Internacionales
30/5/2003|756
La cara repugnante de la descomposición capitalista
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La pedofilia no es un fenómeno restringido al ámbito de la Iglesia Católica. No hace mucho, en Bélgica, el descubrimiento de una red de pedófilos y encubridores que actuaban en los más altos puestos del gobierno desató una extendida rebelión popular y manifestaciones de masas que volteó al gobierno pedófilo. Hace muy poco, estalló un escándalo en la ONU por las violaciones y abusos sexuales cometidos por los cascos azules y el personal de sus "misiones humanitarias" contra miles de niños y niñas africanos. Las redes de pedofilia, pornografía infantil y "turismo sexual" en los países del Tercer Mundo han tenido un desarrollo explosivo en los últimos años bajo la protección de los Estados, los gobiernos y sus policías y bendecidas por la especulación financiera que canaliza sus gruesos beneficios.
Aunque la pedofilia no conoce fronteras de clase, su práctica extendida sólo se ubica en los círculos y clases sociales privilegiados. Es posible, por cierto, encontrar pedófilos entre los obreros, los desocupados o la clase media laboriosa; lo que no es posible encontrar en esos medios sociales son "redes" de pedófilos por la sencilla razón de que su entorno social rechaza, no sólo de palabra sino también en los hechos, la pedofilia. No sucede lo mismo en la "alta sociedad".
El hábito del manejo del poder, el secreto y la conspiración, la costumbre de pisotear derechos y la tranquilidad de la impunidad convirtieron a la pedofilia en una expresión particular de la descomposición social y moral del capitalismo que se manifiesta de manera muy aguda entre las clases privilegiadas y la alta burocracia estatal.
El crecimiento del abuso sexual de los menores, que va de la mano del crecimiento de todas las formas de explotación y opresión de la niñez (como el fenomenal crecimiento del trabajo infantil o la utilización de niños-soldados), es una expresión concentrada y repugnante del agotamiento histórico del régimen social capitalista y de la descomposición de los aparatos políticos y estatales que lo defienden.