Internacionales
24/1/2013|1255
La crisis del gobierno Monti y la acción política del PCL
Lo que sigue es la apreciación del compañero Marco Ferrando, expresada en un breve cuestionario que se le hizo en el marco de la reunión de la CRCI (Coordinadora por la refundación de la Cuarta Internacional) en Atenas, a mediados de diciembre pasado.
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La experiencia del gobierno de Monti concluyó con un mes de anticipación, sin haber sido capaz de resolver ninguna de las cuestiones de fondo que hacen a la crisis italiana.
Seguramente, representó un gobierno burgués con mayor autoridad que el de Berlusconi, quien lo antecedió. Ello, tanto en su relación con los círculos dominantes del capital financiero (de los que fue su representante directo), como así tambien en las negociaciones del imperialismo italiano relativas a Europa y el terreno internacional. Pero lejos de resolver la crisis, el gobierno de Monti contribuyó a su agravamiento.
La recesión económica se profundizó. La deuda pública creció más allá del limite de los 2 mil millones, e incluye una parte importante de las administraciones locales.
Los acuerdos de "impacto fiscal" (los que prevén para los próximos veinte años operaciones financieras por entre 45 y 50 millones únicamente en concepto del pago de intereses) implican un ajuste social dramático, en un contexto de derrumbe del consenso social.
Este es el punto nodal: el capitalismo italiano pretende desarrollar esta ofensiva social en un cuadro de crisis política e institucional extraordinaria.
La "segunda república" atraviesa un proceso de descomposición política. La experiencia del gobierno Monti, que ya fue expresión de esta misma crisis, a su turno la profundizó.
Las viejas coaliciones de alternancia de centro derecha y centroizquierda están en un franco derrumbe.
El partido de Berlusconi (PDL) se encuentra en desintegración; el enésimo relanzamiento "populista" de "Il Cavaliere" no servirá para reanimarlo. El centroizquierda se ha reorganizado temporalmente alrededor de la alianza entre el PD liberal (Bersani) e Izquierda y Libertad (Vendola, la que es favorita para las próximas elecciones. Sin embargo, debido a sus contradicciones internas, el grueso de la burguesía no lo considera capaz de garantizar la continuidad de la política de Monti.
El centro burgués intenta reorganizarse alrededor de Monti, quien sin embargo ha salido de la arena política bajo la presión directa del capital financiero. Pero su debilidad electoral no obstaculiza sus ambiciones de liderazgo. Por el momento, ha fracasado cualquier hipótesis de acuerdo político postelectoral con el PD. El sistema político italiano, por lo tanto, está privado de un centro de gravedad. Se desenvuelve a oscuras. Mientras tanto, se multiplican los choques internos en el aparato del Estado.
En este cuadro, el verdadero punto fuerte de la burguesía es la debilidad del movimiento obrero – principalmente por responsabilidad de sus direcciones. Por un lado, está la burocracia de la CGIL, la que -para cubrirle la espalda al PD- boicoteó cualquier oposición real al gobierno y solamente busca ser convocada a una mesa de concertación por un futuro gobierno de Bersani. Luego, está la dirección de la FIOMA, la que -incluso criticando la CGIL- no asumió la responsabilidad de ofrecerse como dirección alternativa, por lo que acumuló derrotas de todo orden en los frentes fabriles (Fiat). También una izquierda política que, incluso como oposición a Monti, se alió al PD -sostén del propio Monti (SEL)- o constituyó un bloque con un partido populista (IDV), guiado por un ex juez municipal (Di Pietro), que reivindica un gobierno de coalición con el PD (el PRC).
Pero el reflujo temporal del movimiento obrero no implica una estabilidad social. El descrédito de las clases dirigentes, junto a la brutal política de austeridad, acumulan una explosión en potencia. La "explosión social" es el verdadero temor de la burguesía.
El PCL se prepara para las próximas elecciones sobre la base de un programa político central que animó -y anima- su agitación política cotidiana: la unificación de todas las luchas en una sola lucha, en una movilización de masas extraordinaria que ponga en escena una fuerza idéntica y contraria a la determinación de la burguesía, una gran rebelión social capaz de imponer la única solución progresiva posible a la crisis social y política: la expulsión de las clases dominantes, sus partidos y sus gobiernos para que llegue un gobierno de trabajadores, basado en su propia fuerza y su propia organzación.
La consigna "que se vayan todos, que gobiernen los trabajadores" es la única que corresponde a la gravedad de la crisis. La única que puede sostener un programa anticapitalista de emergencia en favor de la población pobre: anulación de la deuda pública con los bancos, nacionalización del sistema bancario, expropiación de todas las empresas que despidan y golpeen derechos sindicales, una planificación del trabajo combinada con una reduccion de la jornada de trabajo.
Traducir en términos populares y no ideológicos la consigna del gobierno de los trabajadores, hacerla entrar en cada movilización parcial, redirigir hacia ella todo el plan de trabajo del partido fuera de cualquier lógica economicista: este es el eje de nuestro trabajo de masas.
La participación en la campaña electoral -sobre la base del programa del gobierno de los trabajadores- será la tarea central del PCL en las próximas semanas. Contra cualquier mirada reduccionista y autoconservadora de un pequeño grupo, nuestra política es llevar a las masas el programa de la revolución. Las elecciones son un canal extraordinario de comunicación con las masas. La construccion del partido revolucionario, la formación de sus cuadros, el desarrollo de su enraizamiento son inseparables de esta política.