La disolución de la Liga Comunista Revolucionaria


El XVII Congreso de la LCR de Francia (Liga Comunista Revolucionaria), realizado a fines de enero, llamó a "obreros, sindicalistas, altermundialistas, internacionalistas, ecologistas y feministas" de distintas "tradiciones" y "sensibilidades" a construir en común un "nuevo partido anticapitalista". Olivier Besancenot, portavoz de la LCR, anticipó que el "nuevo partido" será "guevarista, libertario, sindicalista, ecologista y feminista".


Partido nuevo, idea vieja

El planteo del "nuevo partido anticapitalista" no es nuevo. La LCR la lanzó por primera vez a fines de los años '80. En un manifiesto de 1991, llamaba a la construcción de "un partido común y democrático con todos aquellos que aunque no compartan (…) que el sistema capitalista no puede ser transformado gradualmente (…) estén determinados a luchar por una defensa intransigente de los explotados y los oprimidos, por su organización independiente de la burguesía, por la perspectiva de un socialismo autogestionario". El planteo convocaba, explícitamente, al ala izquierda del reformismo.

En 1998, el XIII Congreso de la LCR ratificó la "perspectiva estratégica (de) una gran recomposición de izquierda pueda hacer nacer una fuerza política nueva, un partido de la transformación social". El planteo sigue teniendo los mismos destinatarios; por eso plantea un partido de la "transformación social" (no de la revolución social).

La historia del planteo – que por primera vez la LCR lleva al terreno práctico- indica la naturaleza del paso que se apresta a dar la Liga. Integra todo el cuerpo teórico y programático desarrollado por la LCR en los últimos veinte años. El "nuevo partido anticapitalista" no luchará por el gobierno obrero ni por la revolución socialista internacional.

La antigüedad del planteo echa luz sobre otro problema esencial: durante más de quince años, la LCR fracasó sistemáticamente en dar vida al "nuevo partido". La experiencia más reciente fue la imposibilidad de establecer un "candidato antineoliberal" único en las pasadas elecciones presidenciales, porque tanto el PC como el dirigente campesino "antiliberal" José Bové pusieron como condición el apoyo político a un eventual gobierno de Ségolène Royal. Ahora, el planteo de construir un "nuevo partido" carece de destinatarios.


Un partido sin programa

El "nuevo partido" ha sido lanzado sin que se defina su programa. La LCR llama a "construir una nueva representación de los trabajadores"; es decir, que tiene forma pero no contenido. El "nuevo partido" sustituye la consigna de los Estados Unidos Socialistas de Europa por la de "una Europa social y democrática", a la que se llegaría, según Olivier Besancenot (Le Monde, 31/1), mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente "elegida por sufragio universal en cada país". Del derrocamiento de la burguesía se pasa a la política de fijarle un "contenido social" a la unión imperialista del viejo continente. Con esto, la izquierda francesa retrocede exactamente 170 años, cuando el socialista Louis Blanc planteaba darle un "contenido social" a la Segunda República de 1848.

El "nuevo partido" sin programa anticipa su propósito de "unir a los anticapitalistas y a los revolucionarios". Es decir, a los "revolucionarios" (la LCR), que no son partidarios de la revolución social, y a los anticapitalistas que propugnan la superación gradual del capitalismo. El "llamamiento" plantea un "cambio de sociedad" pero no la revolución social.

En términos estratégicos, el XVII Congreso mantiene el planteo de un "partido común y democrático" con los reformistas de izquierda lanzado en 1991. La novedad es que, cansada de esperar por "corrientes que no vendrán jamás" (Alain Krivine, principal dirigente de la mayoría, en Liberation, 26/1), la dirección de la LCR se lanzó a construir este "nuevo partido" por sí misma; es decir, tomó la iniciativa de disolver unilateralmente a la Liga con la excusa de "extenderla". En este sentido, un comentarista señala que "para hacer tragar la píldora de una desaparición anunciada, aunque muy controlada, Besancenot y la dirección de la LCR se preocupan por la terminología…" (Liberation, 26/1).


Precauciones

Aunque se dice que su programa será definido por los comités locales, el Congreso estableció una serie de "problemas clave" a los que deberá someterse el "nuevo partido": la independencia frente al Estado y sus instituciones; la subordinación de las relaciones institucionales al movimiento social; el rol central de la auto-emancipación y la auto-gestión, y el rechazo a participar en todo gobierno que gestione el Estado y la economía capitalista.

Estos "problemas clave" indican las enormes precauciones con las que la dirección de la LCR se embarca en la construcción del "nuevo partido" y en su auto-disolución. Pero estas precauciones entrañan una contradicción que salta a la vista: un partido que no tiene programa y que afirma que su programa será definido democráticamente por los comités locales, ¿cómo puede asegurar que no va a participar en un gobierno de la "izquierda unida" o en cualquier gobierno de colaboración de clases?

Este "veto", que no es tal, limita, sin embargo, el acercamiento de potenciales aliados reformistas: "los antiliberales de Attac, los sindicalistas de Solidaires y los partidarios de José Bové denuncian que la separación entre reformistas y revolucionarios los excluye de la futura formación (…) ‘Los comités locales de Besancenot son soviets', señala Eric Coquerel de Mars, la formación que reúne a los ex partidarios del ex ministro socialista Chevenement" (Liberation, 26/1).

Buena parte de la prensa francesa califica al "nuevo partido" como un simple "cambio de cara" o un "nuevo look" de la misma LCR (France Soir, 25/1). El "nuevo partido" se limitaría a establecer "una nueva estructura, menos marcada históricamente y más amplia que la ‘vieja LCR' (que le permita) reunir a todos los simpatizantes acercados durante la campaña electoral por el discurso contestatario de Olivier Besancenot" (Le Monde, 31/1). Como lo denominan algunos, el "partido de Olivier".


Un partido nacional

El "nuevo partido" será, según las tesis aprobadas en el Congreso, "nacional y democrático"; no en su forma sino en su contenido, es decir que no saldrá del marco del Estado nacional ni de la forma política parlamentaria.

El documento presentado por la mayoría señala expresamente que "no podrá ser la sección francesa de la IV Internacional (Secretariado Unificado)". Estamos en presencia aquí, no ya de la disolución de la LCR sino de la disolución de la propia IV Internacional (Secretariado Unificado). El documento plantea que el "nuevo partido (…) desarrolle su propia acción por un reagrupamiento internacional (…) abierto a fuerzas que participan en otros reagrupamientos internacionales". Mientras el "nuevo partido nacional y democrático" será el resultado del cruzamiento de planteos y programas contradictorios, el de "la nueva Internacional" deberá ser también un cruzamiento con tendencias de otras internacionales, que sean, claro, ‘nacionales y democráticas'.

El enredo no termina, de todos modos, aquí. La LCR es la sección más importante de la IV (SU); sobre ella reposa gran parte de su trabajo internacional. Por eso, el Congreso propuso que "los compañeros que participan de las reuniones e instancias (organismos de dirección) de la IV Internacional, sigan haciéndolo"; quedarían como una suerte de funcionarios interinos que han dado un preaviso de ruptura de contrato. Pero esto agrega una nueva contradicción: una parte de la dirección del "nuevo partido" formará parte de otra organización, que el "nuevo partido" no integra y a la cual no está disciplinada; los miembros de la LCR en los organismos del SU no habrán sido electos por nadie ni tampoco serán responsables por lo que hagan. Entrará en funcionamiento una estructura paralela (no electa) dentro del "nuevo partido". El "partido dentro del partido" que Besancenot quería disolver, eso sí, "decentemente", regresa para meterse por la ventana. La pregunta que queda es qué tiene de democrática una estructura paralela o clandestina y qué hay de nacional con dirigentes sometidos a la disciplina de un aparato internacional.


Minoría

La minoría de la LCR, que tuvo el 17% de los delegados del Congreso, rechazó el llamado a formar el "nuevo partido" porque no está dirigido a las organizaciones existentes a la izquierda del PS sino a "individuos", a los "héroes anónimos de la lucha de clases", según la definición de Christian Piquet, el principal dirigente de la minoría. Piquet acusa a la mayoría de haber abandonado todos los planteos defendidos por la LCR en los últimos quince años, al lanzarse a la construcción del "nuevo partido" sin intentar sumar a otras organizaciones existentes.

El "nuevo partido", acusa la minoría, estará "centrado en la LCR" y se reducirá a ser una especie de "LCR bis". En resumen, "hagamos grande a la LCR". Piquet cita declaraciones de Alain Krivine, según las cuales "si llegamos a 6.000 militantes, estaremos contentos" (marianne2.fr, 24/1). Eso significaría duplicar el número actual de militantes.

La minoría es crudamente derechista; plantea un "nuevo partido" con los agrupamientos que están a la izquierda del PS y del PC… y que aspiran a cogobernar con ellos. Pero sabe que estos grupos no están dispuestos, hoy por hoy, a unirse a la LCR en la tarea de formar un "nuevo partido". Por eso se opone a cualquier medida práctica para llevarlo adelante.

La minoría asegura que el "nuevo partido", auto-centrado en la propia LCR, fracasará. Según Piquet, "la dirección de la LCR se encierra en una ilusión: creer que el eco de Olivier Besancenot se traducirá mecánicamente en una nueva construcción política" (Liberation, 25/1). El fracaso de esta "instrumentalización", dice Piquet, "nos va a hacer lamentar durante quince años" (marianne2.fr, 24/1).


Crisis política

Para la minoría se pretende armar una "copia" de la actual LCR, pero está de acuerdo en la parte de la operación que sirve para borrar cualquier referencia a la revolución social, al gobierno obrero y al trotskismo.

Pero la minoría no puede superar su propia contradicción: su planteo de formar un "nuevo partido" con grupos "antiliberales" que orbitan alrededor del PS ha fracasado sistemáticamente en los últimos quince años. ¿Para qué insistir con "corrientes que no vendrán jamás"?

Estos son los términos de una crisis política que deberá manifestarse cada vez más abiertamente conforme el "nuevo partido" se ponga en marcha.


 

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