La cumbre Trump-Putin, sin avances

Trump y Putin se reunieron en Alaska

La cumbre de Alaska entre Trump y Putin terminó sin anuncios significativos. Trump venía de afirmar que buscaba un alto el fuego en la guerra en Ucrania, declarando: "Quiero un alto el fuego; no me conformaré si no es hoy". En este punto no hubo ningún progreso y menos aún sobre los lineamientos de un acuerdo. El presidente norteamericano no tuvo más remedio que reconocer que persisten diferencias significativas entre las posturas rusa y estadounidense. Trump dijo: "Hay un par de grandes diferencias que aún no hemos resuelto, pero hemos avanzado un poco", y añadió: "No lo logramos, pero tenemos muchas posibilidades de lograrlo". Una fórmula vaga y absolutamente vacía que Trump improvisó en el momento, que no alcanzó a disimular su disgusto e incomodidad con los resultados de la cumbre.

El líder ruso descartó la posibilidad de un alto al fuego y volvió a insistir que el cese de hostilidades debía surgir de un acuerdo global y a reiterar una serie de condiciones. Entre las cuales está la cesión a Moscú de las cuatro provincias del este y sur ucraniano, la suspensión de la ayuda militar de Occidente y la exclusión de tropas extranjeras en territorio ucraniano, el compromiso de no entrada de Ucrania en la Otan e incluso un gobierno más afín con Rusia, lo que implicaría un desplazamiento de Zelensky. La pretensión de Putin va más lejos que las zonas ocupadas militarmente por las tropas rusas, pues parte de esas provincias siguen aún en manos de Kiev y quiere el control de las regiones orientales de Lugansk y Donetsk, que bombardea con intensidad. Ceder Lugansk y Donetsk, dejaría a Ucrania sin un área estratégica industrial que Rusia podría utilizar como plataforma para reavivar la guerra, además de que significaría abandonar su principal línea defensiva en el norte de Donetsk, que hasta ahora ha resistido los ataques rusos.

Traspié del magnate

Estas condiciones son inaceptables. Trump declaró que va a iniciar una serie de consultas con Zelensky y sus aliados de la Otan, pero ya se puede anticipar que no auguran un desenlace auspicioso. Este bloque le planteó el pasado miércoles a Trump los requisitos básicos para un compromiso: el retiro de las tropas rusas y la seguridad del país agredido deben ser previas a cualquier discusión sobre intercambios territoriales. Putin, tras reunirse con el magnate norteamericano, retrucó a Europa y a Ucrania que no pongan palos en la rueda. El que ha salido airoso es el líder ruso, el cual apenas pocos días atrás había sido emplazado a un acuerdo frente al conflicto, bajo la amenaza de sanciones, mientras la Casa Blanca había reanudado su ayuda militar a Ucrania y, ahora, fue recibido con honores -alfombra roja de por medio- por el magnate estadounidense.

Mientras Trump está apurado por llegar a un acuerdo, no ocurre lo mismo con el Kremlin, que está dando largas al conflicto en la medida que ha logrado progresos en el teatro de operaciones y espera lograr nuevos avances significativos, especialmente ahora que ha llegado el verano.

Estas marchas y contramarchas, sin resultados positivos de por medio, implican un desgaste de Trump, con más razón si tenemos en cuenta que prometió una solución del conflicto en 24 horas. Este traspié se suma a otros frentes de crisis abiertos con las tensiones e incertidumbres reinantes como producto de la guerra arancelaria, el reavivamiento de tendencias inflacionarias, el aumento del desempleo y la amenaza de un desinfle de la economía norteamericana. Esto ha traído un creciente disconformismo en la población norteamericana con Trump, que se ha empezado a expresar en la caída de sus índices de popularidad e incluso un distanciamiento de la propia clase capitalista y líderes corporativos como Elon Musk, que lo apoyaron en la campaña electoral y al inicio de su mandato. En estas circunstancias, el Financial Times comentó que la cumbre marcó el fin rotundo de años de intentos occidentales de aislar al presidente ruso. Recordemos que la expectativa inicial de Washington y de la Otan fue infligir un golpe político y someter a Rusia y alterar su régimen político, provocando la caída de Putin, como lo confesó el expresidente Biden en la etapa inicial de la guerra. Tras tres años de guerra, es evidente que este esfuerzo ha fracasado hasta la fecha. Las fuerzas rusas avanzan por todo el frente, y Ucrania, con una grave escasez de personal, se enfrenta al riesgo de una hecatombe militar.

"Equilbrio” imposible

La aspiración de la elite dirigente del Kremlin, representante de la oligarquía rusa, es lograr un modus vivendi con las grandes potencias capitalistas, defender su lugar, prebendas y beneficios en el marco del sistema mundial de explotación capitalista. Esto fue expresado por el líder ruso quien enfatizó que “para que la solución sea duradera y de largo plazo, necesitamos eliminar todas las raíces primarias, las causas primarias de ese conflicto y, lo hemos dicho múltiples veces, considerar todas las preocupaciones legítimas de Rusia y restablecer un equilibrio justo de seguridad en Europa y en el mundo en su conjunto”. Pero este “equilibrio” es imposible, pues la dominación imperialista reposa en el desequilibrio, o sea, no en una relación armoniosa y de igualdad entre las naciones sino en la sumisión de la mayor parte de ellas a un puñado de naciones opresoras y su control sobre el conjunto del planeta. Aunque dista de ser uniforme, lo que prima dentro de la administración Trump es que Estados Unidos debe buscar desactivar el conflicto con Rusia para concentrar recursos en el Pacífico en un conflicto con China. Viene al caso recordar que, en el pasado, el acuerdo de Nixon con Mao Tsé Tung, a la par de integrar a China como un apéndice del sistema mundial de acumulación capitalista mundial, apuntó a aislar geopolíticamente a Rusia en el marco de la guerra fría. Pero ese hecho no implicó que Estados Unidos abandonara sus objetivos estratégicos generales y eso mismo está presente ahora. Un compromiso con Rusia sería una distensión transitoria y la antesala de nuevos choques y guerras. Esto ya ocurrió con los acuerdos de Minsk en 2014, que no cancelaron el conflicto. Un desenlace favorable para Estados Unidos en su disputa con China sería un puntapié para volver a la carga contra Rusia.

Perspectivas

La perspectiva más probable, a partir del panorama aquí descrito, es que continúe un empantanamiento de las tratativas y con ello, una prolongación y, más aún, una intensificación de las hostilidades y del baño de sangre y la carnicería en curso. Pero es necesario, al mismo tiempo, advertir que un acuerdo como es el que se está negociando está llamado a tener un carácter precario y se hará sobre la base de un reparto leonino de Ucrania y del saqueo y el despojo de sus recursos, a expensas de las necesidades y aspiraciones del pueblo ucraniano. La lucha por poner fin a la guerra y las penurias que provoca depende de la acción internacional y la unidad de los trabajadores de Ucrania, Rusia y de todo el mundo. Transformar la guerra imperialista en una guerra contra el capital y los gobiernos que lo representan y sostienen.