Internacionales
30/10/2008|1061
La crisis financiera golpea a México
Del resfriado a la pulmonía fulminante
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miembro del Grupo de Acción Revolucionaria
El 8 de octubre, ante las desastrosas y fulminantes caídas de las bolsas de valores en todo el mundo y el descalabro económico de Estados Unidos, Felipe Calderón anunció un “Plan Anticrisis” compuesto por cinco puntos… ¿Dónde quedaron las declaraciones de principios de junio de 2008, cuando decía que si en Estados Unidos había una neumonía, en México sólo habría un resfriado? Es que el valor de los capitales de los grandes pulpos bancarios e industriales se ha caído en picada afectando naturalmente a México.
¿Contra la crisis?
El plan anticrisis, sin embargo, coloca a la gran recesión económica en el horizonte. ¡Vaya noticia!
El gobierno de Calderón intenta mantener la inversión de cartera en México y se propone mantener una alta tasa de interés para financiar el creciente déficit en la cuenta corriente, que se duplicará en 2009. Esta maniobra económica es opuesta a lo que los patrones estadounidenses de Felipe Calderón están haciendo, porque la Reserva Federal ha recortado drásticamente la tasa líder y recortará por lo menos otros 25 puntos base el próximo 29 de octubre. Otros países de Europa y Asia -principalmente China, Suiza, Inglaterra y hasta el Banco Central Europeo-, están reduciendo sus tasas de interés de referencia para reactivar sus economías.
La inversión de cartera conduce a la sobrevaluación del peso y eso agrava el desequilibrio externo, pero en nombre de mantener la rentabilidad del sector financiero es posible sacrificar la estabilidad cambiaria, aunque ésta sea vital para los flujos de capital y contribuya a reducir la inflación; en pocas palabras, es posible sacrificar al país. El banco central se subordina a los capitales extranjeros y se resiste el ajuste cambiario. Cuando éste finalmente se produce, es en el contexto de una macrodevaluación en la que los alcances de la lucha antinflacionaria se evaporan a gran velocidad tal como sucedió en 1994.
En lo que después quisieron llamar “ataque especulativo”, aunque no fue más que una veloz irrupción de la crisis capitalista, el 10 de octubre el Banco de México inyectó al mercado cambiario 6.400 millones de dólares, que se suman a los 2.500 millones de dólares subastados entre el 8 y 9 de octubre, esto porque las medidas económicas anunciadas en la víspera por el presidente Felipe Calderón no lograron frenar la especulación contra el peso. Con ello, en apenas tres días, el instituto central puso a disposición de los bancos prácticamente poco más de la mitad de los 17 mil millones de dólares que se subastaron en todo 2007. En 72 horas el Banco de México disminuyó sus reservas en poco más del 10 por ciento, las cuales ascendían a 84.116 millones de dólares (La Jornada, 11/10).
Pero Felipe Calderón y todo el gabinete, sabedores de un acuerdo político tras bambalinas en torno a la llamada Reforma Energética, lanzan la medida anticrisis dotada de un estímulo fiscal que asciende a 90.300 millones de pesos. Este gasto incluye el comienzo de la construcción de una refinería. Andrés Manuel López Obrador saludó la iniciativa federal y hasta la denominó “un triunfo nuestro”.
Pero eso no fue todo, ya que la medida consolida los pasivos de Pemex (alrededor de 155 mil millones de pesos) a la deuda pública; se libera el “espacio presupuestario” y esos recursos pueden ahora dedicarse “a cualquier otra cosa”. Parece que esta maniobra ha pasado desapercibida para todos.
El plan anticrisis resultó ser el empuje hacia la privatización de Petróleos Mexicanos por la vía de los hechos, aprovechando la incertidumbre y el pánico financiero internacional.
Contra los trabajadores
A pesar del plan anticrisis, los anuncios de descalabros de la industria mexicana -como Corporación Durango y Comercial Mexicana- están a la orden del día, y toda esta información provoca un clima de pánico en la Bolsa Mexicana de Valores.
Pero hasta el momento Felipe Calderón dijo que no se trataba de un “plan de rescate financiero”; sólo intenta paliar los efectos que comienzan a sentirse, ¡bah! cualquier cosa. Lo que queda claro con la medida económica es que se prepara una mayor y muy fuerte devaluación del peso en el terreno del necesario rescate financiero, al que tarde o temprano llegaremos, con un Estado sobreendeudado y con la industria estratégica rematada, como Pemex, que aporta cuarenta centavos de cada peso de lo que el Estado gasta.
Una macrodevaluación del peso ocasionará mayores miserias para los trabajadores. Desvalorizarán los salarios y las jubilaciones, y propinarán un nuevo golpe a lo que resta de los ahorros depositados en los bancos. Bancos que, por cierto, son mayoritariamente españoles y olvidan que España tiene una enorme deuda externa (1,6 billones de euros -¡un 160% del PBI!, nota de PO) y que tiene el déficit de cuenta corriente más extraordinario. Por lo tanto, por la vía de la cuenta corriente y de la deuda externa España está en el horno y así quedará de manifiesto en los próximos días. Sin lugar a dudas su derrumbe se lleva puesto a México en un santiamén.
El derrumbe monetario puede llevar a otra crisis como la de 1994 y a una hiperinflación; el Banco de México es impotente para frenarlas porque no solo está dinamitando sus reservas, sino que como consecuencia del plan anticrisis de Calderón está adquiriendo más deudas de las que de por si ya arrastraba.
Para el rescate del conjunto del capital, el dinero no alcanza: la única salida son las suspensiones y despidos de trabajadores de sus empresas; la reducción de los salarios, sea por vía directa o por medio de la hiperinflación; el incumplimiento de las promesas de pagar las jubilaciones en función de los aportes efectuados; el despojo de los ahorristas; el recorte del presupuesto de salud y educación; el desalojo de millones de personas de sus viviendas, sea porque no pueden pagar el alquiler o la hipoteca de su propiedad.
Por un programa para unificar y enfrentar la crisis
Si el capital no puede mantener en producción la gigantesca maquinaria que ha creado la humanidad – debido a la anarquía de su organización social y al afán incesante de lucro de los capitalistas- , los trabajadores debemos hacernos cargo de esa maquinaria para ponerla al servicio de las necesidades de la mayoría. Para hacer frente a la situación necesitamos un programa, lo cual significa, en definitiva, una alternativa popular al derrumbe capitalista.
Un programa que nos permita poder unirnos a los trabajadores de toda América Latina, y convertir a los peligros que vienen de la crisis en los países vecinos en un factor de colaboración entre nuestras clases obreras y campesinas:
1. Rechazo al conjunto de reformas estructurales de Calderón, primordialmente la energética, planteando la renacionalización sin pago de la industria energética y el control obrero de la misma.
2. Nacionalización de los bancos y ponerlos bajo control de los trabajadores, para impedir la salida de reservas y de capitales, y para usar los recursos financieros en función de los intereses nacionales.
3. Nacionalizar el comercio exterior para que las divisas ingresen efectivamente al país, en vez de quedar en las cuentas de los monopolios en el exterior como viene ocurriendo.
4. Nacionalización de los grandes pulpos alimentarios que tienen al país en la insuficiencia alimentaria total y que profundizan la crisis en el campo fomentando su abandono.
5. Cesar el pago de la deuda externa usuraria, en circunstancias en que los banqueros y capitalistas de todo el mundo dejan de pagar sus deudas y piden el socorro de los Estados.
6. Prohibir suspensiones y despidos, repartir las horas de trabajo sin afectar el salario donde haya caído la producción, formar comités obreros para planificar la reconversión de las industrias donde sea necesario.
7. Aumentar de inmediato los salarios y las jubilaciones.
8. Por la convocatoria a un congreso de trabajadores para discutir un plan económico que haga frente al derrumbe capitalista y por un plan de lucha.
Es necesario desarrollar una construcción política en función de este programa y de ningún modo dislocarnos entre alternativas o variantes capitalistas que legitimarán la entrega de los recursos estratégicos de la nación y profundizarán la crisis. Para intervenir decisivamente en esta crisis hay que atacar al capital. El desarrollo de la crisis capitalista y la manifiesta incapacidad del gobierno de Calderón para hacerle frente desatarán, con seguridad, una crisis política.
La bancarrota del capital mundial demuestra objetivamente que la sociedad no puede evolucionar en un marco de progreso si no es mediante su sustitución por un gobierno de trabajadores y por una organización internacional socialista.
Llamamos a los trabajadores a reunirnos como alternativa con base a este programa, para dar paso a una salida obrera y socialista.
¡Luchar y Vencer!