La rebelión francesa

No fue una sorpresa. La rebelión juvenil y popular que desde hace dos semanas conmueve a Francia estalló en los suburbios de París por la muerte de dos jóvenes de origen árabe perseguidos por la policía. Podría haber estallado hace dos meses, cuando una serie de incendios en casas semidestruidas mató a medio centenar de jóvenes, la mayoría inmigrantes; o por cada uno de los cientos de ataques y atropellos cotidianos de la policía contra los jóvenes de los suburbios. También, como dice un periódico trotskista francés, podría haber estallado en los suburbios de Lyon, de Marsella, de Lille, de Estrasburgo, de cualquier gran ciudad de Francia.


Son los suburbios donde habitan millones de familias —inmigrantes, pero la mayoría francesas de segunda o tercera generación de origen africano— en casillas miserables, sin servicios, sin empleo, sometidas a un sistemático acoso policial contra sus jóvenes. Los propios franceses los llaman “ghettos”, una definición que exime de mayores comentarios. Los jóvenes son las principales víctimas: la desocupación en estos barrios no baja del 25/30% (casi el triple del promedio nacional). Golpea particularmente a los de origen árabe: mientras el desempleo de los graduados universitarios es inferior al 5%, el de los graduados de “origen norafricano” es cercano al 27%. La misma proporción se repite en otras categorías de empleo. “Llamarse Rachid o Alí es un impedimiento seguro para conseguir un empleo (…) Lo mismo declarar que se vive en uno de estos suburbios”, dice un joven (Le Monde, 3/10). El sistema educativo y los servicios sociales están destruidos. El presupuesto destinado a la promoción social de los suburbios viene sufriendo “drásticas reducciones” desde hace dos años (ídem). La prensa abunda sobre las numerosas advertencias que venían alertando, desde hace meses, la inminencia de un estallido.


En este espeso caldo social, el creciente y brutal acoso policial contra los jóvenes hizo saltar todo por el aire. El ministro de Interior, Nicolás Sarkozy, lanzó una política de “tolerancia cero”, enviando a la CRS (Guardia de Infantería) en verdaderas expediciones punitivas contra las barriadas. Avido de convertirse en el próximo candidato presidencial de la derecha, Sarkozy “sobreactuó” su papel, calificando de manera sistemática como “canalla”, “basura”, “ratas” y “excremento” a la juventud de las barriadas más pobres.


Crisis política


Lo que potenció la rebelión no fueron tan sólo las provocaciones de Sarkozy sino que frente a ella se encuentra un gobierno débil, dividido y envuelto en una violenta crisis política. Chirac estuvo once días escondido, sin dar la cara, mientras los alrededores de París ardían. Su primer ministro, Villepin, apareció recién a los seis días del comienzo de la rebelión… para dejar en claro sus divergencias con Sarkozy. Los jefes y sindicatos policiales criticaron abiertamente a su ministro. Si Sarkozy pensaba fortalecerse como el único capaz de imponer “el orden”, fracasó en toda la línea: la represión hizo extender la rebelión a toda Francia. Las fuerzas policiales no logran dominar los barrios (Le Monde, 6/10). El poderoso Estado francés ha debido suplicar a los imanes y los jefes religiosos islámicos que ejerzan su “influencia” para calmar a los jóvenes…


La rebelión pone en evidencia la incapacidad de la derecha para gobernar Francia. ¿Y la izquierda? La “salida” que reclamó el vocero del PS no fue el cese inmediato de la represión y la renuncia de Sarkozy sino… la convocatoria, eso sí, “urgente”, de un “debate parlamentario” (Le Monde, 3/10). “No paramos hasta que se vaya”, dicen los jóvenes, en referencia a Sarkozy. La rebelión de la juventud de las barriadas, después del masivo “no” popular a la Constitución Europea y de las elecciones presidenciales de 2004 (cuando Le Penn desplazó a los socialistas del segundo lugar), pone en evidencia una crisis de conjunto del régimen político.


La pauperización y la miseria de masas se ha convertido en un problema político central, incluso en las potencias imperialistas más ricas. La rebelión muestra el odio de la juventud más explotada de Francia a quienes los condenan a la barbarie de una vida sin perspectivas ni esperanzas.