Internacionales
1/12/2020
La barbarie de las tropas australianas en Afganistán
Una reciente investigación da cuenta de decenas de asesinatos cometidos fuera de combate.
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Al menos 25 soldados del Servicio Especial del Aire, una unidad de élite de las “Fuerzas de Defensa” australianas, han sido indicados como los perpetradores de brutales crímenes contra civiles y prisioneros afganos. La investigación, llevada adelante por la dirección de las propias fuerzas armadas del país oceánico, da cuenta de 39 asesinatos, realizados a sangre fría, incluso con degollamientos, fuera de cualquier situación de combate o riesgo para las tropas australianas. Se trata de “ritos iniciáticos” en los que se buscaba que los soldados tengan las primeras “bajas” en su haber, los crímenes se completaban con el montaje de un falso enfrentamiento, plantando armas en la escena para simular una situación de combate.
La pesquisa con la que se armó el informe tomó 4 años para realizarse, y abarca el periodo 2005 – 2016. El contexto es el de la invasión imperialista de Afganistán en el marco de la denominada “guerra contra el terrorismo”, comandada por Estados Unidos y de la que Australia es un activo participante, como en la mayoría de las aventuras militares yanquis.
Los crímenes de las tropas australianas no son, desde ya, una excepción. A los conocidos casos de tortura cometidos por tropas estadounidenses en Abu Ghraib o Guantánamo se le suman las atrocidades cometidas por soldados británicos en Irak y Afganistán, que, de acuerdo a recientes revelaciones hechas por la BBC, se contarían por miles y estarían siendo encubiertas por las autoridades gubernamentales. De conjunto, y solo desde 2015, han muerto en Afganistán cerca de 20 mil civiles de acuerdo a la ONU y, en la primera mitad de 2020, las fuerzas de la coalición liderada por EE.UU. han sido responsables de 281 civiles fallecidos, por bombardeos aéreos u otros medios (El Mundo, 19/11). Por otra parte, la intervención imperialista ha sido un completo fracaso en sus objetivos declarados. En estos momentos, el gobierno de Trump se encuentra negociando una retirada del contingente estadounidense con los propios talibanes, cuyo aplastamiento era el principal motivo de la invasión, pero que hoy controlan al menos un tercio del territorio.
En Australia, las revelaciones de los crímenes han provocado una crisis política en regla y se ha puesto en marcha un operativo para lograr la impunidad de los militares involucrados y, más en general, un absolución para las Fuerzas Armadas y el Estado australiano en su conjunto. Luego de las primeras declaraciones del primer ministro conservador Scott Morrison y del jefe del ejército Angus Campbell tendientes a avanzar en una separación de los involucrados y en un posible enjuiciamiento, sectores de derecha y de las Fuerzas Armadas salieron en defensa la actuación general de las tropas y con el planteo de que se trata de meros actos individuales. Desde que salió a la luz el informe, 9 militares australianos se suicidaron supuestamente por el stress provocado por la investigación realizada ya que solo uno de ellos actuó en Afganistán. Campbell, incluso, retrocedió respecto de la medida simbólica que había decidido tomar de retirar los honores militares con los que la unidad de elite acusada cuenta (The Sidney Morning Herald, 30/11).
Al día de la fecha el operativo de impunidad está en marcha, solo 10 militares han sido expulsados de las Fuerzas Armadas, no hay juicio alguno iniciado y tampoco detenidos. El propio informe inicial fue realizado con el objetivo de aminorar daños y responsabilidades, señalando el desconocimiento de los mandos sobre lo ocurrido y guardando el secreto acerca de los nombres de los responsables y del propio contenido de la investigación. No hay señalamiento alguno respecto del rol jugado por las autoridades militares y políticas, responsables de lo actuado por la agresión imperialista y difícilmente ignorantes acerca del accionar de las tropas en el terreno.
Las revelaciones se han transformado en un ejemplo más de la verdadera naturaleza del Estado australiano, que se esconde detrás de una pantalla de democracia y desarrollo. Las atrocidades cometidas por sus tropas tuvieron lugar tanto durante gobiernos conservadores como laboristas, por lo que cuestionan al conjunto del régimen político.