La bancarrota de la izquierda en Francia

El 24 de abril y el 8 de mayo se realizan las dos vueltas de la elección presidencial francesa. Todos los pronósticos anuncian al triunfo electoral de Mitterrand. Este hecho pone de relieve dos cosas simultáneamente: las dificultades de la burguesía para mantener un gobierno de derecha que vaya a fondo contra el proletariado y las libertades democráticas, y el estancamiento político del movimiento obrero, que carece de una perspectiva política propia.

El fracaso político del gobierno de derecha

Aunque en marzo de 1986 los partidos de derecha ganaron las elecciones legislativas, no se animaron a ir a una crisis política abierta pidiendo la renuncia de Mitterrand. Así nació la cohabitación entre la derecha y el PS.

La posibilidad de este entendimiento estaba dictada naturalmente por una determinada evolución política. Luego de la victoria de Mitterrand en 1981, el Partido Socialista y el Partido Comunista, junto a grupos y personajes burgueses, gobernaron hasta 1984 y el PS continuó solo hasta 1986. El período 1981-1986 se caracterizó, luego de una primavera de concesiones inmediatas, por una política antiobrera de una amplitud que la derecha no se había animado a hacer entre 1974 y 1981: aumento masivo del desempleo, congelamiento de salarios, recortes de las prestaciones sociales, la discriminación contra los inmigrantes, fortalecimiento del aparato represivo del Estado.

Esta política fue ejecutada por un gobierno elegido por el movimiento obrero contra la derecha. La ausencia completa de una crítica revolucionaria a este gobierno de “unión de izquierdas", dejó sin alternativas de acción política a la vanguardia de la clase obrera. Sobre esta realidad se montaron los partidos de derecha para ganar en 1986.

En los primeros meses el gobierno de Chirac ejecutó una ofensiva fulminante contra la clase obrera y la democracia. Pero su ofensiva se quebró a fines de 1986 ante la gran movilización estudiantil y la larga huelga ferroviaria. Entonces la burguesía tuvo que optar por dilatar en el tiempo un enfrentamiento de fondo. Si un sector importante de la pequeña burguesía se había desplazado electoralmente hacia los partidos de la extrema derecha, no se la pudo movilizar en la calle contra los trabajadores — como se intentó hacerlo durante la huelga ferroviaria. Las manifestaciones estudiantiles tuvieron en cambio un apoyo masivo de la población.

Es así que la derecha llega a estas elecciones presidenciales dividida. El desmoronamiento del reaganismo se manifiesta a su manera en Francia. El ala extrema del Frente Nacional tiene un peso cierto, pero es un fenómeno político aislado. Un ala de la burguesía se plantea desde ya la necesidad de formar una mayoría parlamentaria con Mitterrand.

El juego político de Mitterrand

La candidatura de Mitterrand se presenta bajo un aspecto diferente al de 1981, aunque su contenido histórico sea el mismo. Siete años atrás pretendía ser el portavoz de la izquierda y postulaba la disolución de la Asamblea Nacional y un gobierno del PS y del PC, con una larga serie de reivindicaciones inmediatas a satisfacer. Ahora, anuncia un gobierno de unión nacional sobre 1a base del Parlamento actual — que tiene mayoría de derecha.

Esta política representa al polo dominante del juego electoral. En las actuales condiciones, un gobierno fuerte de la derecha aparece como una aventura imprevisible. Por otro lado, el movimiento obrero carece de una perspectiva independiente. Es de esta manera que Mitterrand puede proclamar un programa de “paz social”, que debe entenderse así; si bien habrá una continuidad de las medidas capitalistas contra las masas, ellas no deberían provocar ninguna explosión social.

La candidatura de Mitterrand va a cristalizar también el voto mayoritario del movimiento obrero, los asalariados y de la juventud, con la ilusión de que constituye una barrera al triunfo de la derecha. A diferencia de 1981, este voto no será sinónimo de confianza política; es más bien un recurso electoral y político contra los partidos reaccionarios en un cuadro de retroceso y de relativa desmoralización de las masas.

Las otras candidaturas de izquierda no representan ninguna alternativa efectiva para el movimiento obrero. El stalinismo tuvo que salir del gobierno en 1984 pero mantiene el conjunto de su orientación. En 1986 se opuso a la huelga ferroviaria y se mantuvo al margen de la movilización estudiantil; durante los 2 años del gobierno de Chirac no se propuso ninguna acción efectiva contra sus medidas reaccionarias.

Ahora apuesta a un triunfo electoral de 1a derecha con la esperanza de que esto termine con su retroceso electoral en favor del PS.

Por primera vez, el así llamado sector “renovador” del PC presentó su propio candidato, Pierre Juquin, que cuenta también con el apoyo de fuerzas que intervinieron en la Unión de Izquierda, como el PSU, y de la LCR, sección francesa del Secretariado Unificado de la IV Internacional. Juquin rechaza explícitamente ser un candidato del movimiento obrero y el programa marxista; su “renovación" respecto al stalinismo es simultáneamente formal con el proletariado; pretende reconstruir la Unión de Izquierda sin importarle que se haya revelado como un verdugo "reformista” del proletariado francés.

Dos organizaciones que se reclaman del trotskismo presentan también sus candidatos, Laguillier por Lutte Ouvriere y Lambert por el PCI; Laguillier se inscribe en el seguidísimo al PC, porque considera que el PC vira hacia posiciones de clase. El PCI se ha lanzado, desde hace un par de años, a la construcción de un “Partido de los Trabajadores" y se presenta en nombre de este movimiento. Sus banderas son la democracia y el cumplimiento de las promesas de 1981; ha renunciado a la consigna del gobierno obrero y en su lugar plantea 1a destrucción de las instituciones de la V° República, es decir el retomo a un caduco parlamentarismo.

La bancarrota política del llamado trotskismo es absolutamente completa.

Es así como las próximas elecciones presidenciales francesas representarán un episodio político menor. Las contradicciones políticas y sociales del capitalismo parasitario deberán abrir oportunamente un nuevo periodo de ascenso. La quiebra mortal de la izquierda francesa deberá encontrar su superación en la construcción de un partido revolucionario.