La crisis no ha concluido

Un reciente editorial de La Nación caracterizaba a la crisis boliviana como la consecuencia del agotamiento de la experiencia banzerista, que no ha logrado siquiera atenuar las violentas contradicciones sociales y que para peor se ha sumido en una violenta crisis de gobierno. Pero el diario agregaba que las masas carecen por completo de estrategia, lo que debería ser aprovechado para remover por lo menos algunos factores superestructurales de la crisis.


El juicio realista de La Nación acerca de la realidad política de las masas, no debe hacer olvidar que el desarrollo de cualquier crisis profunda es uno de los factores más importantes para ayudar a la vanguardia de los explotados a encontrar su rumbo. Lo cierto, de todos modos, es que esta crisis no ha concluido y que ya uno de los sectores más combativos del campesinado, los cocaleros, ha impugnado los acuerdos alcanzados por otros sectores con el gobierno y ha decidido proseguir con la movilización. También dentro de la policía y de las fuerzas armadas se ha acentuado el descontento, principalmente por los bajos salarios.


Dado que aún nos encontramos en la marea huelguística, es necesario recordar que la principal experiencia de las revoluciones pasadas es que en semejantes circunstancias hay que empeñarse en construir organizaciones de combate de las masas, o sea darle forma organizada a la tendencia al doble poder. El POR de Guillermo Lora insiste al parecer con su tradicional línea verborrágica de proclamar la necesidad de la insurrección, pero no hace nada por impulsar los congresos de bases de las organizaciones en lucha; la unificación nacional de aquellas que se han creado en el curso de los acontecimientos; y la creación de otras nuevas. La nueva revolución boliviana no tiene por qué seguir la mecánica espontánea de la revolución del ‘, aunque incluso ésta fue preparada por el desarrollo de la Federación Minera desde el año 1946. El trabajo preparatorio debe ser ahora más profundo.