La "intifada “palestina y el asesinato de Abu Jihad

Mientras el levantamiento (“intifada”) palestino entraba en su 5to mes, Khalil al-Wazir, hombre N° 2 del Fatah y miembro del comité ejecutivo de la OLP, era asesinado en Túnez por un grupo comando sionista. El comandante Abu Jihad, así era llamado por sus compañeros, no fue elegido como víctima al azar. No solamente fue el “arquitecto” militar de la organización palestina durante los últimos años, sino por sobre todo fue el principal sostenedor del levantamiento popular, cuando la mayoría de la dirección de la OLP demoró más de un mes en pronunciarse. Abu Jihad había propuesto, en una última entrevista con el diario Al Anbaa de Kuwait, que el levantamiento palestino tenía que pasar de la etapa actual a la preparación de un aparato militar local, vía las organizaciones de base, y al “uso de patrullas armadas de combate con pistolas y granadas fuera de las zonas del levantamiento, tales como las patrullas que chocaron con las fuerzas israelíes en el Norte y en el Negev”. Abu Jihad había comenzado a ganar la simpatía entre los militantes palestinos, aún más que Arafat, a quien muchos caracterizan de haber traicionado la causa palestina y haberse “consagrado” a la diplomacia pura. Apenas conocido el asesinato miles de palestinos se lanzaron a las calles sin esperar orden ninguna de sus dirigentes.

No hay dudas de la responsabilidad de Israel en el asesinato de Abu Jihad, quién recibió más de 100 disparos de bala. La revista Time describe con lujo de detalles como el comando de 8 hombres y una mujer del ejército israelí llevó a cabo el asesinato. La cadena NBC de los EE.UU. afirma que el primer ministro Shamir, el canciller Peres y el ministro de defensa Rabin autorizaron personalmente el crimen, lo que fue también confirmado por el Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad de Tel Aviv (The Jerusalem Post, 18/4/88), “semillero” de los servicios de inteligencia israelíes. La intención de Israel ha sido infligir una “derrota" a la OLP suponiendo que con ello el levantamiento en los territorios cesaría por la desmoralización de las masas. “Si Israel no mató a Abu Jihad, debería haberlo hecho”, dijo la diputada Geula Cohen, representante de la ultraderecha sionista. "Israel continuará ‘golpeando’ los líderes terroristas palestinos”, dijo el jefe de la inteligencia militar Amnon Shahak. Estas son frases que corresponden bien a ese punto de vista.

Sin embargo, detrás del asesinato de Abu Jihad se esconde un trasfondo político de mayor envergadura. “Tenemos que desterrar la violencia como un factor para un proceso diplomático o como un factor que impida un desarrollo diplomático”, dijo Shimon Peres, el mismo que dio el OK al asesinato de Abu Jihad. En realidad, lo que quería decir es que el asesinato también puede utilizarse como un elemento de presión diplomática. El gobierno israelí, por boca de un importante vocero, afirmó que ahora esperaba poder llevar a Yasser Arafat a la política que tanto los EE.UU. como la Unión Soviética están impulsando. Según estas fuentes (ver The Jerusalem Post, 17/4/88) Abu Jihad era la principal fuente de oposición a las maniobras de Arafat y a la presión de la burocracia soviética que pretende forzar a la OLP a aceptar los términos de la propuesta del rey Hussein de Jordania, a saber, que la delegación palestina que pueda concurrir a una supuesta conferencia internacional sea canalizada a través de ese país.

El papel de la burocracia de Gorbachov en todo esto es clave y ejerce un “trabajo de pinzas" con el imperialismo. La conferencia que ella planea tiene como punto importante el reconocimiento del Estado de Israel y de todas las resoluciones de las Naciones Unidas referidas a su “seguridad". El imperialismo, a través de su secretario de Estado, George Shultz, ha presionado a Israel para que acepte la retirada de los territorios ocupados, en el entendimiento que la radicalización de la situación llevará a una situación insostenible que pondrá en peligro no sólo la estabilidad del estado sionista (en los límites previos al ’67), sino de todo el esquema montado por el imperialismo en el Medio Oriente. El problema es cómo controlar Gaza y la Cisjordania (ya sea como territorios autónomos, ya sea como pertenecientes a Jordania) y aquí el imperialismo asigna a los dirigentes palestinos un rol preponderante. La burocracia soviética no escatima esfuerzos en este proceso y por eso Gorbachov acaba de manifestar públicamente que los israelíes tienen el derecho a vivir en un estado “seguro” es decir con tutela militar sobre sus eventuales vecinos (Jerusalem Post, 25/3/88). La consigna del PC palestino, Rakakh, es "Dos Estados parados pueblos".

Pero en todo esto están ausentes los dos pueblos. La realidad es que la intifada sigue; que las masas palestinas han tomado lugar primerísimo en la escena política, creando sus propias organizaciones de base en los territorios y en Israel; que el método de la huelga, método por excelencia de lucha de los trabajadores del campo y la ciudad, marca el ritmo de la lucha. Las muertes diarias, que ya llegan a más de 200 desde diciembre último, sólo templan el espíritu de las masas. La dirección que éstas han forjado, el Comité unificado para el levantamiento, es su propia obra y no la de la dirección de la OLP, a pesar de que en ese comité participan representantes políticos de los territorios de todas las corrientes del campo palestino. En el campo judío existe una gran crisis. Son cientos los casos de soldados que se niegan a ir a los territorios, y decenas los que purgan condenas en las cárceles del ejército israelí. Las masas judías no pueden sobrevivir a la experiencia sionista, y deben ligarse a la lucha palestina.