Gorbachov en Cuba

La política de la contrarrevolución

En su reciente visita a Cuba, la agenda de Mijail Gorbachov estuvo enteramente dominada por dos temas decisivos para el futuro de la revolución cubana y centroamericana: el apoyo al “plan de paz” auspiciado conjuntamente por las diplomacias yanki y soviética —en el marco de los acuerdos de “solución de los conflictos regionales”— y la reducción de la ayuda económica de la Unión Soviética a Cuba. La gira del premier soviético por La Habana ilustra cuáles son las “prioridades” del “nuevo pensamiento político” de la burocracia soviética y su carácter contrarrevolucionario en la arena internacional.

En La Habana, Mijail Gorbachov reafirmó el sólido apoyo soviético al llamado “plan de paz centroamericano” impulsado por la cancillería norteamericana. “Consideramos —expresó el premier soviético— que existen posibilidades reales de paz en la región” y, por lo tanto, “los conflictos deben resolverse únicamente por medios políticos” (La Nación, 5/4). En consonancia, Gorbachov propuso el “cese de todo abastecimiento militar en Centroamérica” para no frustrar las negociaciones en curso.

El “plan de paz” centroamericano, que con tanto empeño defiende Gorbachov, fue ratificado recientemente por los presidentes de Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica y Guatemala, y es conocido como Esquipulas II. El núcleo de este acuerdo es imponer la “democratización y reconciliación nacional" en Nicaragua mediante elecciones libres controladas por la ONU y la oposición, el libre acceso de los contras a los medios de difusión y la liberación de los somocistas presos.

Simétricamente, la “solución nicaragüense” es impulsada para los restantes países centroamericanos, particularmente El Salvador: que el FMLN abandone las armas y se sume a la vida política “constitucional”, abandonando la estrategia revolucionaria.

“Precisamente, —dicen los yanquis, la misma fórmula básica ajustada según las circunstancias" (International Herald Tribuno, 15/2).

La “misma fórmula básica” a que alude el vocero imperialista encubre que la “contra” es una fuerza militar derrotada, en desbande y expulsada del territorio nicaragüense, en tanto que “el ejército salvadoreño, pagado, entrenado y asesorado por los Estados Unidos ha fracasado en la contención de la guerrilla del FMLN” (The Economist, 28/1).

Los acuerdos, auspiciados por Washington y Moscú, pretenden confinar la revolución nicaragüense al plano nacional y al marco parlamentario burgués y desarmar a la revolución salvadoreña.

Que “el plan de paz" es el hundimiento de la revolución centroamericana, los soviéticos lo expresaron brutalmente. “No apoyamos más —dijeron— las guerras de clases y las revolucionas socialistas en América Latina” (Río Negro, 5/4). En consonancia. “Castro y Gorbachov coincidieron en su rechazo a cualquier tipo de apoyo a procesos revolucionarios en otros países” (Clarín, 4/4).

Naturalmente, estas declaraciones fueron recibidas con “beneplácito" por el imperialismo yanki, quien ya ha pasado a reclamar “medidas concretas”.

La reunión programada entre los cancilleres Baker y Sheverdnadze para los próximos días en Ginebra será la oportunidad en que esas “medidas concretas” se pongan en marcha “conjuntamente”.

La posición soviética forma parte de un acuerdo de largo alcance con el imperialismo que incluye, en primer término, la cooperación financiera internacional. “Los Estados Unidos y la URSS se están moviendo hacia una nueva y más intensiva discusión para resolver los conflictos do América Central” (I.H.T., 4/3). El “activismo” soviético en América Central está espoleado por el propio Departamento de Estado yanki, quien afirmó que “hemos debido reconocer los hechos" (I.H.T., 4/3) y sugerir una mayor actividad soviética en favor de la “pacificación” centroamericana.

Para los Estados Unidos, la resolución diplomática de la crisis revolucionaria centroamericana es una “preocupación prioritaria” (The Economist, 28/1) luego del estrepitoso fracaso de la política guerrerista de Reagan en Centroamérica. Por eso, “el equipo de Bush subordina las relaciones entre las superpotencias a las actividades soviéticas en y alrededor de Nicaragua” (I.H.T., 18/3). Claramente, la burocracia soviética comprendió que el éxito o el fracaso de su “apertura al capital privado” podía jugarse en las playas caribeñas y apuntó hacia ahí toda su artillería diplomática.

Perestroika y ayuda económica

Alrededor del tema de la asistencia económica de la URSS a Cuba —estimada en unos 5000 millones de dólares anuales— los negociadores soviéticos esperaban — según versiones periodísticas— “conversaciones difíciles”. En efecto, tos soviéticos cuestionaron reiteradamente en tos últimos tiempos el “uso ineficiente” que los cubanos daban a sus subsidios, una amenaza apenas velada de cortar la “asistencia” soviética. Simétricamente, a fines del año pasado, Castro criticó la perestroika gorbachoviana por su “olor a capitalismo” y negó reiteradamente su aplicación en la isla.

Sin embargo, en La Habana, Castro hizo el elogio oficial de la perestroika con el curioso argumento de que “si un país socialista quiere construir el capitalismo, hay que respetarlo” (La Nación, 5/4).

Aunque “no hay indicios de intención soviética alguna de reducir ese apoyo a corto plazo, funcionarios soviéticos han dicho que, a la larga, la ayuda a Cuba sería reducida como parte de un reordenamiento general de las prioridades de Moscú” (La Nación, 3/4). Debido al énfasis puesto por la perestroika en la “rentabilidad” y en la “autonomía económica”, “las empresas soviéticas deberán rendir cuentas del resultado de sus operaciones con el exterior, Incluyendo Cuba” (La Nación, 30/3). Los mismos cubanos “saben que tarde o temprano lea será Imposible resistirse a los vientos que soplan de Moscú” (Ámbito Financiero, 30/3).

El acuerdo de cooperación firmado en La Habana por Gorbachov y Castro ilustra sobradamente sobre “las nuevas tendencias" que animan a las relaciones politico-económicas entre los dos países, pues pone el acento en el aumento de las exportaciones cubanas a la URSS y en la igualación del equilibrio comercial, un signo inconfundible de la pretensión soviética de reducir el desequilibrio comercial. “La actitud reticente de Gorbachov frente al pedido de Cuba do que so condono su deuda con la URSS, que asciendo a 20.000 millones do dólares, os —asimismo— un signo Indicativo do los nuevos vientos que soplan” (La Nación, 10/4).

“Fuentes soviéticas pronosticaron que Gorbachov trataría de persuadir a Castro de que disociara a Cuba de las luchas izquierdistas de todo el mundo y se concentrara en construir la economía cubana, que después de tres décadas de socialismo aún continúa siendo muy dependiente de la URSS” (Río Negro, 5/4). La asistencia soviética se ha transformado en un chantaje.

A pesar de su oposición a la implantación de la perestroika en Cuba, Castro plantea un “Nuevo Orden Económico Internacional”, según el cual la tarea de la hora no sería la revolución socialista sino la integración económica latinoamericana bajo el liderazgo de “industriales, banqueros y hombres de empresa” y cuya función sería la de “solucionar” el problema de la deuda externa.

Esta línea lleva, a término, a la “cooperación” con el imperialismo pregonada por Gorbachov, la cual sólo será factible en los términos del capital financiero (reconocimiento de la deuda externa, capitalización y privatizaciones en favor del gran capital en las naciones atrasadas).

No es por casualidad que Gorbachov— sin que Castro lo desautorizara— “urgió, en La Habana, a las naciones industrializadas a apoyar una propuesta norteamericana tendiente a aliviar la deuda externa del Tercer Mundo” (La Nación, 5/4). El apoyo gorbachoviano al Plan Brady, diseñado para salvar a la banca imperialista de la bancarrota, ilumina la convergencia del imperialismo y la burocracia rusa.

El “nuevo pensamiento político” de la burocracia soviética significa, en el plano de las relaciones internacionales, la reducción de la ayuda que Cuba recibe de la URSS y un giro completo de su política exterior. Muy claramente, “el subsecretario de ideología del Comité Central del PCUS, Nicolai Efimov, declaró en La Habana que Cuba debe resolver sus propios problemas. Esto —agregó— no nos corresponde a nosotros” (Clarín, 2/4), lo que significa para una pequeña isla situada a menos de 90 millas de Miami la necesidad de llegar a un acuerdo con los yankis.

Si la alianza internacional de Castro con el Kremlin en la década del '60 procuraba asegurar una carta de presión de la URSS sobre el imperialismo, los acuerdos soviéticos-norteamericanos “para poner fin a las tensiones regionales” y abrir “una era de cooperación Internacional” plantean abiertamente la defensa de la revolución cubana contra la presión soviético-norteamericana.

Conclusiones

Mijail Gorbachov fue a Cuba a estrangular la revolución centroamericana, sólo la postergación de la revolución mundial podría permitir al capitalismo superar la profunda crisis actual.

Esto agravaría irremediablemente las condiciones de los Estados obreros y agudizaría su impasse frente a la presión económica internacional.

Los propósitos de la visita de Gorbachov a La Habana revelan acabadamente el carácter parasitario y contrarrevolucionario de una burocracia que sólo puede seguir usufructuando las prebendas del Estado obrero soviético mediante su integración, cada vez más abierta con el imperialismo, lo que implica —necesariamente— la liquidación de las bases sociales del estado obrero soviético y el estrangulamiento de la revolución mundial.