Internacionales
18/10/2018|1524
La “democracia” se alinea con Bolsonaro
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La expectativa de un “frente democrático contra el fascismo” en Brasil se desvaneció como un suspiro. Los partidos tradicionales no esperaron ni un par de horas para dar “libertad de voto” a su electorado en el segundo turno que tendrá lugar el próximo 28 de octubre. El ‘tutor’ de la democracia, Fernando Henrique Cardoso, se declaró “neutral” frente al balotaje, en tanto que el “nacionalista popular” Ciro Gomes, se fue de viaje a Europa luego de anunciar un “apoyo crítico” a Haddad, acompañado de toda clase de recriminaciones. El pronunciamiento de Cardoso, vinculado con las organizaciones de “defensa de la democracia”, que patrocina EEUU, es una fuerte indicación de la posición del Partido Demócrata de ese país y una muestra del apoyo en bloque de la burguesía norteamericana a Bolsonaro. El ex juez Barbosa, mentado alguna vez como candidato para sustituir a Lula, también restó su apoyo, incluso cuando su partido, el PSB, recibió el respaldo del PT para la gobernación de Pernambuco. El último que se puso en la fila bolsonarista fue Mauricio Macri, al aceptar una llamada de Bolsonaro, quien todavía no es el presidente electo de Brasil. La prensa de Argentina, siempre dispuesta a proclamar su ‘independencia del poder’, no hizo el menor comentario acerca de esta interferencia en las elecciones brasileñas.
Haddad gosta dos militares
Aunque pueda sorprender a más de uno, el puntapié en favor del candidato del alto mando militar, Bolsonaro, lo dio nada menos que el propio Fernando Haddad, su desafiante. El 9 de octubre pasado, cuando habían transcurrido apenas 48 horas de los comicios, “Haddad confirmó que estuvo con el comandante del ejército, general Villas Boas. ‘Fue una buena conversación’”, declaró a la Agencia Brasil.
Como todo el mundo sabe, Villas Boas ha sido el patrocinador de la destitución de Dilma Rousseff, del encarcelamiento de Lula y de la promoción de Bolsonaro. “Al ser interrogado sobre el diálogo con las fuerzas armadas”, prosigue la información, “Haddad dijo que no usa emisarios, pues él mismo y la presidenta del PT, la senadora Gleissi Hoffman (por el estado de Parana), buscan el diálogo. En la conversación con Vilas Boas, el candidato afirmó tener aprecio por las fuerzas armadas. ‘No vamos a tener un Brasil fuerte sin defender los derechos del pueblo’, afirmó. El general lo comprendió”. En oportunidad de la votación de la actual Constitución de Brasil, el PT convalidó la cláusula que determina, entre las facultades de las fuerzas armadas, defender “la ley y el orden” – o sea violentar el régimen constitucional.
El desarrollo político de la campaña por la segunda vuelta elimina cualquier incógnita acerca del ganador, más allá de lo que digan las encuestas. El conjunto de la burguesía ‘caipira’ y la totalidad del sistema político se han puesto al servicio de una victoria plebiscitaria de Bolsonaro. La consecuencia de este alineamiento es que el nuevo Congreso girará en la órbita política del futuro Presidente, en especial cuando se trata de aprobar “enmiendas constitucionales” que requiere dos tercios de los sufragios, como lo exige la madre de todas las ‘reformas’, o sea la previsional. Advirtamos, de paso, que “el candidato del PT defendió hoy la reforma de los regímenes previsionales de los Estados y los municipios. Según él, la medida es necesaria para mejorar las cuentas públicas” (Agencia Brasil). Como ocurre en Argentina, sin embargo, el agujero negro de esas cuentas no son las jubilaciones sino los intereses de la deuda pública, que redondean los cien mil millones de dólares –algo que Haddad conoce muy bien. De acuerdo con el Wall Street Journal (10/10), el buraco del déficit financiero de Brasil es insuperable.
Bonapartismo bicéfalo
A primera vista, con 52 diputados y cuatro senadores, el partido de Bolsonaro sería una minoría excesiva para dominar el Congreso. Es no tener en cuenta la desmoralización completa de las bancadas tradicionales, el PMDB y el PSDB, que han perdido la mitad de la representación política. Es no tener en cuenta tampoco a la denominada bancada del “buey, la biblia y las botas”, pro-Bolsonaro, que reúne a los ruralistas, los evangélicos y los militares, que fueron electos por medio de listas y partidos diferentes pero que forman un poderoso grupo parlamentario ‘horizontal’. En Brasil se ha desarrollado un fenómeno gigantesco de infiltración política por parte de grupos de interés poderosos, que no se declaran como tales ante el electorado. Aunque la representación de las dos primeras agrupaciones ha disminuido, la brecha ha sido colmada por el aumento de las botas, o sea, la representación militar. Lo que en apariencia se presenta como un Congreso sumiso al Ejecutivo, consagrado por su lado en forma plebiscitaria, disimula sin embargo una contradicción explosiva, porque el jefe real de la bancada de “las tres b” es el alto mando militar, no el Presidente. Si en Brasil se configurara un régimen bonapartista, sería, al menos potencialmente, un bonapartismo bicéfalo de votos y botas. El involucramiento de las fuerzas armadas en la gestión política es, salvo excepciones muy especiales, un elemento disolvente del cuerpo militar.
El tránsito político del último gobierno del PT al de Bolsonaro, con el intervalo de Temer, se ha caracterizado por sucesivos golpes de estado, enmascarados en ropaje constitucional. Lo demuestra la alteración sucesiva del régimen político –un proceso que aún no ha concluido. Es obvio que no existe en Brasil un gobierno militar oriundo de un golpe militar; existe algo todavía más sofisticado: un copamiento militar de las instituciones del Estado, a partir de la disolución y desmoralización de las fuerzas políticas tradicionales y del sistema semi-parlamentario. El ejército ejerce virtualmente el poder en Río de Janeiro, bajo la forma de la lucha contra el narcotráfico. La intervención de Río se encuentra acompañada de la acción de “grupos de tareas”, como el que mató a la concejala Marielle Franco y su chofer. Un ejemplo que la prensa brasileña no dejó de destacar es el nombramiento de un asesor militar del presidente del Superior Tribunal, por reclamo del comandante del ejército. El juez, Días Toffoli, fue llevado a esa posición por el gobierno del PT.
Un régimen civil manejado por una camarilla militar no puede ser definido como una alteración menor del sistema constitucional.
Representa, más precisamente, una transición hacia el fascismo, que debe pasar antes por crisis políticas aún mayores y por una lucha de clases de otra intensidad, según se desarrolle la crisis económica y la intervención de los trabajadores. Bolsonaro no es el producto de un movimiento de guerra civil contra la clase obrera y la democracia –que es lo que caracteriza al fascismo. Pero en el ascenso de Bolsonaro se ha ido manifestando una tendencia en esa dirección, que se combina con una acción paramilitar contra los sectores más empobrecidos, bajo el control del ejército. El refugio en definiciones esquemáticas, que esquivan la transición política, es un factor de parálisis en la lucha contra la reacción.
El defaul brasileño
El lugar excepcional de la debacle económica de Brasil se ha puesto de manifiesto en los diez días de la campaña hacia el balotaje, por las manifestaciones contradictorias de Bolsonaro acerca de la política económica de su eventual gobierno, y por otro lado de su gabinete.
Privatizaciones, sí o no, han sido objeto de polémicas en todo el espectro de camarillas que lo rodea. La privatización de Electrobras o Petrobras afectaría fuerte a la industria nacional en beneficio del rentismo de los servicios. Lo mismo vale para el Banco de Desarrollo y la Caja Federal. La unanimidad en favor de la privatización de los fondos de pensiones complementarios del sector público, no está exento de controversias, por el impacto que tendría en el financiamiento, de nuevo, de la industria y, claro, en el plan de elevar la edad jubilatoria de los trabajadores. Dado el apoyo popular que recoge el evangelismo, no sorprende que algunos resistan la ‘reforma previsional’ en su conjunto. Un aspecto central de disputa es el destino de la Amazonia, que un sector militar quiere dejar librada a los intereses ruralistas y por lo tanto a la deforestación, en nombre de la seguridad nacional. El tema desataría una crisis internacional por la alteración que produciría en el clima del planeta, más allá de la disputa con otros designios para la Amazonia. Por encima de todo esto, la crisis internacional de los países emergentes, que ven una salida masiva de capitales, que ahora afecta también a las principales bolsas del mundo, podría hundir a la poderosa Bolsa de Sao Paulo (Bovespa), y desatar una crisis que liquidaría las bases de cualquier gobierno.
Bolsonaro encuentra a Brasil en un estado mucho peor que el que encontró Macri en Argentina –si políticamente Bolsonaro representa una disyuntiva que se podría plantear en Argentina, más claro es que, económicamente, el macrismo muestra dónde puede encallar Bolsonaro a medio camino de su mandato.
América Latina, Argentina
El cambio de gobierno en Brasil transcurre en el marco de una acentuación de la crisis política en toda América Latina; es incluso, ella misma, una reacción a esa crisis. En eso consiste su repercusión en otros países. La marcha de refugiados hondureños a Estados Unidos, previo paso por Guatemala y México, convierte a Centroamérica en una réplica de Medio Oriente y África; plantea una crisis a López Obrador, que ni siquiera ha tomado posesión de la presidencia de México. Otra crisis excepcional se desarrolla en Perú, donde un presidente salido de la nada ha conseguido el encarcelamiento de Keiko Fujimori, cuyo partido domina el Congreso. La ‘paz’ con las Farc, en Colombia, se encuentra semi-derruida, en consecuencia de los asesinatos sin respiro de luchadores populares por bandas paramilitares. El rechazo de la salida al mar para Bolivia, por parte de una corte internacional, anticipa una crisis mayor en las intenciones de reelección de Evo. La lista es larga, pero en ella ocupa un lugar algo más que relevante la tendencia a la desintegración del gobierno de Macri, en medio de una fragmentación incluso superior del peronismo. El ascenso de Bolsonaro es la punta del témpano de procesos golpistas y semi-golpistas en diversos países, aunque el lugar de las fuerzas armadas difiere mucho entre algunos de ellos, y lo mismo ocurre con la intervención de la clase obrera y las fuerzas de izquierda en presencia.
La seguridad de que lo de Brasil no podría ocurrir en Argentina, por diversas razones, unas más arbitrarias y caprichosas que otras, no solo hace gala de ceguera sino también de pedantería. Animada por el Pentágono, Patricia Bullrich impulsa un ‘bolsonarismo’ rioplatense, como lo demuestran sus acciones represivas y hasta sus disputas en el gabinete. Lo más importante, sin embargo, es que Bolsonaro podría encarar una política internacional funcional a sus necesidades internas, por ejemplo armando una coalición político-militar contra Venezuela. Es incuestionable que semejante curso arriesga convertir a América Latina en una hoguera de luchas nacionales y sociales.
Sin embargo podría servir de puente hacia la represión abierta a gobiernos y regímenes que han hecho un uso limitado de ese recurso.
Una semana después del balotaje brasileño tendrán lugar las parlamentarias norteamericanas, que servirán como un termómetro, por defectuoso que fuere, de las tendencias de la crisis política en la mayor potencia capitalista del planeta.
#EleNao
Lo importante no es rechazar ‘a priori’ tal o cual posibilidad o desarrollo de la crisis política, sino hacerle frente con una estrategia y un programa de lucha socialista de clases. El apoyo político a Haddad no sirve para detener a Bolsonaro, ni electoralmente; el PT se ha adaptado a la burguesía brasileña aún antes de que se conozcan los resultados e incluso antes de las elecciones, y ha sido, más precisamente, el responsable político de este ascenso. Es una vía muerta para la clase obrera y para la democracia. Es necesario un frente de combate basado en la lucha de clases. Es lo que deben discutir los sindicatos que acaban de declarar un apoyo verbal a Haddad completamente ineficaz para luchar contra el fascismo y el ajuste.
Nuestro partido llama a marchar el próximo sábado 20 en compañía con las mujeres brasileñas que reclaman EleNao, en una línea no electoral sino de movilización. Asumimos el voto a Haddad contra Bolsonaro como un puente con todos los que buscan ya un camino de lucha por medio de la acción directa y la organización independiente.