Junto a la gran inmigración de judíos rusos –más de 700 mil desde 1989–, el Estado sionista se ha poblado –informa Shlomo Slutzki, en Brecha del 17/1– de “decenas de ‘capos’ de la mafia rusa”, líderes de organizaciones criminales que “gozan de una virtual inmunidad”, amparados en que allí “no hay leyes contra el blanqueo de capitales”. “Según informes secretos de la policía, se utiliza así a Israel como ‘lavadero’ de dinero ‘negro’, además de convertir al país en el centro de operaciones hacia occidente, de participar en las ganancias en el mercado israelí de prostitución y otras ramas del crimen” (ídem).

Lo más destacado, con todo, es que el dinero de esta procedencia dio “apoyo a Netanyahu y a su partido” y ‘maneja’, además, un “partido de inmigrantes rusos que obtuvo siete bancas (de un total de 120)” (ídem).

Las cifras que aporta a la economía israelí la ‘mafia rusa’ son sólo comparables con los aportes de 3 mil millones de dólares anuales que envían los yanquis para sostener al enclave sionista: “Las cantidades que se barajan como ‘ganancias’ de esta ‘industria’ se estiman en 2 mil millones de dólares, pero nadie duda de que ésa no es más que una mínima parte y que en realidad son mucho más elevadas” (ídem).