La capitulación de la OLP

El “acuerdo histórico” que firmaron la Organización para la Liberación de Palestina y el Estado de Israel constituye una renuncia definitiva, por parte de la primera, al objetivo de crear un Estado palestino independiente. El “acuerdo” equivale al hundimiento de la causa nacional palestina, provocado por su propia dirección.


La OLP se compromete, en primer lugar, a “reconocer el derecho a la existencia del Estado de Israel”, es decir, que acepta la partición de Palestina decretada por el imperialismo y la burocracia rusa en la década del ´40. Se compromete, además, al “cese de la Intifada”, el levantamiento nacional palestino iniciado en 1987 en los territorios ocupados que el sionismo no pudo quebrar, a pesar de apelar a los métodos más bárbaros de represión. Esto delata la envergadura histórica de la capitulación de la dirección de la OLP.


A cambio de estas concesiones fundamentales, Israel otorgará a los palestinos una “autonomía provisoria” sobre la franja de Gaza y la ciudad de Jericó, en Cisjordania, por un lapso de cinco años. Un “Consejo palestino”, elegido en un comicio controlado por los “organismos internacionales”, administrará la salud, la educación, el turismo y la aplicación de impuestos directos en la zona “autónoma”. Los “acuerdos” establecen también, la creación de una “poderosa (sic) policía palestina” encargada de la seguridad interna. En el resto de la Cisjordania ocupada se aplicará una “autonomía anticipada”, aún más restringida. La “administración provisoria” durará cinco años, durante los cuales se negociará el status definitivo de la “autonomía” de Cisjordania y de Jerusalén.


Los términos de estos “acuerdos” han sido rechazados por las organizaciones palestinas islámicas, (el Hamas y la Jidah) y los grupos “radicales” de la OLP, (el Frente Popular para la Liberación de Palestina de George Habash o el Frente Democrático para la Liberación de Palestina de Nayef Hawatmeh), por un lado, y por la derecha sionista, por el otro.


¿“Autonomía”? ¿” Paz”?


La llamada “autonomía total” de Gaza y Jericó es una ficción ya que el “Consejo palestino” no tendrá el manejo de la economía de la región, ni de sus fuentes de energía o de abastecimiento de agua; tampoco controlará sus fronteras ni dispondrá de moneda o de un sistema impositivo propio (sólo puede decidir sobre los impuestos directos).


El “Consejo palestino” tampoco tendrá potestades sobre los colonos israelíes instalados en Gaza y Cisjordania bajo la protección del ejército de ocupación. Los colonos monopolizan las mejores tierras —4.000 colonos poseen las pocas tierras agrícolas de Gaza, mientras 500.000 palestinos se hacinan en los campos de refugiados— y lo mismo ocurre con las fuentes de agua en la Cisjordania ocupada, lo cual bloquea toda posibilidad de desarrollo agrícola para los palestinos.


El “retiro del ejército israelí de Gaza y Jericó” es puramente formal. El ejército sionista saldrá del perímetro de las zonas autónomas ... pero controlará sus accesos y sus fronteras (la de Jericó con Jordania y la de Gaza con Egipto). El ejército sionista, además, tiene el derecho de “proteger a los judíos de las zonas autónomas” por los medios que considere ... incluída la posibilidad de reocupar Gaza y Jericó cuando así lo ordene su alto mando. Nada le impediría hacerlo ya que el “Consejo palestino” carecerá de toda fuerza armada de defensa exterior. El alto mando israelí ya ha hecho saber que “habrá grandes dificultades para garantizar la seguridad de los israelíes en los futuros territorios autónomos” (Clarín, 2/9) ... abriendo el paraguas a un eventual “retorno”.


El “Consejo palestino” tendrá, eso sí, una atribución efectiva: el resguardo de la “seguridad interior”. La “poderosa policía” palestina deberá asegurar el “cese de la Intifada”. “El problema del Hamas —dice el diputado Jaim Orom, miembro del Meretz, partido “izquierdista” integrante de la coalición de gobierno israelí— es una cuestión palestina, que a partir del establecimiento de un autogobierno debe preocupar a los palestinos mismos” (Página 12, 1/9). Los “acuerdos”, en consecuencia, plantean la perspectiva de una guerra civil palestina en los territorios “autónomos”, en particular en la franja de Gaza.


Cuna de la Intifada, Gaza es una estrecha franja de terreno desértico en la que se hacinan más de medio millón de palestinos en condiciones miserables. “Gaza es uno de los lugares más superpoblados de la Tierra. Un barril de pólvora que estalla con regularidad ... un territorio ingobernable” (Le Monde, reproducido por Clarín, 5/9). “Hace varios años que el Estado judío intenta desembarazarse de Gaza” (ídem) ... “hasta los conservadores del Likud propusieron deshacerse de Gaza” (Página 12, 2/9). El palestino Ahmad Kalifa, director del Instituto de Estudios Palestinos de Oxford y editor de la “Revista de Cuestiones Palestinas”, caracteriza que “Israel ha hecho una jugada muy hábil porque sin ceder nada se desprenderá de ese hierro caliente que es Gaza y se lo dejará a la OLP” (Página 12, 2/9, subrayados de PO).


En este “polvorín”, la política de conciliación de la OLP con el Estado sionista ha convertido al Hamas, una organización clerical ligada al teocrático Estado iraní , en la fuerza mayoritaria entre los palestinos de la Franja. El Hamas rechaza los acuerdos y llama a los palestinos a continuar la lucha contra Israel ... lo que obligará a la OLP a hacerse cargo de la represión. Por eso, “en Túnez —sede del Comité Ejecutivo de la OLP— trascendió que hay planes especiales para dotar a Arafat y a los suyos de un comando especial de protección para erradicar a los fundamentalistas de Gaza” (Página 12, 1/9). El “plan de paz” ya tiene sus “grupos de tareas” ...


Constreñidos a territorios minúsculos, sin control de sus accesos y sus fronteras, rodeados por un ejército de ocupación y controlados internamente por la policía de Arafat, los “territorios autónomos” serán verdaderos ghettos para las masas palestinas.


Intereses de clase


El ya mencionado diputado “sionista-socialista” Jaim Orom explica que “se abren excelentes perspectivas para la región. Es posible prever un mercado común para el Medio Oriente, y una cooperación estrecha entre Israel y los palestinos” (Página 12, 1/9). Por su parte, “Abu Alaa, jefe del departamento económico (de la OLP) escribió un documento ... en el que esbozaba uno de sus proyectos de cooperación económica para Oriente Medio que se basaría en la experiencia del Mercado Común Europeo. En grado asombroso, este proyecto de Alaa se asemejaba a la visión estratégica regional que Peres (canciller israelí) explicaba a los gobiernos europeos cuando pedía asistencia” (The Washington Post, reproducido por Clarín, 7/9, subrayados de PO).


Detrás de la capitulación de la OLP están los intereses de clase de la burguesía de los territorios ocupados. La Intifada y la represión sionista sometieron a esa burguesía, de por sí raquítica, a un brutal ahogo económico, agudizado por los impuestos y las restricciones al comercio impuestas por los sionistas. Para la burguesía de los territorios, la “autonomía” abre la perspectiva de un bloque económico —o un “mercado común”, como coinciden “asombrosamente” sionistas y dirigentes de la OLP— no sólo con Israel sino también con Jordania y Egipto, es decir, la perspectiva de brillantes negocios.


Semejante bloque, que caería inmediatamente bajo el tutelaje del imperialismo yanqui, se convertiría en el centro económico del Medio Oriente. Siria y el Líbano se verían obligados, en consecuencia, a girar en torno de este “mercado común”.


Diplomacia secreta


El acuerdo Rabin-Arafat fue negociado durante dos años en el más absoluto de los secretos. En ese lapso, el pueblo palestino libró luchas fundamentales, como la masiva huelga de hambre de los 13.000 presos políticos de octubre de 1992. También durante ese lapso el Estado sionista llevó adelante una represión salvaje contra los luchadores palestinos: a fines del año pasado fueron deportados a la “tierra de nadie” entre Israel y el Líbano más de 400 militantes del Hamas; seis meses después, el ejército sionista masacró, por aire y tierra, a centenares de pobladores de las aldeas del sur del Líbano. La represión contra la Intifada siguió sin descanso: los soldados israelíes recibieron la autorización de disparar a matar si “estimaban estar en peligro”. Esta orden aumentó geométricamente el número de palestinos asesinados en los territorios ocupados.


Todo esto desnuda la complicidad política de la dirección de la OLP con los masacradores sionistas.


Perspectivas


“Ninguna de las partes parece tener claro de qué manera (el acuerdo) será llevado a la práctica” (Ambito Financiero, 1/9). La tesis es, por lo menos liviana.


El acuerdo ha dejado en pie la cuestión del agua (monopolizada por los colonos israelíes), la de los asentamientos (que Israel se niega a congelar) y la de Jerusalén, así como la del retorno de los millones de refugiados palestinos fuera de los territorios. La financiación de la“administración autónoma”  y de la “policía palestina” provocará una extraordinaria ingerencia del imperialismo.


El acuerdo fue negociado por una estrecha camarilla personalmente ligada a Arafat, con el desconocimiento de la mayoría de su Comité Ejecutivo, en lo que un miembro de éste calificó como “un golpe de Estado” (Página 12, 29/8). El acuerdo fue rechazado por importantes miembros del propio grupo de Arafat, como Mahmoud Darwich, que renunció al Comité Ejecutivo de la OLP “antes de convertirme en cómplice” (ídem). Entre las masas, la OLP se ha visto crecientemente desplazada, desde el comienzo de la Intifada, por las direcciones fundamentalistas. Estas direcciones, sin embargo, son incapaces de dar una salida nacional a los explotados palestinos porque se encuentran subordinadas, política y financieramente, a Siria e Irán, regímenes reaccionarios y enemigos de la causa nacional palestina.


El acuerdo debuta con una violenta crisis política en cada una de las fuerzas firmantes, ... pero apunta a un objetivo estratégico, como es aglutinar al sionismo y a la OLP en un bloque de contención política y militar de las masas.


El imperialismo norteamericano


Toda la estructura del acuerdo responde al estricto marco fijado por la diplomacia norteamericana. El plan de “autonomía” que ahora se apresta a firmar la OLP surgió hace más de doce años, bajo el gobierno de Carter, en los “acuerdos de Camp David” entre Israel, Egipto y Estados Unidos. Después de la guerra del Golfo, fue el imperialismo norteamericano el que impulsó, con el concurso de la burocracia rusa, las “conversaciones de Madrid” (luego trasladadas a Washington), donde se establecía el principio del “canje de paz por tierras” ...  Finalmente, fue el gobierno norteamericano el que promovió el ascenso de Rabin, al comprometerse —durante la propia campaña electoral— a otorgarle los préstamos por 10.000 millones de dólares que anteriormente le había negado al gobierno del Likud, opuesto a toda negociación con los palestinos. En el programa electoral de Rabin figuraba, en el primer plano, la propuesta de “una autonomía limitada para los territorios ocupados”.


Para el imperialismo norteamericano, el acuerdo Rabin-Arafat es una conquista estratégica, que apunta a “estabilizar” una región vital (petróleo, repúblicas musulmanas del sur de la ex URSS).