La aguda crisis política en Paraguay

Frente al pacto entre Cartes y Lugo por la reelección


El gobierno del Partido Colorado ha llevado adelante un autogolpe parlamentario para aprobar una adenda a la Constitución que habilite la posibilidad de la reelección presidencial. Los senadores oficialistas, junto a sus socios “opositores”, formaron una mayoría precaria y se autoconvocaron para aprobar las modificaciones necesarias para avanzar con el “rekutu” (reelección en guaraní). Es importante marcar que en Paraguay la constitución no habilita la reelección en ninguna de sus variantes, o sea, ni para el actual presidente y tampoco para los que lo antecedieron en el cargo. Por esta razón, el oficialismo ha obtenido un apoyo incondicional del ex presidente Fernando Lugo que pretende beneficiarse de dichas modificaciones.


 


Mientras que el actual presidente Horacio Cartes, un representante de los “demócratas” latinoamericanos, denuncia el golpe en Venezuela, lleva adelante uno propio.


 


Este golpe palaciego solamente pudo ser posible por el apoyo del Frente Guasú y del luguismo que pretende competir por la presidencia en las elecciones de 2018. También fue de la partida un sector muy importante del partido Liberal que apuesta a la unidad con Lugo. En la oposición a estas reformas quedaron otros sectores de los mismos partidos (Colorado, Liberal y frente Guasú), lo que da cuenta de la fractura general que atraviesa al régimen político paraguayo. Son los mismos partidos políticos los que están de un lado y otro de la vereda en la disputa por la reelección. Estas estructuras partidarias han quedado totalmente caducas y hoy solamente sirven como chapas vacías con las cuales distintos caudillos pretenden legitimar su accionar.


 


Lo que ahora aparece como una disputa política furiosa tiene su contrapartida en la situación real de las masas, en donde ambos sectores mantienen una unidad granítica contra los principales puntos y reclamos del pueblo paraguayo. Ninguna de estas variantes plantea una real modificación de la relación entre explotados y explotadores.


 


Con el gobierno de Cartes ha continuado la crisis económica y social del país, luego de la experiencia pseudonacionalista de Lugo. Por más que los indicadores económicos pretendan mostrar a Paraguay como una economía pujante, la realidad de las masas está muy lejos de dichas expectativas. El actual gobierno ha tenido como principales banderas en su gobierno la colocación de bonos soberanos en las principales bolsas del mundo (que han duplicado la deuda del país) y el ingreso de inversiones extranjeras. Este endeudamiento y este ingreso de capitales extranjeros, sin embargo, no han mostrado ningún avance concreto para los trabajadores y los campesinos paraguayos, sino que al contrario, han apuntalado la agenda privatista y anti obrera del gobierno.


 


Como lo sabemos bien en nuestro continente, los “préstamos” extranjeros siempre vienen con un ajuste a las condiciones de vida de los explotados. Esta mayor asociación con el capital financiero internacional, en el marco de la bancarrota mundial, ha potenciado los desequilibrios previos. Lugo y el frente Guasú no han llevado adelante una real oposición a esta política, sino que pretenden protegerse para ser una opción electoral en 2018. Como en el resto del subcontinente, el nacionalismo burgués es tributario del ajuste contra las masas.


 


La crisis por arriba, sin embargo, abrió una brecha en la cual se coló una intervención popular que ha terminado con el incendio del Congreso (reprimida con el saldo de un muerto, heridos y más de 200 detenidos).


 


La disputa entre camarillas, que nada tiene que ver con los intereses reales de los explotados, empieza a desarrollar una movilización por abajo. Es tarea de los revolucionarios canalizar dicha rebelión hacia posiciones independientes de los campos en disputa, ya que ninguno representa un aspecto progresivo para la situación concreta y de conciencia de las masas.


 


Es necesaria una intervención independiente a partir de un reagrupamiento de los sectores populares y en lucha para que la clase obrera, los campesinos y los estudiantes intervengan con una posición propia. Un congreso de base de las federaciones campesinas, estudiantiles y obreras debería delinear un programa integral para el país, oponiéndose a cualquier maniobra parlamentaria para avanzar hacia la reelección. Es el momento para que los trabajadores y los campesinos paraguayos intervengan con un programa de gobierno propio.