La muerte de los hijos de Saddam

La muerte de los hijos de Saddam fue celebrada como una gran victoria por el imperialismo. Bush y Blair dieron conferencias de prensa especiales y se felicitaron por la “victoria”.


No piensan lo mismo los iraquíes, incluso los que los odiaban por su historia de masacradores de su pueblo. El propio Financial Times (24/7) reconoce que “para la población local, murieron peleando como héroes”. Efectivamente, la casa donde se encontraban los hijos de Saddam fue rodeada por las tropas de ocupación, con las que intercambiaron fuego. Ante la negativa a rendirse, la casa fue destruida a misilazos por varios helicópteros de combate.


No se realizó el menor esfuerzo por obtener su rendición mediante la utilización de gases lacrimógenos o por hambre. La orden no era detenerlos sino matarlos.


Inmediatamente, la prensa comenzó a preguntarse por qué el alto mando y el gobierno norteamericano preferían a los hijos de Saddam muertos y no en un juicio-show, con el cual el imperialismo podría montar una vasta prop aganda política. ¿Por qué no agarrarlos vivos si ellos podían tener información sobre las supuestas “armas de destrucción masiva” de Irak? O, incluso, podrían conducir al “premio mayor” de la captura de su padre. ¿Por qué, como enfatiza la prensa árabe, se los “asesinó” y no se los detuvo?


La razón es política. Un juicio a los hermanos Hussein, explican algunos especialistas, podría demorar la discusión de la resolución de las Naciones Unidas de intervenir en Irak. Toda una fracción del imperialismo norteamericano, consciente de sus limitaciones frente al desafío de la ocupación, impulsa la intervención de la Onu para darle una cobertura “política” e “internacional” a la represión de la resistencia iraquí.