La “guerra fría” de Irán

La reciente aprobación de la Unión Europea de una prohibición para importar crudo iraní significó una escalada en el enfrentamiento diplomático entre el imperialismo y el régimen de Irán. El acuerdo suscrito -impulsado por Washington- logró la adhesión de Japón e, inclusive, la de España. Grecia e Italia -países que inicialmente se abstuvieron del acuerdo por su dependencia del crudo iraní. Sin embargo, no logró el apoyo de China, que depende fuertemente del petróleo iraní y se encuentra realizando grandes inversiones en la industria petrolera persa.


La medida aprobada por la Unión Europea golpea duramente a irán, productor de casi el 6% del petróleo mundial, que podría sufrir el derrumbe de la industria petrolera y un descalabro económico. Los países europeos firmantes del acuerdo esperan poder suplir el petróleo de Teherán con el de Arabia Saudita, pero los analistas especulan que podría aumentar el precio del petróleo.


Este motivo produjo, justamente, que el gobierno norteamericano limitara el alcance de las medidas contra el Banco Central iraní, uno de los reclamos principales del lobby sionista en los Estados Unidos. Netanyahu manifestó su “decepción” frente a esto y consideró que mientras “Francia y Gran Bretaña mantienen una posición firme” contra Irán, la administración norteamericana “vacila ante el temor de un aumento en los precios del petróleo” (Financial Times. 16/1). El gobierno israelí subordina cualquier intervención militar “seria” a un bloqueo total de las finanzas persas. “Mientras no haya sanciones efectivas al Banco Central de Irán y a la industria petrolera, no habrá ningún efecto sobre el programa nuclear”, aseguró el ministro de Defensa, Ehud Barak. En este marco, Washington y Tel Aviv postergaron los ejercicios militares conjuntos que planeaban realizar.


La preocupación, como señaló Sarkozy en un discurso a los cuerpos diplomáticos, es que “la intervención militar (en Irán) no resolverá el problema, sino que desencadenará la guerra y el caos en Medio Oriente”.


La crisis de los ayatollahs


El régimen de Teherán vive, por su parte, una intensa crisis política en su interior desde hace un tiempo, la cual llevó al enfrentamiento entre el presidente y los ayatollahs. El imperialismo no desconoce que el actual mandatario iraní se encuentra fuertemente debilitado -por una crisis que se remonta a las movilizaciones contra el fraude electoral en 2009- y con una economía duramente golpeada por las sanciones económicas. Asimismo, “la dirigencia iraní no tomó la gran decisión estratégica de construir una bomba nuclear” y “no existe ningún evidencia hoy de que lo vayan a llevar hasta el final” (Financial Times, 13/1). Por esta razón, “un ataque de Israel y Estados Unidos no es inminente” (ídem).


“Obama no quiere esa guerra”, porque “sería un desastre para la comunidad internacional”, señala un analista del diario El País (20/1). Y agrega: “Si incluyese una invasión terrestre, tendríamos que preparamos para años de sangrientas turbulencias adicionales en el planeta”. Teherán, por su parte, tampoco cuenta con espaldas para enfrentar un conflicto bélico. El reciente asesinato de un científico del programa nuclear, en un evidente atentado del sionismo, no recibió ninguna represalia por parte de Teherán.


En ese cuadro, se reflotarían las negociaciones multilaterales auspiciadas por Turquía en Estambul, según una versión que echó a correr el mismo gobierno iraní. El gobierno turco opera como una bisagra entre el imperialismo y Teherán por su combinación como un gobierno islamista e integrante de la Otan. Turquía e Irán comparten, asimismo, un frente abierto por el conflicto kurdo, que ha llevado a Ankara ha aumentar sus operaciones militares en Irak. Turquía ha servido para neutralizar la oposición iraní a la intervención imperialista en Siria.


La crisis en tomo del programa nuclear iraní revela, en primer lugar, el intento del imperialismo por someter a las naciones que puedan presentar un incipiente proceso de desarrollo nacional autónomo. Por otra parte, plantea una. “guerra fría” entre Irán, China y Rusia, por un lado, y los Estados Unidos, Israel y Europa, por el otro, en un cuadro de disputa imperialista fogoneada por la bancarrota capitalista mundial y por la reorganización de las relaciones políticas en Medio Oriente producidas por la revolución árabe. La pieza fundamental en este escenario será el desenlace de la guerra civil en Siria, donde el imperialismo ha incrementado su intervención de forma considerable y prepara una intervención militar dirigida por Turquía, lo que significará duros choques con Rusia y China.