las víctimas de la ocupación sionista, así como a las más amplias masas populares de los tres millones de árabes. La lucha indispensable para ganar a las masas trabajadoras judías para la causa del socialismo no puede, bajo ninguna circunstancia, ser llevada adelante mediante la defensa de privilegios que constituyen un obstáculo para la consumación de las tareas democráticas en Palestina, tales como la partición del país y la perpetuación del carácter judío (es decir, confesional y segregacionista) del Estado. Los revolucionarios en Palestina deben puntualizar claramente las insuperables limitaciones programáticas del nacionalismo burgués y llevar adelante un sistemático trabajo de delimitación política a lo largo de esta línea, mientras que al mismo tiempo deben intentar unir las ahora ampliamente separadas luchas de los palestinos y de las masas judías en el marco de un frente único antisionista y antiimperialista.