Internacionales
27/4/2000|664
La Alianza contra Cuba, por ‘La Rúa’ de Menem
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Hay una gran diferencia entre el acoso del menemismo contra Cuba y el reciente voto condenatorio de la Alianza. En tanto que Menem atacaba a la revolución cubana cuando reinaba la euforia de la cruzada neoliberal, de las privatizaciones, del mercado y de la ilusión en un inminente colapso del gobierno de la Isla, la hostilidad que acaba de poner de manifiesto el bloque UCR-Frepaso tiene lugar cuando todas aquellas fantasías se derrumban con método y con constancia, e incluso en el momento en que se produce una excepcional colaboración política entre los gobiernos cubano y norteamericano en relación al secuestro del balserito Elián. En las relaciones carnales de Menem había un diseño político; en las de De la Rúa sólo aparece el sometimiento. Lo mismo que llevó a matar a cuatro manifestantes correntinos; a balear la manifestación del miércoles 19 frente al Congreso; a meter un impuestazo en una economía en recesión o a obcecarse con llevar hasta sus últimas consecuencias la flexibilidad laboral; es decir, la necesidad de cumplir con los acreedores internacionales y con los pulpos internos, esto mismo ha llevado al voto condenatorio de Cuba en las Naciones Unidas. El sometimiento, el servilismo, la capitulación.
El gobierno que condena a Cuba en nombre de los derechos humanos es el mismo que aplica rigurosamente el punto final contra la investigación por la muerte de 30.000 personas. A los aliancistas este descomunal reproche moral los tiene sin cuidado; miden los derechos humanos por la libertad capitalista para la prensa o por la posibilidad de realizar elecciones periódicas, que son regularmente manipuladas desde el Estado y los monopolios de la información. También los tiene sin cuidado el que no se esté investigando la muerte de los compañeros correntinos por parte de la gendarmería. Es cierto que en Cuba no hay democracia ni libertad de organización o de opinión para los trabajadores y ciudadanos en general; pero esta situación no puede ser denunciada, ni mucho menos superada, por el imperialismo genocida, opresor y guerrerista. Un retorno de Cuba a la democracia formal iría acompañado de una completa colonización imperialista de la Isla; Cuba no necesita democracia burguesa sino democracia proletaria; libertad para todo partido o tendencia que defienda las conquistas revolucionarias y para organizar sindicatos independientes del Estado; la sustitución del régimen de poder personal que encarna Fidel Castro por un régimen de deliberación y decisión política de las masas.
El De la Rúa que se atreve a atacar a Cuba es el mismo que saludó la libertad de Pinochet por los ingleses y que saludaría fervorosamente cualquier salida que se base en una nueva inmunidad para el criminal chileno. Son complacientes con Pinochet porque la “pacificación”, dicen, ayudaría a consolidar la “transición democrática”en Chile. Es decir que la defensa de la democracia capitalista justifica cualquier violación de los principios democráticos, pero nada justifica a los ojos de estos personajes una defensa a rajatablas de la soberanía nacional contra el imperialismo yanqui.
No habría que descartar que la decisión de De la Rúa responda a relaciones carnales aún menos santas que las expuestas. Es que es evidente que ha habido un enfríamiento de las relaciones entre Cuba y el Vaticano en los últimos meses, como consecuencia de una liberación menos rápida que la deseada por el clero de las posibilidades de proselitismo religioso. De la Rúa habría sintonizado más con el Vaticano que con Clinton a la hora de la votación. Esto explicaría la consulta de su voto con el socialista chileno Lagos, que preside un gobierno con el clericalismo trasandino (y la falta de consulta con el “agnóstico”Henrique Cardoso, de Brasil, que se abstuvo).
El pobre De la Rúa, sin embargo, tiene el paso cambiado. Los amos del norte quieren una normalización ‘a la china’con Cuba. Los grandes bancos y los pulpos agrícolas, además de la gran industria, ya han formado sus grupos de presión para alcanzar este objetivo. Este mismo De la Rúa, que no condena a China, donde sí se violan los derechos humanos en forma salvaje para defender la restauración capitalista, será obligado, oportunamente, por estos “lobbys”yanquis, a volver sobre sus pasos.