La precarización laboral en Europa y los Estados Unidos

¿Cuál es el balance de dos décadas de políticas de flexibilización y precarización laboral en Europa y los Estados Unidos, a las que se presentó como una ‘salida’ a la desocupación en masa que azota a los países imperialistas desde fines de la década del 70?


Esta experiencia es de extrema importancia para los trabajadores argentinos, que también enfrentan una brutal ofensiva flexibilizadora, porque confirma lo que sucede aquí: la flexibilización y la precarización laboral han provocado el desempleo más alto y persistente, y la distribución del ingreso más regresiva de la historia argentina.


Precarización laboral


“Una década atrás, dice el Financial Times (31/10), la extensión del desempleo masivo a cada estrato de la sociedad sugería que el capitalismo occidental estaba funcionando mal. Desde entonces, el total de desempleados cayó marcadamente en Gran Bretaña, Holanda, Escandinavia y los Estados Unidos. Pero mucha de esta recuperación ha sido pagada por los menos aventajados – a través de profundos recortes salariales y la expulsión de muchos de la fuerza de trabajo. Aquellos que todavía están en la parte inferior del mercado, han visto pocas mejoras en sus tasas de desempleo. Claramente, algo está funcionando mal”. El balance de la propia burguesía es ilustrativo, aunque la ‘marcada reducción’ en Gran Bretaña y Estados Unidos a la que alude el diario británico, obedece, sobre todo, al fraude estadístico y político.


La causa fundamental de la aparición de una “nueva clase de miserables” (International Herald Tribune, 15/10), que los especialistas encuentran entre los proletarios de Europa y los Estados Unidos, es el extraordinario crecimiento de la precarización laboral, de los contratos temporarios, del empleo de trabajadores de tiempo parcial (‘part timers’) y de la ‘tercerización’ disfrazada de ‘autoempleo’.


Los precarizados cobran salarios inferiores (a veces hasta un 60%) por la misma tarea, no tienen jubilación, indemnización por accidente o seguro de desempleo, y como no pueden sindicalizarse, están sometidos a jornadas más largas y a ritmos de trabajo más intensos. Ellos constituyen la ‘nueva clase de miserables’ que algunos especialistas caracterizan como una “casta” (O Estado de Sao Paulo, 16/10). Esto porque sus hijos, que no tienen acceso a la educación y a la salud, crecientemente privatizadas y arancelizadas, también están condenados a reproducir su misma existencia miserable.


Entre 1983 y 1996, la tasa de crecimiento del empleo temporario fue del 124% en Francia, del 81% en Holanda y del 63% en Finlandia (todo esto mientras la tasa de empleo total se mantuvo más o menos constante). En promedio, los precarizados constituyen entre el 25 y el 35% de la fuerza laboral europea; en Holanda, llegan a ser la mitad de todos los trabajadores (The New York Times, 2/9). Esta proporción será todavía mayor en los próximos años: el 66% de los nuevos empleos en Francia son contratos precarios de menos de un año de duración. En Alemania, se registra “un boom del empleo precario” (Clarín, 9/10).


La mayor precarización laboral no ha resuelto la cuestión del desempleo; en España, donde se han aprobado dos sucesivas leyes ‘flexibilizadoras’ y donde el 90% de los nuevos empleos son precarios, la tasa de desempleo alcanza al 25% (¡y es del 45% entre los jóvenes!).


Lo mismo sucede en los Estados Unidos. El crecimiento de la precarización es tan rápido que se pronostica que en el año 2005, la mitad de la fuerza laboral será temporaria, ‘part time’ o ‘tercerizada’ (O Estado de Sao Paulo, 16/10). El ritmo de reemplazo de los empleos estables por los precarios es tan violento que, en el curso de la actual ‘recuperación económica’, han sido despedidos 15.000.000 de trabajadores (más del 10% de la fuerza laboral), la misma cifra que durante la última recesión. Esto explica que dicha ‘recuperación’ sea la primera en toda la historia de los Estados Unidos en la que no ha crecido la participación de los asalariados en el ingreso nacional.


‘Planes Trabajar’


Como la noche sigue al día, la persistencia de la desocupación masiva –agravada por la precarización laboral– llevó a la aparición de ‘planes Trabajar’, tanto en Europa como en los Estados Unidos.


En Gran Bretaña, Tony Blair estableció un subsidio para los capitalistas que empleen trabajadores que cobran el seguro de desempleo. Se trata, ni más ni menos, que de la ‘privatización’ de los ‘planes Trabajar’ … con el agravante de que pasado un determinado período, el desocupado que no consigue uno de estos empleos pierde el derecho a seguir cobrando el seguro.


Subsidios similares ya se han implementado masivamente en Francia sin ningún resultado para los desocupados. En cambio, según uno de los directores de un gran grupo francés, “algunos se benefician con cinismo de las innumerables primas gubernamentales al empleo. Contratan desocupados y embolsan la prima correspondiente; luego los despiden y contratan a otros para embolsar nuevas primas” (Le Monde Diplomatique, mayo de 1996).


En Estados Unidos también se asiste a la creación de ‘planes Trabajar’ privatizados. Clinton liquidó la garantía federal sobre la seguridad social y la‘transfirió’ a los Estados, a los que les impuso una serie de restricciones. La principal es que el 25% de las personas que reciban la seguridad social deben estar empleados. En los próximos años, los Estados deberán alcanzar una meta aún “más estricta” (Financial Times, 23/10): que al menos uno de los dos padres del 75% de los hogares que cobren algún tipo de seguro social estén ocupados. Al igual que en Gran Bretaña, se promueve el empleo forzoso de los desocupados; de esta manera, el ingreso del trabajador se compondrá de dos partes: una, del seguro social (que seguirá cobrando); la otra, de su salario. Se trata de un subsidio fenomenal a los capitalistas y no sólo por el pago estatal de una parte de los salarios de sus trabajadores. Como los ‘beneficios’ del‘plan Trabajar’ ménemo-duhaldista, el salario de los trabajadores que cobren el seguro establece un ‘piso’ –bajísimo– para toda la clase obrera. Esto explica que en la época actual, de ‘bajo desempleo’ en los Estados Unidos, los capitalistas estén recurriendo masivamente a la contratación de viudas, jubilados, madres solteras y otros receptores del seguro social.


Superexplotación y tasa de beneficio


Como lo revelan en exceso los casos de España y Francia, la precarización laboral ha fracasado en resolver la desocupación masiva porque “obstaculiza la explotación de nuevas fuentes de empleo. En lugar de dedicarse a crear verdaderos empleos dotados de un status reconocido y una real calificación, la tendencia ha sido contratar trabajadores promovidos. Consecuencia casi mecánica: la asimilación de esas actividades a‘changas’ sin gratificaciones” (Le Monde Diplomatique, mayo de 1996). ¿Por qué persisten en aplicarla?


Por una razón de clase, amén de los generosos subsidios que embolsan por los empleos ‘promocionados’. Mediante la flexibilización, el alargamiento de la jornada, la intensificación de los ritmos de trabajo, los despidos ‘automáticos’, la desaparición de las ‘cargas sociales’, propias del trabajo precarizado, los capitalistas transfieren al trabajador todas las incertidumbres del proceso de la valorización del capital por el trabajo. Todo esto significa un fenomenal incremento de la explotación del obrero y, en consecuencia, de la masa de plusvalía que el patrón le arranca y de la tasa de beneficio capitalista.


El trabajador ha sido forzado a aceptar estas condiciones de trabajo por la presión del desempleo. Así, la desocupación masiva y persistente no es tan sólo una manifestación brutal de la crisis del capitalismo (la sobreproducción de mercancías y capitales), que pone en evidencia su agotamiento histórico. Es también un arma política y social de los explotadores para quebrar la resistencia de los explotados.


La burguesía, en realidad, no tiene ningún interés en acabar con el desempleo; toda su política tiende a agravarlo. Esto es evidente cuando, en lugar de plantear el reparto de las horas de trabajo disponibles sin afectar el salario –una medida elemental para acabar con el desempleo–, exige el alargamiento de la jornada y la intensificación de los ritmos de trabajo, lo que sólo puede provocar nuevos despidos. O cuando en lugar de aumentar los salarios y establecer un seguro para todos los desocupados –para aumentar el consumo de los trabajadores y, de esta manera, volver a poner en marcha el aparato productivo–, insiste en bajar los salarios y oponerse al seguro de desempleo (o en recortarlo allí donde ya existe).


La burguesía es incapaz de resolver el desempleo masivo, porque las medidas necesarias para ello –la escala móvil de horas de trabajo, el aumento de los salarios, el seguro al parado– atacan el beneficio capitalista. Para imponerlas es necesario quebrar, por medio de la lucha, la resistencia de los explotadores y de su Estado.


Ellos o nosotros


Indisolublemente ligada al desempleo y a la precarización, ha aparecido en Europa y en los Estados Unidos una ‘nueva pobreza’, desconocida hace veinte años, y una brutal concentración del ingreso. Hoy, en toda Europa, unos 57 millones de personas (el 17% de la población) viven por debajo de la llamada‘línea de miseria’. Se asiste a “la profundización, el empeoramiento y la aceleración de la miseria” en una escala sin precedentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (International Herald Tribune, 15/10). Sólo en la ‘rica’ Alemania hay 7,5 millones de pauperizados, lo que explica que las organizaciones de caridad denuncien “un dramático incremento de la pobreza” (ídem). Mientras tanto, en todos los países sin excepción, se registra un sustancial incremento de la proporción del ingreso nacional que se apropian los explotadores.


La concentración de la riqueza y de la miseria en los polos extremos no sólo crea condiciones para una todavía mayor superexplotación; provoca, además, la agudización de la lucha de clases y hunde a los regímenes políticos de la burguesía y a sus partidos, incapaces de conciliar en un cuadro democrático las brutales contradicciones sociales que no cesan de agudizarse.


Por una salida obrera


Un régimen social que sólo puede mantenerse pauperizando a masas crecientes de la población es un régimen social condenado por la historia.


La experiencia mundial confirma, una vez más, que sólo hay dos salidas, que responden a los intereses de las dos clases fundamentales de la sociedad.


La salida de la burguesía es aumentar la tasa de beneficio y la superexplotación obrera mediante la precarización y la flexibilización, y concentrar el capital mediante la liquidación de la competencia. Esta salida, que significa una degradación material y moral sin límites para decenas de millones de explotados, es la que defienden Menem y la Alianza frepasista-radical.


La salida de los explotados es imponer un programa de reivindicaciones elementales e inmediatas: el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, el subsidio de 500 pesos a todos los desempleados mayores de 16 años, sin ningún tipo de discriminación; el aumento de los salarios y la jornada de 40 horas semanales, y la liquidación de la flexibilización y la precarización laborales; el control obrero de la producción. Esta es la salida por la que llama a organizarse y a luchar el Partido Obrero.