La muerte de Aylan Kurdi y la descomposición capitalista


La imagen de miles de refugiados marchando por las carreteras húngaras hacia Viena o enfrentando a la policía en los centros de refugiados ha mostrado otro aspecto de los migrantes: el de su organización. Ante la falta de respuestas del gobierno húngaro, que los mantenía en un limbo, miles se echaron a las calles para hacer un trayecto de 250 kilómetros hacia la capital austríaca y consiguieron, de ese modo, no sólo que el gobierno les asignara finalmente los ómnibus necesarios para llegar, sino también el rápido acuerdo de tres países para su asilo en Alemania. Preocupado por el impacto que esta rebelión puede tener en el resto de los refugiados, el gobierno alemán aclaró que la decisión adoptada “no sienta un precedente”. Aunque se trata de un proceso embrionario, en junio pasado ya se habían registrado protestas en París por el derecho al asilo y por alojamiento que fueron acompañadas por algunas organizaciones de izquierda.


Luego del impacto internacional causado por la muerte del niño Aylan Kurdi, “Europa ha visto caravanas humanas que no se recordaban desde los éxodos de la Guerra Española y de la II Guerra Mundial”, dice un columnista de El País (5/9). La cuestión de los refugiados se encuentra al rojo vivo.


En lo que va del año, más de 300.000 personas llegaron a suelo europeo. La ruta que seguía la familia de Aylan Kurdi, y que procura alcanzar Alemania luego de un periplo por los Balcanes y Europa del Este, es una alternativa al cruce del Mediterráneo desde las costas africanas, que ocasionó resonantes catástrofes como las de Lampedusa. Pero se ha revelado igualmente mortífera. El niño Aylan Kurdi y su familia procedían de Kobane, ciudad kurda del norte sirio en la que el pueblo expulsó militarmente a Estado Islámico.


La muerte de Aylan ha mostrado la miseria estatal. Canadá rechazó el asilo de la familia con pretextos burocráticos y los gobiernos europeos adoptan medidas represivas -cuando no apañan a las bandas fascistas que atacan los campamentos. Turquía ataca a la Unión Europea para encubrir su responsabilidad en el financiamiento de Estado Islámico y la guerra en Siria. En contraste, se registran diversas muestras de solidaridad popular: se han formado grupos de apoyo a los inmigrantes en diferentes países y más de 20.000 personas marcharon en Viena.


“Migrantes”


Bajo el rótulo de “migrantes” se encubre lo que es, más exactamente, una marea de refugiados que escapan de países asolados por la guerra, la desocupación y el hambre. Entre otros: Costa de Marfil, República Centroafricana, Congo, Sudán, Eritrea, Somalia, Siria, Irak, Yemen y Ucrania. En todos los casos se trata de conflictos que involucran a las mismas potencias imperialistas que, simultáneamente, deniegan o retacean los pedidos de asilo. El negocio del contrabando mueve miles de millones de dólares al año, según la ministra del Interior austríaca, Johanna Mikl-Leitner, y sólo en Grecia operan más de 200 bandas dedicadas a esta actividad. Ofrecen sus servicios con total impunidad a través de las redes sociales.


La desintegración provocada por las guerras de Irak o Afganistán y la posterior intervención imperialista en Libia y Siria, que tuvo como trasfondo -e intentó sofocar- a la Primavera Arabe, se vuelve ahora contra la propia Unión Europea, pero tiene además un alcance planetario. “Según las Naciones Unidas, suman 60 millones las personas desplazadas alrededor del planeta por hambrunas o guerras” (Clarín, 5/9). El Sudeste asiático se ha transformado, para muchos emigrantes de Afganistán, en una ruta de acceso a Australia. Este país impide el desembarco o bien reubica a los refugiados a miles de kilómetros de distancia, en el país-atolón de Nauru, en medio del Pacífico. En la fortaleza en la que son detenidos, según el informe de un comité del Senado australiano, se ha corroborado el abuso de niños (New York Times, 3/9). Obama tiene el récord de deportación de migrantes y el precandidato estrella de los republicanos, Donald Trump, propone edificar un muro a lo largo de la frontera con México.


La crisis en curso concentra todas las cuestiones de la bancarrota capitalista: guerras imperialistas, degradación de la fuerza laboral a escala planetaria, catástrofes humanitarias. Es necesaria una acción internacional de las organizaciones obreras contra la represión y las deportaciones, por el derecho de asilo sin condiciones, la inmediata asistencia estatal, los derechos laborales plenos y contra las guerras de ocupación imperialistas.