La bancarrota capitalista -en pañales

Este artículo sustituye la versión publicada en papel en Prensa Obrera N° 1176

“Cada atardecer, cuando la penumbra desciende sobre Atenas, la policía con equipamiento antidisturbios espera sentada en los autobuses que se alinean en las calles del centro de la ciudad. Algunos pegados a sus celulares, otros escudriñando la noche. Nadie tiene una certeza de lo que podrían estar esperando. Pero todos en la capital griega coinciden en que algo podría ocurrir en cualquier momento”.

El lector difícilmente se imagine que esta descripción electrizante emane de un corresponsal del muy inglés Financial Times (2.5). Para justificar la impresión que le causa la primavera de Atenas, el periodista señala que después de un año de rescates financieros, “Grecia se encuentra en una recesión profunda: la economía se contrajo un 4.5%, y se espera otra caída del 3% para el año que corre”. Desde entonces, las jubilaciones fueron podadas en un 20% y los salarios un 15%, – además de la eliminación de todas las bonificaciones y de la suba del IVA a un escalofriante 24%. El miércoles 10 de mayo, Grecia era paralizada, por décima vez, por una huelga general.

El punto es que no solamente fracasó el ‘ajuste’ – como consecuencia de la depresión que provocó tampoco sirvió para operar una transfusión de sangre del trabajo al capital, o para restablecer las cuentas del Estado. La deuda pública, que antes de la declaración de la crisis se estima entre el 85 y el 110% del PBI de Grecia, ha atravesado alegremente la barrera del 160%. El truco siniestro de aumentar la deuda mientras se podan los gastos, es la consecuencia de la subida enorme de la tasas de interés que paga el Estado: el bono del Tesoro griego a dos años ‘rinde’ el 25.50% anual (último registro), lo que equivale a un ‘riesgo-pais’ de 2200 puntos cuando se lo compara con uno alemán, que cuesta 3.5%; el bono a diez años promete un 15.50%, lo que no deja de representar un ‘riesgo’ de 1300 puntos sobre el similar germano. ¿Por qué sorprenderse, entonces, cuando el semanario Der Spiegel revela una reunión secreta de los máximos responsables de finanzas de la Unión Europea para discutir un cese de pagos de Grecia (‘defol’) e incluso su retiro del euro. Desmentida enérgicamente por los participantes, la reunión fue confirmada por el Financial Times el 8 de mayo (columnista Wolfgang Munchau).

‘Naturalmente’, ¿a quién le importa el ‘defol’ de Grecia, un país con un PBI inferior al de Argentina? En plata muchísimo, aunque sea lo secundario. Los bancos griegos tienen en su cartera el 22% de la deuda estatal, unos cien mil millones de dólares, los suficientes para barrer varias veces con el conjunto de su capital. Un banco del nivel de BNP Paribas, francés, carga un muerto de 8 mil millones, y en grado decreciente otros bancos franceses, españoles, alemanes y belgas. El 11% de la deuda la tienen el FMI y los gobiernos europeos, unos 6 mil millones. Pero el Banco Central Europeo (BCE) carga con el 20% de ella (otros cien mil millones de dólares), dentro de la cual no se cuentan los títulos de cortísimo plazo ofrecidos por el gobierno griego o los bancos al BCE – lo cual sumaría 300 mil millones de dólares, según calcula el norteamericano J.P. Morgan (Financial Times, 10.5). ¿Y qué pasa si añadimos a esto el endeudamiento ‘derivado’ de este endeudamiento público, como son los bonos vendidos como seguros de cambio contra, precisamente, la posibilidad de un cese de pagos en el endeudamiento original? Estos ‘derivados’ no llevan registros: las operaciones “fuera de libros” (off balance) superan a las registradas en la contabilidad. Las deudas públicas no se compran al contado sino con préstamos, a cambio del depósito de una garantía de menos del 5% del total. En caso de ‘defol’, no solamente cae el acreedor indirecto sino, principalmente, la cadena de acreedores que han formado fila atrás de é. En esto consiste el “sistemic risk” (riesgo sistémico) al que hacen referencia de continuo todos los observadores. Ojo, lo que importa para Grecia vale también para Irlanda, Portugal, Islandia, eventualmente España e Italia, y al final (por qué no?) para Estados Unidos y Japón, los dos estados más endeudados del mundo y más apalancados también (o sea que se han endeudado para comprar deuda pública).

La cadena de la felicidad

Sin embargo, con lo impresionante que son estas cifras, incluso para un país chiquititísmo, lo más importante es otra cosa: el fracaso del rescate por la Unión Europea y el FMI, que han armado un fondo de un billón de dólares, aunque el 70% no es dinero sino garantías. Como lo señala bien un ex banquero central de Argentina, Mario Blejer, que antes integró el Banco de Inglaterra y luego fue asesor de Néstor Kirchner, “la situación se asemeja a una pirámide o esquema Ponzi. Algunos de los tenedores originales de los bonos son pagados con préstamos oficiales que también financian los déficits primarios” (Financial Times 6.5). Dado que esta bicicleta se realiza con dinero público y, en última instancia, requerirá emisión monetaria, ¿puede proseguir en forma indefinida? Sí, contesta Blejer, que recurrió a es truco en el derrumbe de 2001, entregando a los bancos quebrados redescuentos del Banco Central. Puede (¿debe? Seguir hasta que la última deuda privada haya sido cancelada por el Estado con el dinero del fondo europeo; “el último tenedor (el Estado), dice, carga con la pérdida completa”. Esto significa el derrumbe financiero del Estado, la desaparición de la moneda y una situación política de 2002 a la escala de media Europa y un ‘poquito’ más.

Todo indica que en la reunión secreta desmentida por sus participantes se habría llegado a la conclusión de que una reestructuración de la deuda de Grecia, que transfiere parte de la pérdida a los acreedores, sería imbancable, literalmente, en especial para los bancos franceses y alemanes, y podría provocar una ‘corrida’ contra la deuda pública y privada de España – cuya situación es peor que la de Grecia, puesto que tiene a las dos terceras partes de su sistema financiero quebrado. El conjunto del sistema bancario de Europa tiene aún ‘activos tóxicos’ (créditos incobrables o títulos sin valor de mercado) por un valor que oscila entre 800 mil y 1.3 billones de dólares, y Estados Unidos entre 1.0 y 1.6 billones. Por otro lado, se (sub) estima la insuficiencia de capital de los bancos europeos en 180 mil a 220 mil millones de dólares. Lo que se desprende de aquí que una reestructuración de la deuda de Grecia para evitar el ‘defol’, o sea una cesación total de pagos y el abandono del euro, podría ser un golpe demoledor para buena parte de esa banca. La reestructuración que se rechaza, debería combinar una ‘quita’ de al menos el cincuenta por ciento de la deuda, una reducción fuerte de la tasa de interés y un alargamiento considerable de los plazos – lo cual, en conjunto, nos llevaría a una desvalorización de más del 75% de la deuda griega (y enseguida hacer lo mismo con Irlanda y Portugal, y hasta España). Incluso en un caso de estas dimensiones no está claro que fuera a producir una recuperación de la economía de los países afectados, que los capacite para el pago de la deuda pública sobrante, porque ello depende de las condiciones generales de la economía mundial.

No sólo de números vive el hombre

Los números de la crisis, a pesar de su contundencia, nublan su comprensión. Al lado del enorme capital en bancarrota, por ejemplo, opera otro capital que se encuentra a la expectativa de aprovechar esa bancarrota. Fondos financieros de distintas características se han puesto al acecho para comprar la deuda de los países insolventes una vez que se reconozca su completa pérdida de valor. Fue lo que ocurrió en Argentina en la crisis de 2002. El caso de España es bien elocuente: el Banco de España ha ordenado la recapitalización de las Cajas, que representan más de la mitad del sistema financiero, pero los capitales dispuestos a hacerlo reclaman pagar un precio bastante inferior al que piden los accionistas; el banco central está amenazando con declarar la quiebra de algunas cajas, para forzarlos a vender a cualquier precio. Mientras los banqueros alemanes quieren estirar los tiempos del default, los norteamericanos y los ingleses presionan para apurarlo, porque están del otro lado del negocio y porque apuntan a eliminar competidores. Se ha desatado una lucha feroz de intereses contradictorios. Una manifestación de ella es la dificultad para establecer un sistema de deuda pública de la Unión Europea, que sustituiría los endeudamientos nacionales por un título continental de mayor solidez financiera; se oponen los países más endeudados, porque tendrían que sumar deuda a la deuda que ya tiene, y los menos endeudados, para no cargar con el muerto de los otros. Una deuda pública común supone un Estado único. En contra de la tendencia a un sistema único de deuda pública opera una contraria, o sea a la fragmentación fiscal de los estados nacionales, cuyas regiones o provincias acumulan deudas y déficits enormes: es el caso de las “autonomías”, en España; las comunas, en Italia; los ‘länder’ en Alemania. La hipoteca de estas regiones es feroz, porque los bancos las han ilusionado con obtener ingresos fuera de serie en operaciones ‘derivadas’, que no se han verificado, dejándolos con deudas fabulosas que no tienen financiació. En Estados Unidos, la deuda municipal (muni-bonds) involucra un par de billones de dólares. Esto ha llevado a varios estados norteamericano a enmendar su sistema de pensiones y anular el derecho a la convención colectiva; y aserruchar los sistemas de asistencia a la salud. Un editorial de The Economist acaba de plantear que, como mínimo, hay que llevar la edad para jubilarse a los 70 años; “Los costos crecientes de los sistemas sociales de salud ; la seguridad social; el esquema de previsión social del gobierno; son considerados (por los republicanos) la amenaza principal a la posición fiscal del gobierno” (Financial Times, 6.5). Cuando se incluye los compromisos de pagos de jubilaciones en las próximas dos décadas, la deuda nacional de Estados Unidos se empina a los 200 billones de dólares – cuatro veces todo el PBI mundial.

La crisis financiera que se desarrolla encima de la crisis financiera que se inició en 2007, ha quedado ilustrada la semana pasada por el derrumbe de la cotización de la plata y por las materias primas en general. Lo que desató el desplome fue el requerimiento de algunas Bolsas de elevar el depósito que deben dejar los especuladores como garantía para especular a la suba de la plata. Para cumplir con la exigencia, los afectados salieron a vender apresuradamente sus apuestas de ese metal. El requerimiento de mayor garantía expresa la desconfianza de los reguladores en la capacidad de los especuladores para cumplir con los contratos. La elevación de la garantía (‘margin call’) ha sido el detonante de todos los derrumbes desde que existe el capitalismo. La regla de no dejar caer a los grandes bancos, o sea rescatarlos, con emisión de moneda, fue presentada como un recurso imbatible contra el derrumbe. Se dijo que se habían aprendido las lecciones que dejó la crisis de 1930. Pero la crisis del capital no puede ser superada por medio del ‘aprendizaje’, porque no es un asunto académico sino el resultado final del desarrollo de las contradicciones del capitalismo. No se trata, como diría Marx, de “interpretar” el capital, o sea de edificar un esquema teórico para regular sus contradicciones, sino de valerse de ellas para abolirlo.

De gendarmes y rehenes

La posibilidad de que Grecia se retire del euro es el tema del momento. Algunos de los que reclaman que se autorice la reestructuración de su deuda, quieren provocar esa salida, otros pretende evitarla. En lugar de seguir metiendo plata en la Helade, mejor sería admitir una ‘quita’ que se combine con alargamiento de plazos de vencimiento, propone William Buiter, un inglés del Citibank, y poner el dinero para el rescate de los bancos que resulten afectados por esa reestructuración. Los bancos alemanes están expuestos por sobre todo a España (210 mil millones de dólares) y a Irlanda (170 mil millones). La amenaza de salir del euro, por parte de Grecia, constituye una extorsión a Alemania, para persuadirla a favorecer la reestructuración. Pero un retiro de Grecia sería acompañado por Irlanda, en primer lugar, y Portugal y España. El retorno a sus antiguas monedas les permitiría devaluarlas e intentar la reconquista (improbable) de una mayor capacidad de competencia en el mercado mundial, incluido el turismo. Se trata de una extorsión, porque la desintegración de la zona euro produciría una cadena de devaluaciones en perjuicio de Alemania, que quedaría con un euro más próximo al supervaluado viejo marco, lo cual afectarían en forma decisiva su capacidad exportadora. Aunque no se crea, ya hay un mercado de transacciones en marcos inexistentes, que tiene por base la desaparición del euro, que cotiza al marco por encima del euro actual. Alemania ha pasado de gendarme a rehén de los caprichos de la pequeña Grecia. La ruptura de este verdadero nudo gordiano de la crisis no la pueden producir las reuniones de ministros. Por eso progresan las crisis políticas y las rebeliones populares. Estas rebeliones se verán obligadas a clarificar sus objetivos políticos, sino quieren ser instrumentadas, a la larga, por una falta de dirección, por las salidas que tejen los polos capitalistas enfrentados por la crisis.

Los límites

Los espacios de este artículo no alcanzan para entrar en el corazón de todo el asunto: Estados Unidos y Japón – con China en la órbita. Pero la emisión de dólares para financiar el rescate capitalista, cerca de tres billones, ha fracasado para reanimar el crédito o la economía, ni hablar de que no ha resuelto el derrumbe hipotecario ni la desocupación. Los bancos guardan los dólares emitidos en las cuentas remuneradas de la Reserva Federal (no lo prestan a la producción) o alimentan una nueva especulación mundial sobre la crisis que creó la especulación anterior. Esto explica el vertiginoso aumento de los precios de las materias primas y el auge de la especulación inmobiliaria en los países a la que no había llegado en la fase anterior. Pero nadie se anima a cortar el chorro, porque arriesgaría una depresión mundial. Por eso, aunque la Reserva Federal ha dicho que no dejará de comprar bonos del Tesoro y de emitir moneda, seguirá dejando las tasas a un ridículo 0.25%. La Reserva Federal ha acumulado bonos del Tesoro norteamericano por 1.5 billones de dólares, lo cual la ha convertido en el principal acreedor de su propio Estado. La consecuencia de esto será una mayor devaluación del dólar, mayor especulación y, en última instancia, quiebras ‘à la griega’. La devaluación de la moneda quita al Estado la capacidad de crear deuda pública, o sea financiarse. Esto es lo que refleja la apreciación del oro, que no es solamente una materia prima para la industria sino, más que nada, dinero, o sea una reserva de valor y el equivalente que permite el intercambio general de las mercancías.

En los comentarios de los principales observadores de asuntos financieros y económicos aparece con frecuencia cada vez mayor la conclusión de que las operaciones de rescate mundial del capitalismo colisionan con “límites políticos”. Se refieren a las crisis estatales, a los choques entre estados y, por sobre todas las cosas, a la resistencia popular. Los problemas vienen con su propia solución.