Internacionales

16/12/2020

La rebelión campesina y la lucha de clases en la India

Centenares de miles de agricultores indios están protagonizando un impresionante proceso de lucha contra las políticas privatizadoras del gobierno del ultraderechista Narendra Modi. Se trata de un reguero de movilizaciones que ha tenido su punto de partida en agosto de este año, y que hasta el día de hoy continúa replicándose de manera masificada en numerosos puntos del país. Actualmente, miles de ellos acampan en la capital, Nueva Delhi.

La reforma plantea la evaporación del sistema “Mandis”, una forma de organización del comercio a través de la cual la mayoría de los agricultores vende una cuantiosa parte de sus productos a elementos intermediarios en mercados mayoristas regulados por el gobierno, en los cuales se les garantiza un precio mínimo de compra. Estos intermediarios venden luego los productos a empresas estatales o privadas. Asimismo, se reducen o eliminan las restricciones sobre la agricultura por contrato y la propiedad de la tierra. Así pues, con las nuevas normativas los agricultores quedarían a merced de los distintos grupos capitalistas, que pasarán a tener la potestad de dictar los precios y los términos contractuales.

El gobierno esgrime la baja productividad de la agricultura nacional y la necesidad de “modernizarla” para lanzarse en un ataque en regla contra los campesinos indios. La aventura gubernamental tiene una implicancia muy aguda en términos políticos pues aunque la agricultura represente entre el 17 y 18 por ciento del PBI de la India, dicha rama emplea a más del 50 por ciento de los habitantes del país. La gran mayoría de los trabajadores rurales vive de pequeñas parcelas de tierra y están acuciados por problemas de distinta índole, como enormes deudas que se acrecientan al calor de las malas cosechas o debido a la caída de los precios de los productos. Estos factores, entre otros, han sido el catalizador del suicidio de muchísimos agricultores.

Agricultores en la frontera Delhi-Haryana.

Modi es el timonel de un gobierno antiobrero, alineado al imperialismo yanqui. El jueves 26, un paro general que involucró a 250 millones de trabajadores desafió un cambio en los códigos laborales que acentúa la precarización laboral y cercena el derecho a huelga. A estos ataques contra el proletariado indio se añade el desenvolvimiento de una política de discriminación y persecución de la población musulmana.

Cabe señalar aquí que las políticas antiobreras son aplicadas también por el opositor Partido del Congreso en los estados que gobierna. Por ejemplo, en Punjab, donde eliminó el salario mínimo para trabajadores calificados.

Rebelión campesina

Las medidas de acción de los campesinos, iniciadas en agosto, se fueron tornando cada vez más robustas luego de la aprobación de las imposiciones legislativas. El 25 de septiembre, los sindicatos agrícolas de toda la India lanzaron un “Bharat Bandh” (cierre total) para sublevarse contra la avanzada del gobierno. Las protestas más sentidas, a su vez, tuvieron lugar en los estados de Punjab, Haryana y Uttar Pradesh. En Punjab, los servicios ferroviarios permanecieron suspendidos durante más de dos meses como consecuencia de las protestas. Solo después de que se constatase un escaseo de fertilizantes y de otros productos se decidió dar lugar al levantamiento de la restricción contra el transporte.

A principios de noviembre, se verificó que agricultores de más de 20 estados habían participado en protestas de forma mancomunada, con el bloqueo de las principales calles y carreteras en más de 5.000 lugares diferentes.

Camiones y tractores obstruyen carretera cercana a Delhi.

En el mismo mes, en un intento por fusionar las medidas de lucha con el paro general de trabajadores, miles de agricultores se movilizaron hacia Nueva Delhi (capital), aunque un operativo represivo montado por el gobierno acometió contra ellos mediante el uso de camiones hidrantes y gas pimienta. No obstante, decenas de miles de agricultores lograron arribar a las fronteras del territorio capitalino. Incluso se han instalado campamentos –con ollas populares- en sus alrededores para sostener las acciones de lucha.

Las medidas en curso han sido respaldadas por las diez centrales sindicales más importantes del país, inclusive por más de 500 organizaciones sindicales del sector agrario. Y se ha gestado, además, un principio de solidaridad y unidad con trabajadores de múltiples rubros. Organizaciones del transporte como All India Motor Transporte Congress (AIMTC), que representa a millones de camioneros y conductores de autobuses y taxis, han amenazado con detener sus labores en todo el país si el gobierno no cesa en sus diatribas contra los campesinos. Asimismo, en el cinturón industrial del estado de Haryana, obreros de Maruti Suzuki, Hero Motorcycle y otras plantas automotrices realizaron manifestaciones en apoyo a los agricultores. Otra expresión de esta solidaridad de clase aconteció en jornadas de protesta donde trabajadores de Toyota -que fueron a la huelga por más de cuatro semanas contra el aumento de los ritmos de trabajo y la persecución sindical- se unieron en Bangalore (capital del estado de Karnataka) a la lucha de los agricultores contra el gobierno de Modi. La rebelión campesina también ha obtenido apoyo internacional en protestas que tuvieron su eco en Reino Unido y Canadá.

Trabajadores de Toyota y campesinos.

La convulsión política que ha generado la rebelión obligó al gobierno nacional a intentar una negociación con los sindicatos agrarios a fin de enmendar las leyes. Modi busca aprovecharse de las divisiones que imperan dentro de algunos grupos de agricultores, cuyos líderes en cierta medida provienen de los sectores más privilegiados y que a su vez tienen vínculos con el poder político, para hacer pasar la esencia regresiva de la reforma bajo el velo de ciertas modificaciones cosméticas. Por el momento, esta tentativa choca violentamente con el rechazo masivo de los manifestantes y de un importante número de sindicatos rurales.

Toma de la planta de iPhone en Karnataka.

La rebelión campesina, el masivo paro general de noviembre y algunos procesos de lucha muy aguerridos (como la citada huelga de Toyota o la ocupación de una fábrica de montaje de iPhone en Karnataka, en reclamo del pago de sueldos atrasados, por parte de 2 mil obreros) muestran una agudización de la lucha de clases en la India. La unión de trabajadores y campesinos en la lucha, sin distinciones confesionales, es un golpe a la política supremacista y ajustadora del gobierno.

Viva la lucha de los campesinos y trabajadores de la India.