La partición imperialista de Sudán: “la guerra seguirá”

El 25 de enero, un referéndum determinó, por el 99% de los sufragios, la separación del sur de Sudán -mayoritariamente cristiano y animista- del norte musulmán, tras décadas de una guerra civil que dejó más de 2 millones de muertos y millones más de desplazados. El principal promotor de la división del mayor territorio del continente fue Estados Unidos, que impulsó los acuerdos de paz entre el gobierno de Omar al-Bashir y las milicias del sur hace seis años. Sin embargo, lejos de una preocupación humanitaria, la creación de un Estado meridional expresa el interés del imperialismo yanqui y del sionismo por hacerse de una reserva estratégica de petróleo, localizada precisamente en el sur, y de una posición militar clave en el conflicto de Medio Oriente. Darfur, en la región oeste del país, se encuentra intervenida militarmente por tropas de la ONU con la excusa de detener el genocidio y los vejámenes más terribles contra la humanidad cometidos por los yanyauid, de etnia árabe, con la ayuda del gobierno de al-Bashir, contra las tribus negras o no árabes. Los métodos criminales de al-Bashir para mantener la unidad nacional, típicos del nacionalismo burgués en todas las épocas, han servido de pretexto para la intervención del imperialismo.

Guerra y paz

El acuerdo de paz firmado en 2005 entre el gobierno sudanés y las guerrillas del sur estipulaba que casi 100 mil soldados sudaneses se retirarían del sur del país, mientras que las milicias rebeldes se replegarían. Sin embargo, los choques entre ambos continuaron hasta el mismo día del referéndum. China ha sido el principal aliado de al-Bashir y ve con recelo el proceso secesionista. Finalizado el referéndum se viene la verdadera disputa, pues si bien los yacimientos de petróleo están localizados en el sur, su salida comercial depende de los oleoductos que desembocan hacia el mar, en el norte, construidos por China. Asistimos a un clásico reparto imperialista -o mejor: a un nuevo reparto de lo que se creía definitivamente repartido.

Hasta el momento se desconoce por qué al-Bashir accedió a una votación que lo despoja de un cuarto del territorio del país que contiene la mayor cantidad de riquezas. Se difundió hasta el hartazgo que, a cambio, los Estados Unidos removerán a Sudán de la lista de países que promueven el terrorismo. Otro de los motivos de la resignación del déspota sudanés se puede encontrar en las movilizaciones estudiantiles que sacuden Jartum, la capital norte del país, contra el aumento de precios luego de que el gobierno redujera el subsidio a los productos derivados del petróleo y del azúcar (un “gasolinazo” a la sudanesa).

Norte y Sur

A pesar de contar con la mayoría de los recursos, el sur del país ha sido históricamente relegado por el gobierno con sede en el norte en materia de infraestructura y condiciones de vida. Pese a ser presentado como un conflicto religioso, la naturaleza del mismo está ligada a la explotación y extracción compulsiva de recursos del sur. Por ese motivo, al-Bashir insiste en la “incapacidad” del sur para crear un nuevo Estado. La separación del sur, fomentada por los Estados Unidos e Israel, apunta a crear un Estado artificial, similar al caso de Kosovo o del mismo Israel en algún aspecto. La región sur de Sudán también ocupa una posición estratégica que conecta con la República Central Africana, Uganda y Congo, tres países con reservas petrolíferas. Asimismo, el dominio de esa parte del territorio resulta estratégica en el conflicto de Medio Oriente como corredor para el traslado de armas. La inteligencia israelí había denunciado que a través del sur se transportaban armas para Hamas.

El resultado de la votación en Sudán no resolverá ninguno de los problemas históricos de la construcción nacional ni las condiciones materiales de las masas. Con la bancarrota capitalista como telón de fondo, los dichos del corresponsal del diario El País en Sudán suenan a profecía: “La guerra seguirá”.