La FED pone toda la carne al asador (pero no alcanza)

La bancarrota capitalista mantiene en vilo a todo el mundo y desata el pánico generalizado en cada nueva rueda del mercado. La prensa especializada desempolva sus viejos registros, buscando entre los records apuntados para comparar con tal o cual jornada “negra”. Los sucesos de las últimas semanas, y particularmente la última, estremecieron hasta el más optimista de los analistas, no solo por la magnitud de las pérdidas sino también por su velocidad. Según estima el Financial Times, la jornada del jueves fue de las peores de la historia, solo superada por el lunes negro de 1987 y otras de 1929.


Hoy en día la mayoría de los comentaristas se rinde ante la evidencia de que –contra lo que sostenían hasta hace poco- la pandemia que acosa a la humanidad fue el hecho desencadenante, el catalizador, de una tendencia a la recesión global y del fin del ciclo alcista del mercado bursátil (el cual fue fuertemente empujado por una política expansiva a una escala inédita). El capitalismo no está ingresando en una “nueva” crisis mundial, sufre un nuevo colapso tras el fracaso de los intentos por superar la bancarrota de 2008.


Es en este contexto que la Reserva Federal (FED), el banco central de Estados Unidos, se reunió de urgencia el último domingo y definió un paquete de estímulos monetarios solo comparables con los aplicados frente a la quiebra del Lehman Brothers. En primer lugar redujo la tasa de interés (tras tres bajas en 2019 y una en 2020) hasta llevarla al orden del 0%, el nivel más bajo jamás registrado, y decidió expandir la base monetaria en más de 1,2 billones de dólares.


Al igual que en 2008, la banca pública sale al rescate del capital, concentrándose en las deudas corporativas -que se encuentran en sus picos históricos- y que alertan sobre el riesgo de quiebras masivas de empresas. La incapacidad de refinanciar estas deudas demuestra que sus cotizaciones estaban brutalmente infladas. La ley del valor es implacable y tiende a devolver todo a su lugar.


Por otro lado, se anunció una coordinación con otros bancos centrales como los de Japón, Gran Bretaña y el Banco Central Europeo. Si esta política totalmente inusual –también copiada de 2008- grafica la gravedad de la crisis, una pregunta es ineludible: ¿qué coordinación puede existir entre bloques rivales, en medio de una guerra comercial y monetaria como no se observa desde hace 80 años?



Incertidumbre y desorientación


Los popes del capital financiero internacional, con la FED a la cabeza, buscan repetir la política expansiva más importante de la historia. Estos anuncios dieron por primera vez un gusto a Trump, quien se cansó de reclamar mayores estímulos al consumo y tasas bajísimas para fomentar la competitividad yanqui.


Sin embargo, la situación internacional dista enormemente de la de hace 12 años. China -que jugó un papel protagónico en el principio de recuperación que siguió al estallido- ya no crece como antaño y de hecho se convirtió en un factor de agravamiento. La economía mundial viene conviviendo desde aquel entonces con tasas de interés extremadamente bajas, negativas en el caso del BCE, lo que aminora el efecto de esta nueva expansión monetaria.


Un artículo del Financial Times del lunes pasado calificaba como “heroína monetaria” la dependencia que generaron las principales plazas financieras respecto de estos estímulos con que buscaron revertir la situación desde la aparición de los primeros síntomas recesivos. El autor concluye preguntándose si esto no refleja que “algunos inversores ya no creen que una dosis de dinero barato funcione ante una incertidumbre médica, la recesión mundial, los default de las empresas inminentes y el liderazgo político débil”.


Otros comentaristas plantearon que con las tasas cercanas a 0% un relajamiento monetario podría resultar estéril, lo que abre la posibilidad a que la FED intervenga directamente en el mercado de acciones, algo que ya se hizo en Japón. En estas condiciones cualquier repunte sería efímero.


Como se ve, la desesperación está a la orden del día. Los actores financieros ven como en tan solo semanas se esfumaron las ganancias que tardaron años en acumular. Los índices de las principales bolsas norteamericanas han perdido casi 30% desde febrero, perdiendo toda la ganancia acumulada en los tres años de presidencia de Trump. El magnate, por su parte, no puede ocultar cómo en vísperas de la campaña electoral se desploma su principal caballito de batalla: un mercado de valores con los registros más altos que se hayan conocido. No es un caso aislado, si tenemos en cuenta que en Brasil en solo dos semanas las caídas equivalen a las ganancias financieras de los últimos 14 meses.


Emergentes en emergencia


El principal país emergente del mundo es sin dudas China. La situación en el gigante asiático no podría ser peor: las estimaciones del banco Goldman Sachs al día de hoy es que su economía se contraerá un 9% en el primer trimestre. Los datos industriales dan cuenta de una caída entre enero y febrero del orden del 13,5%, el mayor retroceso en los últimos 30 años.


Algún optimista podría pensar que la política expansiva de la FED y el BCE significará nuevos flujos de capitales hacia los países periféricos. Pero la realidad es muy distinta. La caída de los precios de las materias primas hundió todos los pronósticos de crecimiento económico, como se ve en América Latina. Los inversores huyen hacia las inversiones menos riesgosas, y hasta se refugian en efectivo en dólares, euros y yenes.


Por eso las deudas soberanas de los países emergentes muestran una clara tendencia a encarecerse, complicando cualquier clase de roll over (refinanciamiento). El caso argentino está entre los más graves del mundo, pero no es el único. Según informa El Cronista (17/3), las deudas más riesgosas se encarecieron casi un 25% en las últimas dos semanas, mientras que las de los emergentes han pasado rápidamente de un promedio de 4,5% a 7,5%. Este escenario internacional, más allá de un flujo de liquidez y de bajas tasas por parte de la FED, hace cada vez más complicada una renegociación exitosa por parte del gobierno argentino.



Primeras conclusiones


La crisis mundial ha ingresado en una nueva etapa. Cuando todavía estaba lejos de haber superado la resaca de la crisis anterior, este nuevo sacudón mundial deja a la economía mundial por el suelo, ingresando en una recesión de forma intempestiva.


La caída del precio del oro o el aumento mínimo de los bonos del Tesoro norteamericano le da un carácter peculiar a una crisis en donde las viejas recetas no surtirán el efecto buscado, ni siquiera el que surtió en el pasado. Las empresas y los Estados ingresan a esta fase con muchos menos recursos de lo que lo hicieron en la etapa anterior y con una fragilidad inédita.


Los trabajadores debemos organizarnos para combatir la pandemia mundial a la que nos llevó el capital, peleando por todas nuestras reivindicaciones y con una perspectiva socialista para superar la barbarie en que vivimos.