La izquierda ‘anticapitalista’ y la cuestión nacional catalana

Colaboración de Jorge Altamira


La izquierda anticapitalista de Cataluña, la CUP, tiene una fuerte impronta nacionalista -lo cual, dicho sea de paso, es una demostración de que la vocinglería anticapitalista no es sinónimo de socialismo y tampoco de gobierno obrero y dictadura proletaria. El nacionalismo anticapitalista se encuentra ahora, no a la rastra de la “hoja de ruta separatista” de Junts pel Si (Juntos por el Sí), sino a la cabeza. La CUP no integra la coalición de gobierno, aunque tiene una división interna sobre el punto, simplemente debido al brutal ataque antiobrero que lleva adelante la Generalitat, en particular a partir de la bancarrota internacional, desde 2007. No obstante esto, le dio los votos e incluso firmó un pacto de gobernabilidad “para garantizar el referéndum” y no interferir con la convocatoria prometida por el primer ministro Puigdemont y la Esquerra Republicana, de Junqueras. Con el pretexto de “allanar el camino al referéndum”, dieron al gobierno, a fines de marzo pasado, los votos que necesitaba para la aprobación del presupuesto de ajuste (“carente de contenido social”, en el léxico cupista). El nacionalismo catalán tiene un contenido histórico reaccionario, pues apunta a la balcanización de la clase obrera de las distintas nacionalidades y autonomías del Estado (monárquico) español. Es una tentativa de salir de la bancarrota capitalista mediante un poder estatal capaz de una guerra de clase integral contra los derechos de los trabajadores -que es lo que ha venido haciendo. Es una maniobra de distracción que busca atenuar la pérdida de autoridad de la burguesía catalana frente a las masas y la juventud. La IV Internacional defiende el derecho a la autodeterminación nacional, o sea a la decisión democrática del pueblo acerca de sus destinos nacionales, pero aboga por una República Socialista de España y la península Ibérica.


 


La ‘esquerra’ anticapitalista de Argentina


 


La filial catalana de Izquierda Socialista, “En Lluita”, integró la CUP durante años, en condición de tendencia, que se disolvió a finales del año pasado, cuando arreciaba la presión hacia la CUP para que se integre al gobierno catalán.


 


El PTS, por su lado, con la misma lógica teórica que plantea la CUP, caracteriza al referéndum convocado para el 1° de octubre, para sancionar la separación, como el final del “régimen del 78” (el pacto que sanciona la transición monárquica constitucional del franquismo) -o sea como un paso progresista que abriría paso incluso al tratamiento de los “problemas sociales”. El planteo no solamente es acertado sino además premonitorio, porque el partido de gobierno de la burguesía de Cataluña ya ha anunciado que el paso siguiente a la separación estatal será ir más a fondo aún contra los derechos de los trabajadores. La Cataluña independiente y socialmente ajustadora ya tiene pedido de reconocimiento internacional en la Unión Europea -el comité de guerra de la burguesía imperialista que acompaña el FMI. Cataluña superaría “el régimen del 78” por el “régimen de la Troika” -una curiosidad como alternativa ‘anticapitalista’. Al igual que la CUP, el PTS insta a la movilización de las masas contra las amenazas de intervención política, policial y aún militar de Rajoy contra la independencia de Cataluña (una posición excelente), pero siempre bajo el programa del separatismo. Es cierto que una Cataluña independiente se despojaría en forma residual de la monarquía, pero es más cierto aún que la lucha por la República debe servir a todo el proletariado del Estado español -unido como clase, para acabar con la monarquía por completo en el marco de una revolución socialista.


 


El referendo nacionalista del gobierno catalán y sus socios adolece de un defecto decisivo en materia democrática. Plantea “el derecho a decidir” por Sí o No la separación, pero no lo hace en cuanto a la forma política que adoptaría el nuevo Estado independiente. Esa decisión la ha reservado al Parlamento e incluso ha elaborado el texto relativo a la nueva estructura política. Ni convoca a un nuevo referendo sobre este asunto decisivo ni tampoco a una Asamblea Constituyente soberana.


 


Al PTS no se le ha ocurrido (¿podría haber sido de otro modo?) que la “caída del reaccionario régimen del 78” pueda dar lugar a un nuevo régimen reaccionario, puesto que balcaniza a la única clase potencialmente revolucionaria del espacio español. Los mismos que rechazan, por ejemplo, una ruptura de Grecia con la UE, la cual podría ser caracterizada también como “una ruptura del régimen imperialista de la burguesía europea”, adhieren con gusto a una balcanización estatal en la época de la decadencia imperialista. Hay otras fuerzas preocupadas por el agotamiento del “régimen del 78”, como el PSOE o incluso Podemos (que está dividido en cuanto a la separación), que proponen una reforma constitucional que refuerce las autonomías estatales en el marco de la monarquía y al mismo tiempo interesadas en una balcanización de la clase obrera y sus organizaciones. El punto de vista de los ‘anticapitalistas’ que integran el FIT con el Partido Obrero, los obligaría a formar tantos PTSs y tantas ISs como Estados que se escindan. A cien años de la Revolución de Octubre no han entendido que el partido históricamente más consecuente con la autodeterminación nacional, el bolchevique, construyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética. La lucha contra el Estado español no debe hacerse bajo la consigna de la separación sino de la revolución permanente. Por una Federación Socialista Ibérica y por los Estados Unidos Socialistas de Europa.