La nueva escalada en el Golfo Pérsico

No a la guerra imperialista

En las últimas semanas se ha producido una escalada en el conflicto entre Irán y el imperialismo anglo-yanqui. Al secuestro de un buque comercial en Gibraltar por parte del Reino Unido, el régimen persa respondió con el secuestro de un buque petrolero británico en el estrecho de Ormuz, una arteria que conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán por la que transita un sexto del petróleo y un tercio del gas mundial. Entre ambos incidentes, una fragata británica que custodiaba un buque comercial llegó a apuntar sus cañones contra tres barcos iraníes en el Golfo Pérsico, en tanto que un buque de asalto yanqui derribó un dron iraní en las mismas aguas. Irán anunció, el martes, la captura de 17 espías de la CIA y la condena a muerte de algunos de ellos, poco después de que los norteamericanos anunciaran el despliegue de 500 soldados en Arabia Saudita.


“La región nunca ha estado ante tanto peligro. Un simple error de cálculo puede incendiarla”, graficó en una reciente entrevista Mostafa Tajzadeh, uno de los referentes del sector “reformista” iraní (Clarín, 30/6).


El imperialismo yanqui es responsable de esta escalada debido a sus provocaciones constantes en la región, donde tiene apostados decenas de miles de soldados.


La tensión tiene un visible impacto regional. Estados Unidos promueve una fuerza aérea-naval para vigilar el Golfo. Emiratos Arabes y Arabia Saudita han retirado tropas de Yemen (si bien los primeros adiestraron tropas locales), como parte de una reorientación de fuerzas en función de un posible conflicto armado. Aunque habría un motivo adicional: la resistencia que dieron las milicias huthíes y la población a los invasores. “Cada vez son más frecuentes las protestas contra su presencia”, informa El País (11/7).


El origen de la escalada en el Golfo se remonta a la reintroducción de las sanciones económicas y la ruptura por parte de Trump del acuerdo multilateral de 2015 (que en nombre de Estados Unidos suscribió Obama), que estableció el congelamiento del plan nuclear iraní. En respuesta, el régimen de los ayatollahs traspasó los límites de enriquecimiento de uranio que establecían los tratados y podría reactivar un reactor de agua pesada.


Trump pateó el tablero exigiendo concesiones que no estaban incluidas en los acuerdos, como un desmantelamiento del proyecto misilístico iraní. Pero más de fondo, procura un sometimiento del país persa y un fortalecimiento de sus aliados en la región, Israel y Arabia Saudita. Al mismo tiempo, al dinamitar los acuerdos y reintroducir las sanciones (bloqueo de las exportaciones de petróleo, vitales para la economía iraní), Trump pone un dique a los negocios e inversiones desarrollados por sus competidores europeos en Irán a partir de 2015. Pese a que los europeos criticaron la decisión de Trump y buscan retomar las negociaciones, han repudiado también el retome del plan nuclear por parte de Irán, con lo que se colocan igualmente en una línea de extorsión. En el caso particular del Reino Unido, se ha ido acercando cada vez más a las posiciones norteamericanas. Esto seguramente se acentúe con la llegada al poder de Boris Johnson.


En simultáneo con los últimos incidentes, se habría producido una reunión en Estados Unidos entre el ministro de relaciones exteriores iraní, Mohammad Zarif, y el senador republicano Rand Paul, cercano a Trump. A través de estas segundas líneas, se explora una posible negociación. Zarif se habría mostrado dispuesto a inspecciones más rigurosas para controlar su plan nuclear (es decir, que se restrinja a fines civiles) a cambio del levantamiento de las sanciones.


Trump ya abortó en el último minuto un ataque contra Irán. Sus vacilaciones expresan las dificultades que ha encontrado el imperialismo yanqui en sus últimas aventuras militares, especialmente en Afganistán. También en el terreno de la guerra comercial se topa el gobierno yanqui con todo tipo de obstáculos y disensiones internas.


Del lado iraní, el régimen viene sufriendo el impacto de las sanciones y de la desorganización económica, con una inflación anual del 52% y una devaluación del 50% del rial desde mayo de 2018 (La Nación, 3/7). El desempleo supera los dos dígitos y se espera una contracción del PBI del 6% para este año. Para resistir, el régimen necesita recostarse sobre Rusia y China, que tienen sus propios apetitos sobre la región.


Un conflicto militar entre Irán y Estados Unidos se transformaría rápidamente –cuanto menos- en un conflicto regional, en una zona que ya se encuentra asolada por las guerras en Siria y Yemen, que han dejado cientos de miles de muertos. Detrás del conflicto aparecen los intereses cruzados de los yanquis, las monarquías del Golfo, el sionismo, los turcos, los rusos, los chinos y el propio régimen teocrático.


Es necesario rechazar enérgicamente la guerra imperialista.